Obras Completas de Platón. Plato

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Obras Completas de Platón - Plato

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la razón que tuvo Aquiles para decir a Ayax distintas cosas que a Ulises, fue porque la bondad de su carácter le había hecho mudar de resolución. Mas respecto a Ulises, ya diga verdad o ya mienta, jamás habla que no sea con designio premeditado.

      SÓCRATES. —Si es así ¿Ulises entonces es mejor que Aquiles?

      HIPIAS. —De ninguna manera,

      SÓCRATES. —¡Qué!, ¿no hemos visto antes que los que mienten voluntariamente son mejores que los que mienten a pesar suyo?

      HIPIAS. —¿Cómo es posible, Sócrates, que los que cometen una injusticia, tienden lazos y causan el mal con intención premeditada, puedan ser mejores que aquéllos, que incurren en tales faltas contra su voluntad, siendo así que se considera digno de perdón al que, sin saberlo, comete una acción injusta, miente o causa cualquiera otro mal, siendo por esto las leyes mucho más severas contra los hombres malos y mentirosos voluntarios que contra los involuntarios?

      SÓCRATES. —Ya ves, Hipias, con cuanta verdad he dicho, que no me canso nunca de interrogar a los hombres entendidos. Creo que ésta es la única buena cualidad que tengo, porque todas las demás no llegan a la medianía; porque me engaño acerca de la naturaleza de los objetos y no sé en qué consiste. La prueba convincente que tengo de esto es que siempre que converso con alguno de vosotros, tan acreditados por vuestra sabiduría y en quienes todos los griegos reconocen esta cualidad, descubro que no sé nada, y efectivamente casi en ningún punto soy de vuestro dictamen. ¿Y qué prueba más decisiva de ignorancia que la de no pensar como los sabios? Pero yo tengo una cualidad admirable que me salva, y es que no me ruborizo en aprender y que pregunto e interrogo sin cesar, mostrándome por otra parte muy reconocido al que me responde; de suerte que no he privado jamás a nadie de lo que le debía en este género de atenciones, porque nunca me ha ocurrido el negar lo que hubiese aprendido de otros ni el atribuirme descubrimientos ajenos; antes, por el contrario, tributo elogios al hombre hábil que me ha instruido, y expongo sinceramente lo que de él he aprendido. Pero en el presente caso no te concedo lo que dices, porque soy de una opinión enteramente contraria. Conozco que la falta está toda de mi parte, porque soy así como soy, para no decir otra cosa peor. Veo efectivamente todo lo contrario de lo que tú supones, Hipias; veo que los que dañan a otro, cometen acciones injustas, mienten, engañan e incurren en faltas voluntarias, no involuntarias, son mejores que los que hacen todo esto sin intención. Es cierto, que a veces acepto lo opinión opuesta, y que no tengo ideas fijas sobre este punto, sin duda porque soy un ignorante. Actualmente me encuentro en uno de estos accesos periódicos, y me parece, que los que cometen faltas, cualesquiera que ellas sean, con intención de hacerlas, son mejores que los que las hacen sin quererlo. Sospecho que los razonamientos precedentes son la causa de esta mi manera de pensar, y que ellos son los que me obligan en este momento a tener por más malos a los que obran sin quererlo que a los que obran con reflexión. Por favor, te suplico, que no te niegues a curar mi alma. Me harás un servicio tan grande, librándome de la ignorancia, como le harías a mi cuerpo librándole de una enfermedad. Si tienes la intención de pronunciar un largo discurso, te declaro desde luego que no me curarás, porque no podré seguirte. Pero si quieres responderme como hasta ahora, me harás un gran favor, y creo que ningún mal te ha de resultar. Tengo derecho en llamarte en mi auxilio a ti, hijo de Apemantes, ya que tú me has comprometido en esta conversación con Hipias. Si éste se niega a responderme, hazme el favor de suplicárselo por mi.

      EUDICO. —No creo, Sócrates, que Hipias espere a que yo se lo suplique, porque no es esto lo que me prometió desde el principio, y antes bien ha declarado que no evadiría las preguntas de nadie. ¿No es cierto, Hipias, que has dicho esto?

      HIPIAS. —Es cierto, Eudico; pero Sócrates todo lo embrolla cuando disputa, y las trazas son de que sólo se propone crear entorpecimientos.

      SÓCRATES. —Mi querido Hipias, si lo hago, no es con intención, porque en tal caso yo sería según tu opinión sabio y hábil; sino que lo hago sin quererlo. Escúchame, pues, tú que dices que es preciso ser indulgente con los que hacen el mal sin quererlo.

      EUDICO. —Te ruego, Hipias, que no te eches por otro lado. Responde a las preguntas de Sócrates, para complacernos a nosotros y cumplir la palabra que has dado al principio.

      HIPIAS. —Responderé, puesto que me lo suplicas. Pregúntame, Sócrates, lo que bien te parezca.

      SÓCRATES. —Hipias, estoy deseoso de examinar lo que se acaba de decir; a saber, cuál es mejor, si el que comete faltas voluntarias o el que las comete involuntarias, y creo que la verdadera manera de proceder en este examen es el siguiente. Respóndeme: ¿no llamas a este hombre buen corredor?

      HIPIAS. —Sí.

      SÓCRATES. —¿Y a aquel otro malo?

      HIPIAS. —Sin duda.

      SÓCRATES. —El buen corredor, ¿no es el que corre bien y el malo el que corre mal?

      HIPIAS. —Sí.

      SÓCRATES. —¿Y no corre mal el que corre lentamente, y bien el que corre ligero?

      HIPIAS: Sí.

      SÓCRATES. —De manera que, con relación a la carrera y a la acción de correr, ¿la velocidad es un bien y la lentitud un mal?

      HIPIAS. —Sin duda.

      SÓCRATES. —De dos hombres que corren lentamente, el uno con intención y el otro a pesar suyo, ¿cuál es el mejor corredor?

      HIPIAS. —El que corre lentamente con intención.

      SÓCRATES. —Correr, ¿no es obrar?

      HIPIAS. —Seguramente es obrar.

      SÓCRATES. —Si es obrar, ¿no es hacer algo?

      HIPIAS. —Sí.

      SÓCRATES. —Luego el que corre mal hace una cosa mala y fea en punto a carrera.

      HIPIAS. —Sin duda, mala; ¿cómo no lo ha de ser?

      SÓCRATES. —El que corre lentamente, ¿no corre mal? .

      HIPIAS. —Sí.

      SÓCRATES. —El buen corredor hace esta cosa mala y fea porque quiere; y el malo la hace a pesar suyo.

      HIPIAS. —Así parece.

      SÓCRATES. —En la carrera, por consiguiente, el que hace el mal a pesar suyo es más malo, que el que hace el mal voluntariamente.

      HIPIAS. —Sí, en la carrera.

      SÓCRATES: En la lucha: de dos luchadores que sucumben el uno voluntariamente y el otro a pesar suyo, ¿cuál es el mejor?

      HIPIAS. —El primero al parecer.

      SÓCRATES. —En la lucha, ¿no es más malo y más feo ser derribado que derribar?

      HIPIAS. —Sí.

      SÓCRATES. —En la lucha, por consiguiente, el que hace con intención una cosa mala y fea es mejor luchador que otro, que la hace a pesar suyo.

      HIPIAS. —Así parece.

      SÓCRATES. —En todos los demás ejercicios gimnásticos, el que es bien dispuesto de cuerpo no puede igualmente ejecutarlos fuerte y débilmente, fea y bellamente, de suerte que, en lo que se hace malo

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