El colapso ecológico ya llegó. Maristella Svampa
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Reflexiones finales. Por un pacto ecosocial y económico
Referencias
Maristella Svampa
Enrique Viale
EL COLAPSO ECOLÓGICO YA LLEGÓ
Una brújula para salir del (mal)desarrollo
Svampa, Maristella
El colapso ecológico ya llegó / Maristella Svampa; Enrique Viale.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2020.
Libro digital, EPUB.- (Singular)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-801-029-8
1. Ecología. 2. Ambientalismo. 3. Derecho Ambiental . I. Viale, Enrique. II. Título.
CDD 577.09
© 2020, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.
Diseño de portada: Pablo Font
Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina
Primera edición en formato digital: septiembre de 2020
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-029-8
Un médico me contó que existe una enfermedad en los olmos que no se sabe dónde y cuándo apareció, pero que los está extinguiendo sin que los árboles viajen en avión o se desplacen por el mundo. El relato reenvía a que igual que con los olmos, los hombres/mujeres estamos en un mismo espacio y nuestras conexiones van más allá de los viajes en avión. Si bien con estas pestes evitables las primeras víctimas son los pobres, de defensas y voces públicas bajas, no hay salidas individuales como machaca el neoliberalismo. La peste está entre nosotros, se manifiesta en la forma de vida que las grandes corporaciones económicas y sus aliados en el poder político eligieron para el mundo. Por eso más que aislarnos, debemos juntarnos y enfrentar la situación sin miedos, con responsabilidad e información.
Norma Giarracca (2009)
El dogma tiene la utilidad de un derrotero, de una carta geográfica: es la sola garantía de no repetir dos veces, con la ilusión de avanzar, el mismo recorrido y de no encerrarse, por mala información, en ningún impase. El libre pensador a ultranza se condena generalmente a la más estrecha de las servidumbres: su especulación voltejea a una velocidad loca pero inútil en torno a un punto fijo. El dogma no es un itinerario sino una brújula en el viaje. Para pensar con libertad, la primera condición es abandonar la preocupación de la libertad absoluta. El pensamiento tiene una necesidad estricta de rumbo y objeto. Pensar bien es, en gran parte, una cuestión de dirección o de órbita.
José Carlos Mariátegui (1995: 105)
Prefacio
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Cuando en marzo de 2020 nos encontrábamos cerrando este libro, el coronavirus fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Al inicio, algunos líderes políticos mundiales minimizaron sus alcances, pese a que el virus ya se había expandido en China y el sudeste asiático, y comenzaba a hacer estragos en las poblaciones de algunos países europeos y en los Estados Unidos, al tiempo que amenazaba a los países periféricos, cuyo grado de preparación era aún menor que el de los centrales. Pandemias hubo muchas en la historia, desde la peste negra en la Edad Media, pasando por las enfermedades que vinieron de Europa y arrasaron con la población autóctona en América en tiempos de la conquista. Entre la gripe, el sarampión y el tifus, murieron entre treinta y noventa millones de personas. Más recientemente, todos evocan la llamada “gripe española” (1918-1919), la gripe asiática (1957), la gripe de Hong Kong (1968), el VIH/SIDA (desde la década de 1980), la gripe porcina A H1N1(2009), el SARS (2002), el ébola (2014), el MERS (coronavirus 2015), y ahora el covid-19.
Lo extraordinario de esta pandemia es que detuvo a gran parte del planeta y cambió la agenda global. Ni el más osado colapsista podría haber pensado que un hecho de estas características iba a producir la inmediata parálisis de la economía mundial y la rápida instalación de un estado de excepción transitorio (el Leviatán sanitario) por la vía de los Estados-nación. Durante meses, casi un tercio de la humanidad vivió en una situación de confinamiento obligatorio de alcance total o parcial. No solo asistimos al cierre de fronteras externas; en nuestro país se instalaron controles internos a la manera de las antiguas “aduanas provinciales” e incluso, en nombre del paradigma de la seguridad y el control, se cerraron ciudades o pueblos a la manera de las aldeas medievales, para escapar de la peste.
Mirando en retrospectiva, resulta difícil pensar que el mundo anterior a la gran pandemia fuera “sólido”, en términos de sistema económico y social. En todo caso, la pandemia fue un gran revelador de sus límites, fragilidades y distorsiones. Por un lado, puso de manifiesto el agotamiento de un determinado modelo de globalización, cuestionado desde hace décadas por tantos movimientos sociales. Asimismo, luego de treinta años de exacerbación neoliberal, volvió a colocar al Estado en el radar de la política, en su doble faz de estado de excepción y de garante de los servicios básicos, a través del fortalecimiento del sistema sanitario y de la política de subsidios destinada a millones de habitantes y empresas. Por otro, la pandemia desnudó el alcance de las desigualdades sociales y desnaturalizó la tendencia planetaria a la concentración de la riqueza, despertando una enorme sed de justicia distributiva.
Un tema no menor es que la clase política mundial optó por minimizar las causas socioambientales de la pandemia, asumiendo un discurso de guerra. La proliferación de metáforas bélicas y el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial impregnaron los discursos de los mandatarios, desde Emmanuel Macron y Angela Merkel hasta Donald Trump y Xi Jinping. Esto se replicó en el presidente argentino, Alberto Fernández, quien habló constantemente del “enemigo invisible” y de “cerrar filas ante el enemigo común”, una figura que apunta a la cohesión social ante el miedo al contagio y a la muerte, pero que no contribuye a entender la raíz del problema sino más bien a ocultarla, además de naturalizar y avanzar en el control social sobre aquellos sectores considerados como más problemáticos (los pobres, los presos, los que desobedecen la vigilancia).
El discurso bélico confunde porque ataca el síntoma pero no sus causas profundas, vinculadas al modelo de sociedad instaurado por el capitalismo neoliberal, a partir de la expansión de las fronteras de explotación y, en este marco, de la intensificación de los circuitos de intercambio con animales silvestres, que provienen de ecosistemas devastados (Quammen, 2012; Aizen, 2020b), y de la proliferación de granjas alimentarias (cría de animales) a gran escala (Ribeiro, 2020). Pese a esta negación política, comenzaron a circular por medios y redes sociales una gran cantidad de estudios y análisis que dan cuenta de la relación entre capitalismo y naturaleza en el marco de la globalización, explicando el porqué de la frecuencia de estas enfermedades zoonóticas que se trasladan de animales no humanos a humanos.
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Atravesamos