Clústeres Logísticos. Yossi Sheffi
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¿Cuál es la pesca del día?
Al igual que la de todos los demás barcos pesqueros, la pesca del Nora varía según el día. Esto presenta un verdadero reto para Caladero, debido a que obtener el mejor precio en la venta significa vender el pescado fresco, no congelado, lo que a su vez requiere vender todo lo que se pesca en vez de lo que cada minorista de alimentos pudiese haber pedido. Caladero no quiere sorpresas en cuanto a pescados sin vender o clientes descontentos.
Afortunadamente, la información viaja más rápido que el pescado. Cuando el barco se dirige de regreso a casa, el capitán del Nora llama a Caladero usando un teléfono satelital. Caladero formula una sola pregunta al capitán: “¿Qué pescaron?” Hoy el capitán tiene buenas noticias. El Nora atrapó grandes cantidades de merluza y también algo de reloj anaranjado, o emperador, también conocido como “el diamante de los mares”. Caladero registra el dato de la pesca del Nora al igual que el de otros buques alrededor del mundo – desde las aguas de Nueva Escocia hasta Perú, Escandinavia, India y Japón– e inmediatamente empieza a contactar a las cadenas de supermercados y pescaderías, para negociar los pedidos y generar promociones si la pesca del día fue mayor de lo esperado. Caladero desea encontrar un hogar para todos los peces capturados por el Nora antes de que esos pescados lleguen a España.
La ruta de una trucha
Una vez que el Nora llega al puerto, los funcionarios namibianos inspeccionan la pesca para asegurarse de que el barco pague sus impuestos y no exceda su cuota. Luego, el pescado se dirige hacia la planta de procesamiento de Caladero para su clasificación y empaque en su ruta a España. Las pilas de bandejas de poliestireno son llenadas con pescado y hielo. Hay que notar que existe una distancia de 7,260 km entre la Bahía de Walvis, Namibia, y Madrid, España. En teoría, mediante vuelos directos se podría transportar por aire el pescado fresco africano hasta el aeropuerto de Madrid en solo unas ocho horas. Agréguele unas pocas horas en cada extremo para la carga, descarga, la distribución hacia el minorista y el empaque, y el pescado podría llegar desde el buque pesquero hasta la canasta del comprador en un solo día.
Pero esto no es lo que sucede, por dos razones de importancia. Primero, la Bahía de Walvis provee solo una pequeña fracción del suministro de pescado de Caladero proveniente de África. Además, esta cantidad fluctúa de un día a otro. La pesca de la Bahía de Walvis ni siquiera llenaría consistentemente un pequeño avión de carga. Segundo, la Bahía de Walvis tiene solo una población de 80,000 habitantes, lo que significa que llega muy poco tráfico aéreo. Para operaciones directas de transporte aéreo, Caladero tendría que pagar el costo de volar un avión vacío hasta la Bahía de Walvis y luego pagar todo el costo del vuelo hasta España, aunque dicho avión vaya medio vacío. Para mantener la economía del pescado, Caladero consolida todos sus suministros de pescado de África en el aeropuerto más cercano, que es el aeropuerto internacional de Johannesburgo en Sudáfrica. Tal consolidación logra dos metas importantes: primero, justifica el uso de un gran avión de carga para llevar el pescado de varios puertos africanos a España, reduciendo así el costo por kilo. Segundo, la combinación de las cargas provenientes de muchos buques de varios puertos africanos tiende a reducir las fluctuaciones diarias encontradas en la pesca de cada barco. Los altibajos de diferentes buques y puertos se tienden a equilibrar mutuamente, permitiendo que Caladero planifique sus necesidades de transporte con confianza.
Por consiguiente, en vez de un rápido vuelo hacia España, el pescado de Caladero cruza 1,200 km del inclemente desierto de Kalahari hasta llegar a Johannesburgo. Con una distancia de hasta 500 km entre una estación de gasolina y otra en el desierto, Caladero confía su carga perecedera solo a camiones especiales con tanques de gasolina adicionales, unidades avanzadas de refrigeración y conductores con experiencia. Dos cruces de frontera (Botsuana y Sudáfrica) y los animales en las carreteras se agregan al reto de llevar el pescado a tiempo hacia Johannesburgo. Hay sensores que monitorean constantemente la temperatura de la valiosa carga del camión, asegurándose de que lo peor de Kalahari no afecte a lo mejor de Caladero.
A las entrañas de la bestia
A medida que la pesca del día se abre camino a través de las calientes y polvorientas distancias entre Namibia, Botsuana y Sudáfrica, un avión de carga Boeing 747 vuela a su encuentro. El 747 es uno de los aviones de carga comerciales más grandes y más rápidos que existen. Cuatro motores con un total de casi un cuarto de millón de libras de propulsión impulsan a este avión cargado, de unas 875,000 libras de peso (400,000 kilos), hasta una velocidad de crucero equivalente al 85% de la velocidad del sonido. En este viaje hacia el sur, el avión que va a llevar la carga de Caladero no llega vacío a Sudáfrica, sino que lleva ropa de moda, equipos de alta tecnología, medicinas y otros artículos de alto valor, perecederos o que requieren entrega inmediata.
Una vez en tierra, este elegante leviatán revela un gran secreto. La nariz del avión se levanta hacia lo alto para exponer un agujero de ocho pies de altura y diez pies de ancho dando paso a una cavernosa cubierta de más de 170 pies de longitud. Una segunda puerta de diez pies de altura detrás de las alas y otras dos pequeñas puertas frontal y trasera ofrecen un acceso completo a todas las áreas de carga. Rodillos especiales motorizados, incorporados en la cubierta, permiten que los trabajadores puedan cargar hasta unas 30 paletas de ocho pies por diez pies de carga en la cubierta principal y otros 32 contenedores estándares de flete aéreo en la cubierta inferior.
Durante el conteo regresivo del reloj de frescura, las operaciones de transporte aéreo en Johannesburgo hacen lo posible para acelerar el tiempo de rotación del avión. Caladero ya tiene sus paletas de pescado esperando en un almacén refrigerado cerca del avión y listos para partir tan pronto la compañía de transporte lo descargue. El personal de tierra rápidamente suministra la carga, la asegura y finaliza la documentación del vuelo.
La economía de la máxima capacidad
Este avión-ballena se puede tragar casi un cuarto de millón de libras (100,000 kilos) de pescado en su ruta a España. Tanto para Caladero como para la compañía de fletes aéreos, llenar el avión hasta su máxima capacidad tiene lógica desde una perspectiva económica, pues minimiza el costo por unidad de carga. Esto revela un hecho clave sobre la economía de la logística. Los aviones, camiones, ferrocarriles, buques y otros transportes de logística tienen dos definiciones de capacidad: peso y volumen. Un avión de carga Boeing 747-8F puede cargar un máximo de 308,000 libras (140 toneladas) de carga, o un máximo de 30,000 pies cúbicos (858 m³) de carga. En el lenguaje del transporte de carga, si un vehículo lleva una carga muy densa, tal como pescado, bloques de motores o líquidos, se dice que llega a su límite de peso antes de alcanzar su límite de volumen. Por ejemplo: 308,000 libras de líquido (ej. agua) requieren menos de 5,000 pies cúbicos (140 m3) o la sexta parte de la capacidad de volumen del avión. Por otro lado, si un vehículo lleva una carga muy ligera, tal como material textil esponjoso o productos frágiles envueltos en material de empaque muy ligero, se dice que llegó a su límite de volumen antes de alcanzar su límite de peso.
Para que Caladero y la compañía de fletes aprovechen al máximo la utilización, y obtengan el embarque al menor costo, o la mayor rentabilidad de un avión, camión u otro vehículo – los planificadores de carga tratan de combinar