Marxismo y comunicación. Francisco Sierra Caballero
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En la historia de las teorías de la comunicación se pueden distinguir dos grandes tradiciones científicas: por una parte, aquella que se centra en la preponderancia y dominio de los textos y los medios, en virtud de la lógica de centralización y organización productiva de la industria cultural, definida como tal a partir de la Escuela de Frankfurt; y otra que, por el contrario, piensa la mediación como un proceso distributivo, centrada en las audiencias como eje de articulación y estructura agente del sistema comunicacional en virtud del modelo canónico de la teoría matemática que históricamente ha impregnado, con su racionalidad instrumental, el desarrollo del conocimiento comunicacional hasta nuestros días. Si bien desde mediados del pasado siglo han cambiado considerablemente las condiciones de organización de la mediación social –tanto por lo que se refiere al contexto de lectura como desde el punto de vista de las condiciones de enunciación y práctica teórica–, aún hoy sigue no obstante prevaleciendo una lógica neopositivista basada en el mito de la transparencia y el empirismo abstracto, absolutamente imperante por los principios que rigen –como veremos en el último capítulo de este libro– las políticas de ciencia y tecnología en el capitalismo cognitivo. Así, como puede colegirse del estado del arte actual de la investigación en comunicación, esta lógica de producción del conocimiento tiende a excluir en los circuitos de difusión del saber las lecturas más estructurales y dinámicas –por ejemplo, las de la economía política de la comunicación, una tradición investigadora que hoy día se antoja más que pertinente para el análisis de las complejas lógicas de organización de la llamada sociedad de la información o del conocimiento; en la medida en que conecta o religa lo histórico y social con el dominio de la naturaleza a la hora de comprender las lógicas sociales materiales y concretas que están en la base de las formas de desarrollo contemporáneo de la llamada economía de la innovación.
Ahora, no parece que el campo de la comunicología sea consciente, o suficientemente reflexivo, sobre el proceso de colonización que afecta al trabajo intelectual en nuestro ámbito. La influencia del pensamiento administrativo ha llegado hasta tal grado que la mayoría de investigadores ignora el proceso de sobredeterminación que condiciona su práctica académica, tanto en la selección de las agendas y objetos de estudio como en el diseño metodológico y los marcos conceptuales de comprensión del fenómeno de la comunicación. El presente ensayo, además de rendir tributo al sabio de Tréveris, ha sido escrito con la intención de aportar al lector elementos básicos para una necesaria crítica materialista de la mediación social y alumbrar una evidencia inexcusable en tiempos de libre comercio: la dimensión política de toda mediación cognitiva. En palabras de Douglas Kellner, la política y la economía, como matriz de abordaje de la comunicación, significa que la producción y distribución de la cultura tiene lugar en un sistema económico particular, en una forma de producción y reproducción social específica que no puede ni debe ser eludida, si algún sentido tiene la ciencia desde el punto de vista social (Kellner, 1997).
Hacer accesible al público las líneas de fuerza que sistematizan algunos de los principales aportes de la visión materialista no tiene, por tanto, otro objeto que ir sentando las bases de desarrollo del pensamiento emancipador en comunicación desde la tradición marxista. Se trata de un acto político y de constitución reflexiva, en la medida en que trata de situar el contexto de referencia, algunos debates y aportes fundamentales de la tradición crítica, en el nuevo marco de relaciones que debemos pensar contra corriente, si hemos de procurar dar sentido a la realidad más allá de la razón sedentaria. Este empeño se enmarca en el trabajo que venimos desempeñando en la sección de Comunicación y Cultura de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) y en la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (ULEPICC), espacios de articulación del pensamiento emancipatorio en comunicación que han desempeñado, especialmente en el último caso, un papel fundamental en el proyecto de consolidación del campo sociocrítico de investigación en comunicación. Esperamos que, por medio de la publicación de este libro, podamos abrir un diálogo productivo, partiendo de la idea matriz y original de deconstruir las formas contemporáneas de dominio del poder simbólico desde la recuperación de una tradición, por lo general negada, que debe y puede ser leída en nuestro tiempo a contrapelo de la historia.
Si el neoliberalismo opera por el principio de aislamiento moral e intelectual y de desconexión, la publicación de este modesto ejercicio tiene como objeto conectar a agentes, instituciones, comunidades de lectores, movimientos políticos y sociales y a la marginalizada triplemente (como línea, como campo y como fuerza) teoría crítica de la comunicación, en el actual horizonte histórico por venir. Una propuesta más que oportuna, considerando las transformaciones socioculturales que han tenido lugar en las ecologías de vida.
La conexión entre los aspectos culturales y comunicativos, los tecnológicos y económicos, y los político-informativos y tecno-estéticos que están en la base del modelo de análisis marxista puede, sin ningún lugar a dudas, definir un marco lógico de comprensión global de la interrelación existente entre los diferentes niveles de acción, que resulte revelador tanto de los problemas de orden práctico en el campo de disputa de la producción de sentido, por ejemplo con respecto a la dinámica desinformativa de la posverdad, como a la hora de abordar aspectos sustantivos de los modelos de representación ideológica presentes en la práctica teórica contemporánea sobre la cultura digital y las nuevas formas emergentes de intercambio.
Más allá y más acá de Marx, la revisión de los aportes expuestos a lo largo del libro pueden contribuir, a nuestro juicio, desde el punto de vista de la recepción, a despejar cierto desdibujamiento que, sobre la teoría marxista, han tendido a proyectar la mayoría de los culturalistas y los apologetas de la falsa libertad de información, al identificar la teoría crítica con el modelo economicista de la vulgata al uso sobre las teorías del control social ignorando, por principio, la compleja lectura propia de un pensamiento relacional capaz de explicar la realización de la lógica del valor y el fetichismo de la mercancía desde una definición materialista reveladora de la esencia de toda mediación social. Tal caricaturización ha sido debida, en parte, a la ausencia de lecturas apropiadas y a la habitual falta de ordenamiento del campo comunicacional, pero también cabe reconocer en estas interpretaciones sesgadas una firme y decidida voluntad negacionista del pensamiento estratégico, que ha procurado eludir su crítica al desplegarse, como en estos últimos años, una nueva disputa epistemológica desde los frentes culturales y las luchas por la autonomía y la independencia como baluartes de la tradición del pensamiento liberador. Por otra parte, como apuntamos en la presentación de los dos volúmenes de Comunicación y lucha de clases que editamos en el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL), ha sido poco habitual y nada constante el trabajo de autoobservación y registro de las experiencias de intervención, además de los aportes en esta línea de estudios. De ahí la importancia de la recuperación de la memoria y del saber de las luchas epistemológicas y político-culturales que han marcado la historia intelectual del pensamiento emancipador. No es posible avanzar en el conocimiento