La Sonrisa Escondida de Dios. John Piper

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La Sonrisa Escondida de Dios - John  Piper

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¿Diría, con el liberal anticuado, “creo que el dolor y el sufrimiento nunca son la voluntad de Dios para Sus hijos”? ¿Diría él con el teísta abierto de hoy en día, “los cristianos con frecuencia hablan sobre ‘el propósito de Dios’ en medio de una tragedia causada por alguien más… pero esto lo considero simplemente como una manera confusa de pensar piadosamente”? No, esto habría sido bíblica y pastoralmente impensable para John Bunyan, cuya sangre era “bíblica”30.

      El texto se basa en, 1 Pedro 4:19: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”. Entonces él explica este texto, haciendo las siguientes observaciones:

      No es lo que quieran los enemigos, ni lo que ellos hayan decidido, lo que va a suceder, sino lo que Dios quiera, y lo que Dios disponga, eso será hecho… Y así como ningún enemigo puede hacer sufrir a un hombre cuando la voluntad de Dios es otra, de igual manera, ningún hombre se puede salvar a sí mismo de sus manos cuando Dios lo entregue a ellas para Su gloria… Sufriremos o no, según le plazca a Él… Dios ha dispuesto quién ha de sufrir. El sufrimiento no viene por casualidad, ni por la voluntad del ser humano, sino por voluntad y designio de Dios31.

      Él continúa diciendo que Dios ha designado no solo quién ha de sufrir sino también cuándo, dónde, de qué manera, por cuánto tiempo y por qué verdad sufrirá32.

      “El garfio de Dios está en su nariz”

      Si ha habido pastores serios y amorosos en la historia de la iglesia quienes en tiempos de gran persecución han señalado a su pueblo a un Dios que no tiene control ni propósito en su sufrimiento, no lo sé. Pero tal consejo habría sido visto como falso y falto de amor por Bunyan, Cowper y Brainerd. Ellos conocían a otro Dios y vivían con una confianza diferente. Bunyan resumió así la participación de Dios en las persecuciones de Su pueblo:

      Todos los caminos de los perseguidores son de Dios. Daniel 5:23. Por consiguiente, así como deberíamos, al mismo tiempo no deberíamos, tener temor de los hombres: les deberíamos tener temor porque nos van dañar, pero no les deberíamos tener temor como si se les hubiera dejado sueltos para que nos hicieran, e hicieran con nosotros, lo que les pareciera. La brida de Dios está sobre ellos, el garfio de Dios está en su nariz: sí, y Dios ha determinado los límites de Su ira, y si les permite llevar a Su iglesia al mar de la tribulación, no va a ser sino hasta el cuello, y hasta donde Él permita, y sin ser ahogados. 2 Reyes 19:28; Isaías 37:29; 8:7-8. Lo que sostengo es que el Señor los tiene bajo Su control y les da órdenes; en ningún momento se pueden lanzar contra Su pueblo sino con Su permiso y compasión en cuanto a lo lejos que pueden ir, y dónde se deben detener33.

      Esta sólida visión del dominio de Dios sobre Sus enemigos es el fundamento del consuelo de Bunyan mientras ministra a su pueblo:

      En pocas palabras, he hablado de todo esto… para mostrarles que nuestros sufrimientos son ordenados y dispuestos por Él, de manera que puedan siempre, cuando se vean metidos en tribulaciones por causa de Su nombre, no vacilar ni sentirse desorientados, sino mantenerse firmes, compuestos y resueltos en sus mentes, y decir, ‘Hágase la voluntad del Señor’. Hechos 21:14 … Por consiguiente, con cuánta bondad nos trata Dios cuando decide afligirnos por un poco de tiempo, para poder tener misericordia de nosotros con una bondad eterna. Isaías 54:7-834.

      “Me dará lo que es mejor”

      Esta es la visión de la bondad soberana y misteriosa de Dios que ha sostenido a los cristianos en cada siglo y en todas partes del mundo. Es la visión que subyace en decenas de himnos que el pueblo de Dios ha cantado a través de muchas tormentas. De hecho, los grandes himnos generalmente provienen de la experiencia del sufrimiento y demuestran por su existencia la verdad de su mensaje–que las aflicciones dan fruto para el pueblo de Dios. Los ejemplos no solo provienen de William Cowper, sino también de otros.

      Karolina Wilhelmina Sandell-Berg (Lina Sandell) “era la hija de Jonas Sandell, pastor de la iglesia luterana en Fröderyd, Suecia. A la edad de veintiséis años, acompañó a su padre en un viaje en barco a Gotemburgo, durante el cual él cayó por la borda y se ahogó ante sus ojos. La tragedia afectó profundamente a Lina y la inspiró a escribir himnos”35; uno de los más conocidos es “Día en día”.

      Día en día Cristo está conmigo,

      Me consuela en el medio del dolor.

      Pues confiando en Su poder eterno,

      No me afano ni me da temor.

      Sobrepuja todo entendimiento

      La perfecta luz del Salvador.

      En Su amor tan grande e infinito

      Siempre me dará lo que es mejor.

      Esta es la misma visión de la bondad soberana de Dios que encontramos en Seasonable Counsel [Consejo a tiempo] de Bunyan. Nuestro Dios es bondadoso más allá de toda medida. “En Su amor tan grande e infinito” cada día nos “dará lo que es mejor”. Con Su poder eterno y amorosamente distribuido nos “consuela en medio del dolor”. La verdad y la belleza de este himno fue el fruto de la aflicción y continúa ayudándonos a tenerlo todo “por sumo gozo” (Santiago 1:2) para que la aflicción de nuestras propias vidas pueda dar “fruto apacible de justicia” (Hebreos 12:11).

      Bautista, anglicano, congregacionalista:

      Todos justificados por medio de la fe

      El sufrimiento de la persecución no fue otorgado igualmente a John Bunyan, William Cowper y David Brainerd. Sin embargo, hubo otra forma de aflicción que une a estos tres, y todos apreciaban el remedio, a pesar de que dio frutos muy diferentes en sus vidas. La aflicción fue la terrible agitación mental y oscuridad de la culpa delante Dios, y el remedio para ello fue la gran verdad bíblica de la justificación por gracia únicamente a través de la fe. Bunyan era bautista, Cowper anglicano y Brainerd congregacionalista. Una de las grandes misericordias de Dios es que, en sus tiempos, la doctrina de la justificación era clara y común para todos ellos.

      “Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas”

      La Segunda confesión de Londres fue forjada por bautistas en la época de Bunyan y fue publicada en su forma final en 1689, el año después de su muerte. Construida sobre la Confesión de fe de Westminster, fue totalmente clara con respecto a la justificación.

      A quienes Dios llama eficazmente, también justifica gratuitamente, no infundiéndoles justicia y rectitud sino perdonándoles sus pecados, y considerando y aceptando sus personas como justas; no por nada que hay en ellos o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo; no imputándoles la fe misma, ni la acción de creer, ni ninguna otra obediencia evangélica como justicia; sino imputándoles la obediencia activa de Cristo a toda la ley y Su obediencia pasiva en Su muerte para la completa y única justicia de ellos por la fe, la cual tienen no de sí mismos; es don de Dios.

      La fe que así recibe a Cristo y confía en Él y en Su justicia es el único instrumento de la justificación; sin embargo, no está sola en la persona justificada, sino que siempre va acompañada por todas las demás virtudes salvadoras, y no es una fe muerta sino que obra por el amor36.

      Esta fue la verdad que rescató a Bunyan de los terrores de sentirse irremediablemente condenado. “Oh, nadie conoce los terrores de esos días, excepto yo”37. Luego vino lo que parecía ser el momento decisivo.

      Un día, mientras entraba al campo… esta frase cayó sobre mi alma. Tu justicia está en el cielo. Y pienso

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