Lady Aurora. Claudia Velasco
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–Charles…
–De aquí a octubre lo tendremos todo resuelto, no te preocupes, Dawn. ¿La petición de mano tendré que hacerla ahora a tu tío Gerard Abercrombie o seguirá siendo lord FitzRoy tu tutor legal?
–Supongo que mi tío Hugh seguirá siendo mi tutor legal, pero… –miró hacia el círculo de piedra y vio que todo estaba a punto de empezar–. Acerquémonos a ver esto, ¿quieres? No me apetece seguir hablando de este tema.
–De acuerdo, pero dime una cosa –buscó sus ojos y ella asintió–. ¿Te casarás conmigo?
–Charly, por Dios…
–Aurora Alexandra Elizabeth Clara FitzRoy, ¿te casarás conmigo?
–Vamos… –se agarró de su brazo y lo hizo caminar hasta las banquetas de madera instaladas por el personal de los duques para sus distinguidos invitados.
–¡Hoy jugaremos con el tiempo, con el espacio, con la vieja magia, con la nueva ciencia, hoy, ladies and gentlemen, os enseñaré mi poder! –gritó monsieur Petrescu por encima de los murmullos y todo el mundo guardó silencio.
Aurora buscó con los ojos a su prima Rose, que estaba sentada a la diestra de las hermanas Etherington, y le sonrió, desvió la vista y se encontró a su tío y a sus primos de pie, observando la escena con incredulidad y un poco de burla, movió la cabeza y se topó de pronto con la mirada iracunda de su tía Frances, que le hizo un gesto para que se apartara de Charles Villiers, pero ella la ignoró y prestó atención al mago.
–Desde tiempos inmemoriales, desde los primeros hombres, este círculo ha estado cargado de magia, de poder, de alquimia, y hoy haremos desaparecer a mi ayudante delante de vuestros propios ojos…
–Dawn –Charles le cogió la mano disimuladamente y se inclinó para hablarle al oído–. ¿Cuándo te marchas a Elderslie?
–Mañana.
–¿Tan pronto? ¿Por qué?
–Si no quiero decidirme por un marido, tengo que irme en seguida. Es una buena opción.
–La mejor opción es hablar con tu tío ahora mismo –hizo amago de ponerse de pie, pero Aurora lo detuvo y le señaló el escenario donde una de las ayudantes del mago acababa de entrar en una caja de madera que estaban sellando con un montón de cadenas y candados–. No puedo permitir…
–Déjalo, ¿quieres? Cuando esté en Escocia…
–Puedo viajar contigo mañana.
–No, de eso nada.
–No pienso dejarte sola, no pienso pasar el verano separado de ti, ya bastante he hecho recorriendo Italia durante dos meses. ¿Quieres matarme? Todos parecéis estar en mi contra.
–Nadie está en tu contra, Charly, no seas niño.
–¿Que no sea niño? –la miró furioso y ella bufó.
–Deberías hablar con tu padre, Charles.
–¿Qué?
Oyó como la gente aplaudía muy asombrada al ver la caja, tras unos minutos de sortilegios y ceremonial, vacía, sin la ayudante por ninguna parte, y miró hacia allí intentando ignorar a su amigo, pero él insistió tanto que no le quedó más remedio que prestarle atención.
–¿Qué pasa? Háblame, Dawn. Háblame, por favor.
–Mi tía me ha dicho que piensan anunciar tu compromiso con Rose antes de que acabe el verano.
–Eso es una vil mentira.
–Repito, deberías hablar con tu padre.
–¿No habrás dado crédito a semejante embuste?
–Solo te estoy contando lo que me dijo.
–¿Qué más te dijo?
–Que tu familia jamás aceptaría un compromiso con alguien como yo.
–Eso es absurdo.
–Te aprecio muchísimo, Charly, nos conocemos desde niños, eres mi mejor amigo, solo deseo lo mejor para ti y creo que lo mejor para ti ahora es ir a Londres y aclarar tu situación con tus padres, comprobar si ya han firmado alguna propuesta de matrimonio en tu nombre, y después de eso hablaremos. No me moveré de Elderslie, te lo prometo.
–No puede ser, tú tienes que venir conmigo a Londres, hablaremos los dos…
–No, esto es algo que tienes que averiguar tú solo.
–Ladies and Gentlemen! –gritó otra vez Petrescu y Aurora soltó la mano de Charles, se apartó un poco de él y miró al frente–. Habéis sido testigos no de un simple truco de magia, sino de un proceso alquímico de viaje en el tiempo. ¿Alguien se atreve a probarlo en su propia carne?
–¿Viaje en el tiempo? –preguntó un caballero y el mago le hizo una reverencia–. Su ayudante está ahí mismo, detrás de usted…
–Claro, milord, ella ha ido y ha vuelto en unos segundos, el viaje en el tiempo no cuenta las horas y los minutos como nosotros, solo son instantes.
–Una patraña… –soltó alguien por ahí y todo el mundo se echó a reír, Aurora se sintió muy incómoda por el pobre monsieur Petrescu, que solo estaba haciendo su trabajo y se puso de pie.
–¿Milady? –preguntó él con su acento eslavo.
–¿Es inocuo? Quiero decir, ¿es inocuo viajar por el espacio tiempo?
–Espacio tiempo, un término muy exacto, milady, veo que está familiarizada con el concepto.
–He leído algunos libros y mis padres… –de repente se fijó en que todo el mundo la estaba mirando con atención y se sonrojó–. Mi padre era explorador y arqueólogo, un hombre de ciencia que, sin embargo, creía en la posibilidad del viaje en el tiempo.
–Su padre era un hombre sabio, lady…
–FitzRoy, Aurora FitzRoy.
–Encantado, milady, es un placer hablar con una mente abierta como la suya –se escucharon cuchicheos y risas ahogadas, pero Aurora no se sentó–. Y he de decirle que sí, efectivamente, el viaje en el tiempo es inocuo, yo mismo lo he probado muchísimas veces.
–¿Y adónde ha ido? –preguntó con sorna su primo Henry y todos le celebraron la gracia.
–Me temo que ese no es un tema para tratar en público, milord, aunque he escrito varios libros al respecto que usted puede leer cuando guste.
–En Oxford no creo que los encuentre.
–Tal vez se equivoque, milord. En fin… –dio una palmadita y miró a todo el público con una gran sonrisa–. ¿Alguien dispuesto a vivir un viaje por el espacio tiempo? ¿Nadie?
–Yo