Psicología política y procesos para la paz en Colombia. Omar Alejandro Bravo

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Psicología política y procesos para la paz en Colombia - Omar Alejandro Bravo

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la psicología política tienen que ver con: a) la deshegemonización disciplinar de las tareas de comprensión y sanación emocional, relacional y social derivadas de las guerras, violencias, pérdidas y traumas, que históricamente, desde la lectura moderna, se han posicionado como objeto de saber de los psicólogos, dejando por fuera las formas de reparación y sanación propias de las comunidades y desde las cuales se interpela y reconstruye el relato del individualismo y universalismo, del cual es cómplice la psicología; b) revincular y reparar la ruptura epistémico-disciplinar y práctica que buena parte de los psicólogos han ejercido al intentar pensar sobre el ser-estar-hacer en el mundo, retirándose o separándose de él y descuidando y obviando las consecuencias de sus acciones sobre el mundo.

      En segunda instancia, señalo del libro los aportes que aparecen desde la epistemología hermenéutica ontológica política o hermenéutica performativa, para pensar la psicología política como campo polifónico en construcción y con capacidad de transformación de la realidad. Esta propuesta epistémico-metodológica se puede ubicar dentro de las perspectivas denominadas «epistemologías del sur», al reconocerse una vocación contrahegemónica respecto a las maneras tradicionales de construir conocimiento. Según Alvarado et al. (2014), tres aspectos caracterizan esta perspectiva: la acción (retomada de Arendt), que potencia la experiencia política en el ámbito de lo público, para desde allí crear la novedad, lo inesperado, los mundos posibles; el lenguaje (desde la perspectiva de Heidegger), que se expresa en forma de narrativas, lo que permite comprender los «conceptos políticos como acontecimientos históricos»; la vida cotidiana, que permite reconocer cómo la transformación de la historia no se hace solo a nivel de grandes estructuras, sino que se realiza mediante gramáticas de la vida cotidiana, desde las cuales se construyen microhistorias que transforman las prácticas y los sentidos impuestos socialmente.

      Por otra parte, el tercer aporte que resalto del libro es su posibilidad de ayudar en la ampliación de las categorías conceptuales, para nombrar y comprender los contextos, procesos, prácticas y retos actuales en materia de construcción de paz, reconciliación, reparación y democracia.

      En el ámbito colombiano, Molina y Ribera (2012) señalan que los primeros estudios de la década del ochenta en temas de psicología política, en el contexto nacional, se refirieron a: participación política, ciudadanía, representaciones sociales de diversos objetos, fatalismo y violencia política.

      De igual manera, estos autores muestran que entre 1990 y 2012 los trabajos de psicología política en Colombia abordaron especialmente asuntos asociados al conflicto armado, el desplazamiento forzado, la violencia política, el conflicto, el trauma social, la resistencia comunitaria, la democracia, la socialización política, la subjetividad política y la identidad política.

      Todos estos estudios, sin duda, aportaron conceptos necesarios para configurar el campo y la práctica de la psicología política en el país. Sin embargo, actualmente, no todos ellos permiten captar las complejidades y matices, por ejemplo, de los procesos de socialización política, subjetivación política y acción política en los que participan los niños, niñas, jóvenes y mujeres; esto evidencia la necesidad de configurar nuevas categorías que acojan la voluntad, capacidad, acción y creación de los individuos y grupos. De esta forma, la presente obra señala algunas pistas conceptuales que nos permiten ampliar nuestra caja de herramientas. Algunas son:

      a) Memoria política: este concepto no solo retoma y reafirma la importancia de la memoria en la superación del trauma individual y colectivo, y en la construcción de condiciones de convivencia pacífica, sino que, además, propone una visión diferente para abordar el problema de la memoria desde la psicología política, haciendo énfasis en la potencia, pasando de la memoria traumática como centro de la comprensión al reconocimiento de la memoria política que se consolida en el paso del afrontamiento individual a lo colectivo, mediado por el lenguaje y en aquello que emerge en las relaciones, interacciones y conversaciones con el otro.

      Es novedoso como se aborda el tránsito de la memoria traumática a una memoria política, mostrando que esta última se construye cuando se rompe el silencio y el aislamiento individual, y posibilita una participación en espacios relacionales que permiten el reconocimiento y práctica de los derechos, el accesos a la verdad y a la justicia, o la participación en rituales simbólicos para la elaboración del sufrimiento o la puesta en marcha de acciones de apoyo mutuo; dichos escenarios movilizan conversaciones en las cuales se confrontan los pensamientos repetitivos y fijados al terror, la culpa y la tristeza, generando nuevas comprensiones y posibilidades, así como nuevas formas de vincularse con la memoria del familiar desaparecido.

      b) Efectos psicológicos de los mecanismos de justicia transicional en Colombia: esta categoría invita a un giro interesante en los estudios de la psicología política en el país, al reconocer la necesidad de incluir las voces de los antes llamados «victimarios», ahora «responsables», para comprender de mejor manera el impacto psicológico que la aplicación formal de medidas de justicia transicional ha presentado, tanto en excombatientes de los ejércitos legales e ilegales como en las víctimas de su violencia. Esta mirada ayuda a visibilizar otras experiencias, cuerpos y voces que permiten narrar desde otras orillas las historias de la guerra y violencia; además, se logran nuevas comprensiones sobre los sentidos y prácticas acerca de la justicia fuera del ámbito de la aplicación de medidas transicionales, en víctimas y no víctimas del conflicto.

      Finalmente, el cuarto aspecto que destaco como una de las contribuciones significativas del libro alude a lo que denomino el horizonte ético-político que señala para el campo de la psicología política en nuestros contextos. Las diferentes investigaciones hacen un llamado directo a los profesionales e investigadores que desde diversos campos trabajan con los individuos y grupos afectados directa e indirectamente por el conflicto armado y las diferentes formas de violencia.

      Este libro señala una agenda ético-política en la que se muestra la urgente necesidad de fortalecer el posicionamiento de los profesionales respecto al tipo de relacionamientos que establecen con los participantes de los proyectos sociales o investigativos. Aparece un llamado reiterado por el trabajo desde el reconocimiento de saberes, prácticas y potenciales individuales y colectivas, por el despliegue de capacidades para el agenciamiento de otras formas de ser, sentir, estar, decir, comprender que sean efectivas en la vida cotidiana. Se aboga por la no revictimización que enfatiza en las experiencias, memorias y narraciones de dolor, culpa y dependencia, ni tampoco por la mirada extractivista en términos de investigación o acción y acompañamiento social a comunidades y grupos considerados en riesgo o marginados. Una mirada en la que sus experiencias y narraciones son usadas como materia prima para fabricar o actualizar teorías que no contribuyen a cambiar las realidades a las que se refieren, no ayudan al despliegue de los potenciales humanos ni al agenciamiento para un mejor vivir de los participantes. Es decir, prácticas investigativas cuyos únicos y reales beneficiarios son los intelectuales que las realizan y comunican en sus discursos retóricos.

      En consonancia con lo anterior, el libro invita a diversificar las formas de llevar a cabo la construcción de conocimiento, acudiendo a métodos de vocación crítica y con énfasis en la transformación. Métodos que, como la IAP, la microetnografía o la hermenéutica ontológica política, reconozcan la importancia del dialogo de saberes y de la colectivización de las comprensiones, a través de análisis colaborativos en los que los participantes no sean vistos como informantes, objetos pasivos a observar, o curar, ni como sujetos epistémicamente inferiores, sino como sujetos políticos, con capacidad de agencia, sujetos históricos, sujetos con cuerpo y emoción, sujetos en creación permanente.

      Para concluir, retomo a Molina y Ribera (2012), quienes consideran tres retos del campo que aparecen claramente señalados en esta obra.

      El

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