Educación, filosofía y política en la Argentina 1560-1960. Juan Carlos Pablo Ballesteros
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Las leyes de la Recopilación de Indias nunca hablaban de colonias, sostiene Levene, y en diversas prescripciones se establece expresamente que son provincias, reinos, señoríos, repúblicas o territorios de islas y tierra firme incorporados a la Corona de Castilla y León. La primera de esas leyes es de 1519, dictada para la Isla Española, antes de cumplirse treinta años del descubrimiento, y la de 1520, de carácter general, es para todas las Islas e Indias descubiertas y por descubrir (Recopilación de Leyes de Indias, Libro III, Título I, Ley 1).
El principio de la incorporación de estas provincias implicaba el de la igualdad legal entre Castilla e Indias, amplio concepto que abarcaba la jerarquía y dignidad de sus instituciones. “Puesto que las Indias no eran colonias o factorías, sino Provincias, los Reyes se obligaron a mantenerlas unidas para su mayor perpetuidad y firmeza prohibiendo su enajenación y en virtud de los trabajos de descubridores y pobladores y sus descendientes, llamados ‘los beneméritos de Indias’, prometían y daban fe y palabra real de que para siempre jamás no serían enajenadas.”10 Poco más adelante explica Levene que la Academia Nacional de la Historia, en octubre de 1948, se expidió al respecto con estos términos: “respetando la libertad de opinión y de ideas históricas, sugiere a los autores de obras, de investigación, de síntesis o de textos de Historia de América y de la Argentina, quieran excusar la expresión ‘período colonial’ y sustituirla entre otras por la de ‘Período de dominación y civilización española’”.11
Otra cuestión a considerar con respecto a la periodización de Alberini es que la misma es válida casi solamente para Buenos Aires, ya que en el interior prácticamente no hubo representantes de algunos de los períodos que señala. Alberto Caturelli escribe que la división de Alberini es insuficiente e imprecisa, entre otras cosas porque parece ignorar casi totalmente el pensamiento desarrollado entre 1610 y 1810. Sostener que Chorroarín fue el mejor representante del primer período es “no tener ni la más remota noticia de la historia del pensamiento anterior a 1810. Eso explica por qué, leyendo su discurso de apertura del Primer Congreso Nacional de Filosofía en Mendoza, en 1949, se tiene la impresión de que la historia de la Filosofía en la Argentina se identifica con la historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Semejante ingenuidad histórica sólo era posible por una total ignorancia de sus fuentes”.12
Hay, por último, una última observación sobre la periodización de Alberini. El paso de la filosofía imperante en el período hispánico (primer período) al pensamiento iluminista (segundo período) es, en filosofía, un paso demasiado grande, que por cierto no ocurrió de ese modo en Europa, en la que entre la escolástica (término en este caso bien entendido), que concluye prácticamente a fines del siglo XIV, le siguen los siglos XV y XVI, en el que se desarrolla la escolástica decadente al mismo tiempo que las ideas del Renacimiento. La filosofía moderna recién comienza en el siglo XVII y el Iluminismo es propio del siglo XVIII.
Además, creo que entre el primero y el segundo período señalados por Alberini habría que colocar una suerte de subperíodo, que explica el paso del primero al segundo. Lo denomino período ecléctico y está representado por una institución muy particular: el Real Colegio de San Carlos. En el Río de la Plata es principalmente Juan Baltazar Maziel (o Maciel) quien introduce el eclecticismo, cuyo centro es este colegio, que existió entre 1783 y poco antes de 1810.
No obstante lo señalado anteriormente, la periodización de Alberini, a grandes rasgos, me es útil, con los cambios de denominación que realizaré, para establecer los distintos momentos de la educación en la Argentina en sus contextos filosóficos y políticos.
La herencia cultural: la situación de España en la filosofía y en las letras en los años del “poblamiento”.
Nuevamente hay que marcar la diferencia de nuestra situación con la del Perú y México, en los cuales los españoles se encuentran con una cultura indígena bastante desarrollada. Cuando se da el encuentro de dos culturas en distinto grado de desarrollo (la que traía España era en varios sentidos superior, pero sobre todo en el tecnológico) se da un proceso de interculturalización, donde se mezclan elementos de ambas, con la primacía de la superior. En cambio, cuando una cultura superior se encuentra con otra que está en un estado muy primitivo, la primera se impone casi de un modo completo sobre la otra. Tal es lo que ocurrió entre nosotros. Esto es lo que llevó a Alberdi en su obra Bases a sostener que entre nosotros todo es europeo: idioma, costumbres, vestimentas, etc. Y nuestro gran poeta Leopoldo Lugones (1874-1938) sostuvo que la Argentina “era un país joven con tres mil años de cultura”. Esto a primera vista parece contradictorio, pero Lugones está pensando que culturalmente somos herederos directos, a través de España, de la cultura de Grecia y Roma. Directos precisamente porque la cultura que trae el español a estas tierras tiene muy poco con qué mezclarse de la que podrían aportar algunos pueblos indígenas; apenas algunos términos de nuestra toponimia: Paraná, Iguazú, etc.; algunas costumbres, como tomar mate, el idioma guaraní circunscripto a las actuales provincias de Misiones y Corrientes y donde ya una minoría muy pequeña de la población lo conoce, etc. Por eso podría afirmarse que la Argentina, a diferencia de otros países del sur de América, en los que predomina lo indoamericano o lo afroamericano, es un país en el que predomina, hasta ahora, lo euroamericano.
España comienza a ser cuando es conquistada por Roma, cuando Hispania nace como provincia romana. Y con esta unión gana Roma una pléyade de guerreros, filósofos y poetas que le otorgan a Hispania un lugar preponderante dentro del imperio. Baste recordar que España ofrece al imperio romano cinco césares españoles, dos de ellos de particular importancia: Trajano, bajo cuyo régimen llega Roma al máximo de su expansión con la anexión de la antigua Dacia, hoy Rumania, y Adriano, que proyecta lo romano hacia lo universal. Pero además España –más precisamente Córdoba, ciudad imperial por excelencia– ofrece a Roma un núcleo familiar que representaría cabalmente lo que Roma significó para el mundo antiguo: Marco Anneo Séneca, el retórico; Lucio Anneo Séneca, el filósofo, que para Caturelli tal vez sea el más grande filósofo de la latinidad,13 y Marco Anneo Lucano, el poeta. Los españoles Marcial y Quintiliano fueron también fundamentales para poner a través de la cultura los fundamentos remotos de la hispanidad.
Ricardo Rojas, en su Eurindia,14 sostiene que la historia de la civilización en América requiere como tema previo el conocimiento de la civilización española, especialmente en sus costumbres y letras del siglo XV. Yo le agregaría los siglos XVI y XVII, porque América recibió en el orden cultural lo mejor de España: su famoso Siglo de Oro, que fue un período de florecimiento del arte y la literatura en España que coincidió con el auge de la dinastía de los Austrias. No tiene fechas precisas, pero puede considerarse su inicio con la publicación del Arte de la lengua castellana o Gramática castellana, en agosto de 1492, de Antonio Martínez de Jarava (1441-1522), más conocido como Elio Antonio de Nebrija. Antes de su publicación solamente el Latín y el Griego se estudiaban con Gramáticas. Las lenguas populares vernáculas se aprendían solamente por la práctica. Con la Gramática de Nebrija se asume el uso del castellano como lengua española. Se considera a Pedro Calderón de la Barca, fallecido en 1681, como el final