El significado del dolor. Nick Potter

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El significado del dolor - Nick Potter Para estar bien

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de imágenes por resonancia magnética.⁶ El circuito de los centros cerebrales del “tabaquismo” literalmente se ilumina. Si a dichos pacientes se les somete al mismo estudio tras dejar de fumar, entonces aparece un circuito nuevo y alternativo “libre de cigarro” que también se ilumina, pero la “huella del hábito” permanece. El hecho de que el circuito de un antiguo hábito perdure explica por qué resulta tan fácil retomar ese hábito si, por alguna razón, vuelve a activarse —por ejemplo, si lo detona una situación de estrés.

      El dolor se comporta de la misma manera. Incluso después de que el paciente ha superado su dolor, su vieja huella aún está presente y lista para ser activada si se detona un nodo específico en esa red. Se cree que la neurofirma es un mecanismo de protección proporcionado por la naturaleza para conservar el recuerdo de una experiencia en caso de ser expuestos a cualquier elemento de ésta en un futuro. Es decir, existe para reconocer el peligro.

      Ahora sabemos que casi todas las respuestas en el cerebro dependen de múltiples áreas vinculadas que se procesan en conjunto y no sólo de regiones especializadas aisladas. En neurociencias, esta red infinita se conoce como “conectoma”. Las conexiones son la clave, al igual que lo son entre los humanos: cuando nos aislamos, dejamos de funcionar. Como alguna vez dijera Stevie Wonder: “Para lograr tu aspiración necesitas una agrupación”.

      ❍ ❍ ❍

      Para recapitular, la nocicepción es un proceso que sucede constantemente en nuestro interior y que evalúa nuestro ambiente; sin embargo, no lo experimentamos como dolor a menos que uno de nuestros sentidos esté estimulado a tal grado y alcance un umbral tan alto que requiera la acción del cerebro para protegerse —por ejemplo, retirar un dedo del fuego. Estos umbrales son diferentes en cada uno de nosotros, así como el lapso de tiempo que podemos tolerarlos.

      A fin de perfeccionar nuestra definición del concepto de neurofirma volvamos a la oficina central una vez más.

      Supongamos que en vez de un altercado entre habitantes locales, o la explosión de una bomba en una carretera lejana, ocurre el gran atentado. Durante varios meses, las oficinas locales han enviado reportes con mucha información sobre un ataque inminente. Han escuchado que será algo grande; el único problema es que desconocen dónde sucederá. Y luego —¡bum!— alguien planta un dispositivo en el corazón de Langley. La oficina central, que solía ser segura y altamente fortificada, se derrumba. Desaparece la mitad del edificio y mueren docenas de personas. Los sistemas fallan. Se pierde toda comunicación. Reina el pánico, la incredulidad. Todos los sistemas y departamentos se ponen en marcha para contener el daño y evaluar cualquier amenaza futura.

      Con el tiempo, por supuesto, se reconstruyen los muros, se reemplaza el vidrio, se vuelven a ocupar los puestos de trabajo y se restablecen todos los sistemas. Pero ¿acaso la oficina central volverá a ser la misma? Todos recuerdan lo ocurrido y están de luto. Se determinan nuevos regímenes —no más tolerancia— y la atmósfera cambia. Las oficinas locales se inquietan más por el posible resurgimiento de espías y movimientos regionales, y entregan reportes con mayor frecuencia. Al mismo tiempo, la oficina central exige más información y sobrerreacciona ante eventos pequeños. El peligro está en todas partes.

      Esta situación de seguridad intensificada equivale, en términos corporales, a una lesión grave —una lesión cerebral o espinal o múltiples lesiones sufridas en un accidente automovilístico serio. Cuando las lesiones iniciales sanan, las cicatrices se desvanecen, pero la víctima nunca vuelve a ser la misma. La vieja herida duele, sobre todo cuando el clima es húmedo, el cansancio es constante y cualquier movimiento resulta doloroso. Hay perturbaciones en el sueño, un estado anímico bajo y una disminución de la líbido. Pasar frente a la escena del accidente aumenta la frecuencia cardiaca y provoca un sudor frío. La víctima evita las multitudes y quedarse en casa parece ser la opción más fácil. Le da una patada al perro, se pelea con su pareja. Le han tenido paciencia en el trabajo, pero todo parece demasiado difícil. El dolor se convierte en una razón para aislarse. La neurofirma ha sido establecida.

      Pese a que han sanado, los nervios periféricos (abajo-arriba) continuarán enviando mensajes de preocupación porque han sido sensibilizados para estar en constante alerta, no sólo a causa de la nocicepción sino también de la neurofirma: ahora, cualquier ligero movimiento o información sensorial (calor, tacto) podría desencadenar niveles inapropiados de dolor. Y entre más disparan los nervios, más dolor se siente, lo que a su vez los sensibiliza aún más.

      Durante mucho tiempo se creyó que los nervios eran sistemas unidireccionales similares a los cables eléctricos, pero ahora sabemos que pueden ser bidireccionales. Los receptores disparan información a la médula espinal, la cual reacciona al enviar más mensajes de regreso por los tejidos. Hay un diálogo bidireccional entre ellos. De esta manera, el dolor puede convertirse en un círculo vicioso o un hábito a nivel local. Además, los nervios se conectan mediante sinapsis con otros nervios que alimentan con información al bucle. Como resultado de esto, el diálogo se difunde a lo largo del sistema, haciéndolo todavía más sensible. Por ejemplo, además de la inflamación localizada en los tejidos dañados, que se manifiesta como hinchazón y enrojecimiento, los nervios pueden enviar una respuesta alrededor del cuerpo. Ésta es la razón por la cual las personas que tienen un nervio atrapado en la espalda baja pueden presentar inflamación en el pie, así como un dolor debilitante en la pierna. A esto se le llama sensibilización periférica. El nervio en la espalda baja es comprimido por un disco sobresaliente que interfiere con su conducción. Como resultado, el diálogo bidireccional a la médula espinal es interrumpido y se induce un estado de alarma para promover la acción del cerebro. Sin embargo, el cerebro desconoce la ubicación exacta de la irritación del nervio, lo único que sabe es que la región que abastece este nervio es el pie y el pie le está enviando señales de alarma. Al mismo tiempo, el propio nervio se irrita a causa de una función celular deficiente y provoca una respuesta inflamatoria en la zona del cuerpo a la cual abastece (en este caso, el pie). En consecuencia, el pie puede hincharse y enrojecerse incluso aunque no se requiera una respuesta de sanación.

      ❍ ❍ ❍

      Como puedes ver, una vez que se ha establecido la neurofirma y que ésta ha sido influida por nuestras experiencias de vida, incluso desde nuestra infancia, así como nuestras concepciones (reales o percibidas) del mundo, el dolor puede arraigarse y volverse cíclico, además de trasladarse por todo el cuerpo. Un buen ejemplo de este tipo de sensibilización del sistema nervioso central es el síndrome del intestino irritable. La gente que padece esta condición no sólo sufre síntomas desagradables como cambios en sus hábitos intestinales, dolor e hinchazón, sino que también es más propensa a experimentar dolor en otras partes del cuerpo, como fibromialgia (caracterizada por dolor muscular global), fatiga crónica o migrañas (ver el capítulo 7 para mayor información sobre estas condiciones).

      Resulta evidente que, a lo largo de nuestra vida, muchos otros factores en nuestro entorno nos sensibilizan y disminuyen el umbral de dolor. Además, las investigaciones han mostrado que estos factores potencian el dolor mucho más que cualquier factor estructural o genético. Como veremos en el capítulo 4 —Cómo nos lastima el estrés—, la naturaleza no proporciona ningún plano para definir nuestro ser, sino un “supersistema” intrincado que utilizamos para responder al estrés del ambiente en el que vivimos. Éste comprende la psique, así como los sistemas endócrino (glandular), neurológico e inmunológico, y es mediado principalmente a través de mensajes químicos transmitidos entre las células. Cuando nuestro supersistema deja de funcionar apropiadamente, esto se traduce en dolor, malestar y enfermedades.

      De cierta manera, el dolor es un modo de percepción que utiliza nuestro cuerpo para decirnos que algo anda mal. Como afirma el doctor Gabor Maté:⁷

      A nivel fisiológico, los circuitos de dolor transmiten información que nosotros mismos hemos bloqueado, impidiendo recibirla por rutas

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