La cábala. Mario Saban

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La cábala - Mario Saban Psicología

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ni la conciencia Bet ni la conciencia Alef. Para que exista, pues, una conciencia «Alef», el sujeto debe de modo realista aprender a existir en las dimensiones más bajas de la realidad. Y justamente es en las dimensiones inferiores donde se puede aprender el mejor ascenso a una conciencia Alef.

      La «Vida» destruye los conceptos inferiores del Bien y del Mal. Y aunque los sistemas inferiores decidieron elevar el «mal» hacia el mundo superior (Alef) a partir de la muerte física, jamás el mal logrará destruir el Bien del orden superior que es la Conciencia divina automanifestándose en una constante revelación existencial. Y estamos haciendo referencia a una conciencia más allá de nuestra conciencia subjetiva específica.

      A pesar de esto, debemos ser conscientes de que el entorno (muchas veces agresivo con mi Yo) puede provocar una distorsión tal, que me haga «creer» que el único mundo real es el de la Bet. Mi Yo tiene que (a pesar de sostener su subjetividad) no caer en la trampa social de la presión del entorno o en la trampa material de la exclusividad dimensional de Maljut, sino «crecer» subjetivamente para alcanzar la extracción mayor de la potencialidad oculta de cada sujeto. Si el Yo logra percibir el «Entorno» (Yesod), sea a través de la agresión, o del elogio como opciones de crecimiento del Yo, entonces nos encontramos modificando nuestras percepciones interiores.

      Es, por lo tanto, un trabajo doble, defendernos de las presiones del entorno social hasta alcanzar la máxima liberación del Yo y defender mi subjetividad pero sin caer en una construcción subjetiva producto de dicha defensa, porque entonces mi Yo no está construido a partir de mis verdaderas potencialidades interiores, sino a partir de las cicatrices sociales dentro de mi Yo. Debo crear las defensas de mi personalidad interior en la Tiferet para sobrevivir y adaptarme al entorno social y, al mismo tiempo, debo cuidar mi sensibilidad interior para continuar mis ascensos en los diferentes niveles de conciencia. Mi elevación cognitiva en la Biná no debe encontrarse obstaculizada por los problemas inferiores, sino que, por el contrario, los aumentos de mis niveles de consciencia deben continuar y potenciarse justamente por aprender de las dimensiones más bajas del Árbol de la Vida.

      La raíz del alma (la esencia de mi Yo), es decir, los niveles más elevados del alma deben ser expresados exteriormente incluso frente a las agresiones (explícitas o implícitas del entorno). La construcción de una felicidad interior independiente de todas las actividades externas es la clave para acceder al interior de la Merkabá.

      Aunque sabemos, los que trabajamos dentro de la Jojmá Nistará (sabiduría oculta del judaísmo), que no existe ni el bien ni el mal en la Eternidad, pero sí que existen dentro del mundo de la Bet. Al existir con consciencia en el mundo de la Bet, el mal y el bien operan como realidades, y, por lo tanto, debemos conocer que el bien y el mal son productos directamente de mi consciencia subjetiva, porque debo defender mi Yo del entorno, y cada vez que defino los límites de mi subjetividad automáticamente estoy creando un bien y un mal con relación a mi subjetividad. Y no es tan simple como lo presentamos; a pesar de que un sujeto esté realizando el esfuerzo de elevar su conciencia al nivel Alef, puede ser presionado por el entorno para rebajarse al nivel Bet, entonces son los «otros» los que definen mis límites (y no mi propio Yo). A pesar de que me puedan imponer límites identitarios en las siete dimensiones inferiores, el poder mental de mi Yo y su capacidad de modificación cognitiva dentro de la psique (en el nivel del alma de la Neshamá) siguen estando bajo nuestro control y dominio.

      La consciencia es la que crea al sujeto y, a partir de ahí, el Yo (ya creado) desea la defensa de la existencia subjetiva, y esto conlleva automáticamente a que el Yo se encuentra gastando las energías psíquicas en la defensa de su subjetividad, y no en su propio crecimiento. Entonces aparece una de las paradojas fundamentales de la existencia: a mayor conciencia subjetiva, mayor es la subjetividad que debemos defender, pero paradójicamente cuando dejamos de defender la subjetividad, es entonces cuando realmente elevamos la conciencia hacia nuestra máxima potencialidad porque ya no obligamos a nuestras energías psíquicas a operar exclusivamente (o mayoritariamente) en el mundo de la fragmentación, sino en la unificación constante de nuestro Yo con toda la realidad cosmogónica.

      Entonces debemos trabajar en dos frentes simultáneamente: por una parte, desgastar el mínimo de energías psíquicas en la defensa de nuestra subjetividad frente al entorno social, y, por la otra, concentrar el máximo de energías psíquicas en nuestra elevación constante aumentando los niveles de consciencia.

      Lo ideal sería que exclusivamente concentremos nuestras energías psíquicas en la ascensión de los niveles de consciencia de forma permanente, pero este «ideal» en realidad choca con la defensa de nuestra existencia subjetiva en el mundo de la fragmentación (Bet).

      Al no poder renunciar al mundo de la Bet, debemos gestionar dicho mundo a través de la consciencia Alef de elevación permanente. El interrogante entonces tendría que ser: ¿podríamos llegar a operar dentro del mundo de la fragmentación sosteniendo la consciencia permanente Alef? Aparentemente, la misma existencia del mundo de la Bet nos puede «hacer creer» de forma imaginaria que este es el verdadero y único mundo. Toda la defensa de nuestra subjetividad puede provocar que confundamos Tiferet con Keter. Porque la Biná opera como la «Madre arquetípica» del Yo de la Tiferet, y al buscar la seguridad subjetiva refuerza nuestra percepción de la realidad como un sistema único en el orden de la fragmentación. Pero debemos lograr que la Jojmá, o el Padre arquetípico, ingrese dentro del sistema para moderar la percepción de defensa subjetiva que hace el Yo y que provoca automáticamente una consciencia de tipo Bet.

      35. El problema del mal como resultado del tiempo y el espacio

      «Si una persona no ve que todo el bien del mundo físico es exactamente lo mismo que su mal, es imposible que unifique todas las cosas».

      RABÍ YOSEF CARO (1488-1575)

      El bien y el mal son factores que se encuentran relacionados con el orden espacio-temporal, y cuando en el futuro podamos controlar físicamente las variables del espacio y el tiempo destruiremos el Árbol del Bien y del Mal y alcanzaremos realmente el Árbol de la Vida eterna. La «Eternidad» será entonces el «Bien supremo» de la conciencia divina en constante revelación. A pesar de nuestra temporalidad subjetiva, la conciencia global se revelará eternamente dentro del tiempo-espacio y fuera de las variables del tiempo-espacio. Es más, la consciencia divina no necesita específicamente de nuestra subjetividad para continuar elevándose dentro de esta realidad.

      Pero nosotros somos «conscientes» de que estamos trabajando para la mejor revelación divina posible, y que si no somos nosotros quienes elevamos el Ein Sof en este mundo, otras especies u otras consciencias subjetivas más allá del ser humano nos reemplazarán. ¿Y cómo sabemos esto? Dice la tradición judía que Dios ya construyó y destruyó mundos antes que el nuestro. ¿Y por qué motivo tiene que dejar que el nuestro sobreviva si nosotros no trabajamos para redimirlo? Esta es una de las funciones fundamentales del pueblo de Israel a lo largo de la historia, la revelación constante de los más altos niveles de consciencia divina dentro de la manifestación, pero en la época mesiánica este debe ser el trabajo de toda la humanidad. Porque aquellos que trabajan por la redención mesiánica120 a través del aumento del Daat son en realidad parte del plan divino.

      Porque sabemos, por la cábala, que existe revelación en el Universo de la Briá (Universo de la Creación, tiempo-espacio) y existe revelación en el Universo de Atzilut (Universo de la Emanación, eternidad). El Árbol del Bien y del Mal tiene su origen en el Universo de la Briá, porque a través de la Briá (Biná cosmogónica) ingresamos en la matriz del mundo de la dualidad (mejor dicho, en términos más específicos, en el mundo de la fragmentación). Alguno podría objetar que en Atzilut ya existía «fragmentación» debido al desarrollo de las diez dimensiones (Sefirot), pero como estas diez estructuras se encontraban dentro del mismo Ein Sof y no se habían revelado en acto, podríamos decir que no existía la fragmentación a pesar de existir de forma potencial.121

      Derrotamos

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