Retórica de la victoria. Giohanny Olave
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Las victorias militares que había logrado sostener la fuerza pública empezaron a ceder. Los indicadores de muertos en combate apuntaban a que la guerrilla estaba perdiendo menos vidas y tenía menos heridos que las fuerzas armadas (Ávila, 2013, pág. 7). Este fenómeno ha sido explicado como efecto de los cambios tácticos de la guerrilla: eludir la confrontación prolongada entre tropas, movilizarse en grupos pequeños, usar masivamente carros bomba, minas antipersonales, minas muertas y francotiradores (Ávila, 2012, págs. 17-22).
Según datos de la Corporación Nuevo Arco Iris, un observatorio no gubernamental del conflicto, al finalizar el año 2012, las FARC-EP controlaban 251 de los 1.123 municipios del país, esto es, el 22,4 % del país, a diferencia de los 336 municipios bajo su control en 2002 (el 30 % del país) (Ávila, 2012, pág. 1). Esta cifra ilustra que en diez años la Política de Seguridad Democrática avanzó en el control del territorio (especialmente sobre los centros de producción, comercialización y vías de comunicación) por parte del Estado, pero no logró consolidar ese control en la mayor parte del país.
La observación crítica de ese periodo histórico, que aquí presentamos como un momento de inercia del conflicto armado interno, llevó a varios analistas políticos (Vargas et al., 2010) a coincidir en que era necesario y urgente buscar la paz con las FARC-EP a través del diálogo. Como lo sintetiza Vargas (2010, pág. 68):
No solo por la experiencia histórica, sino por la realidad del conflicto interno armado, con una guerrilla golpeada, replegada y a la defensiva, pero lejos de estar derrotada y con una alta capacidad de producir daño, lo que se coloca al orden del día es la necesidad de diseñar una propuesta realista de salida política negociada al conflicto interno armado, sin que ello signifique que el Estado disminuya su accionar militar contra la guerrilla.
Precisamente, el proceso de paz, cuyo inicio anunciaron Santos y las FARC-EP al finalizar el mes de agosto de 2012, se planteó bajo esa figura de diálogo en medio de la guerra. El bienio que precede a ese anuncio (2010-2012), que identifico como el final del fin del fin, representa el momento de quiebre de la salida del conflicto armado por vías exclusivamente militares, y, en el plano discursivo, permite analizar el tratamiento retórico del desgaste de un discurso militarista-belicista que no podía ser negado o borrado, por parte tanto de la figura presidencial como de la cúpula guerrillera, pero que debía también romper la inercia del conflicto y virar hacia el discurso del proceso de paz. La reconstrucción retórica de la oposición política durante ese periodo es clave para entender esos procesos cruciales de la historia contemporánea en Colombia
10 Esta expresión sería usada en repetidas ocasiones por el general Padilla, durante el ejercicio de su comandancia, y años después, como embajador, candidato al Senado de la República y militar en retiro. Véase, por ejemplo, Padilla (11 de febrero de 2008; 29 de mayo de 2010; 6 de agosto de 2010; 7 de enero de 2014).
11 Los campos minados muertos son una táctica ofensiva de activación de minas a control remoto o de detonación programada (Ávila, 2010, pág. 20).
12 Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos han sido objeto de múltiples análisis que coinciden en afirmar su cercanía y alineamiento estratégico, desde los albores del siglo pasado. Para Tickner (2007, pág. 92) se trata, de hecho, de una política de Estado y no solo de cada gobierno de turno.
13 Basado en Foucault, Ortiz (2009) define el discurso militarista «como aquella situación en la que el pensamiento y el recurso a la acción militar se superponen como el argumento principal con el que se hace frente a los diferentes tipos de conflictos que las sociedades enfrentan y alrededor del cual terminan convocados los diferentes actores y sectores políticos y sociales. Es decir, como el componente sustancial de un pensamiento y unas prácticas que conducen a una sobrevaloración de la actuación y el pensamiento militar, sin que importe para ello quiénes sean sus actores o protagonistas» (pág. 86).
14 Las bases ideológicas que sostienen esta visión pueden leerse en un libro del asesor presidencial de Uribe, José Obdulio Gaviria (2005), quien presenta esa despolitización de las FARC-EP en los siguientes términos: «Se engolosinaron con el hierro y el plomo […]. Perdieron todo contacto con el pensamiento político, que es esencial para que exista movimiento político. Esa pérdida los condujo […] a que se disolviera el mando conjunto y que sus frentes se convirtieran en grupos aislados de la política, unidos por una caja común representada en las arcas o caletas llenas de dólares provenientes del secuestro y del negocio de la droga» (pág. 35).
15 A partir de 2013, el partido político fundado por Uribe y conocido como Centro Democrático reunió a la bancada uribista y empezó a concentrar la oposición a través de candidatos a diferentes cargos gubernamentales.
16 Estas muertes se sumaban a las de otros tres miembros del Secretariado, en 2008: alias Raúl Reyes, alias Iván Ríos (el primero, bombardeado, y el segundo, traicionado por su escolta personal) y el jefe máximo Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez (por muerte natural).
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