La cábala. Mario Saban

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La cábala - Mario Saban Psicología

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toda conciencia del Yo en función de un centro psíquico, para pasar a ser un fragmento del Ein Sof dentro del Ein Sof, y al alcanzar la conciencia de la Nada destruimos toda distorsión real en la comprensión general cosmogónica.

      Alcanzar «Keter» tiene un alto precio, y en realidad como allí nos encontramos en el «Daat Cosmogónico» subjetivamente no alcanzamos nada concreto, lo que alcanzamos es un estado donde opera la modificación permanente de nuestros estados de percepción de la realidad. Entonces somos una parte del No-Yo, y es entonces cuando modificamos la percepción general en todas las dimensiones, porque todas ellas ahora trabajan para un crecimiento espiritual constante de toda la estructura. Todas las energías psíquicas ya no se encuentran distraídas en los mundos inferiores, sino focalizadas en la elevación trascendente de dichos mundos inferiores.

      En la psicología del misticismo judío sabemos que si una persona modifica su estado de percepción, entonces dispone de una estrategia global que altera sus estados de consciencia. En un nivel superior (en el estado psicológico de la Merkabá), el Yo toma el control de sus percepciones hasta tal punto que las puede modificar para anular el dolor. No estamos diciendo que el dolor no continúe existiendo en los niveles inferiores, sino que el dolor queda suprimido a nivel mental.

      34. La coordinación entre el mundo superior de Alef y el mundo inferior de Bet

      «El Mal no es una realidad autónoma sino un mensaje de Dios».

      RABÍ ALEXANDRE SAFRAN (1910-2006)

      En este nivel, cesa de trabajar el sistema de compensaciones constantes del mundo inferior, porque en un grado de felicidad interior, ya nada hay que compensar. Se compensa en una dimensión cuando sufrimos dolor en otra, y nos gratificamos por compensación. Pero en un nivel superior, entre la Jojmá y Keter, toda compensación dentro del mundo inferior cesa, desaparece. Por lo que, en ese nivel, uno existe en función de un aumento permanente en los niveles de consciencia. Se podría objetar que la espiritualidad se puede transformar en una espiritualidad de fuga (evasión de la realidad material), y entonces se produce la transformación de la espiritualidad como un mecanismo también compensatorio. En realidad, cuando sucede esto lo podemos verificar porque los desequilibrios inferiores se magnifican en el orden superior. Si la espiritualidad representa un método de fuga de los mundos inferiores, entonces realmente no estamos operando dentro de la verdadera espiritualidad del misticismo judío, ya que este obliga al Yo a afrontar la realidad material de las dimensiones inferiores. Así pues, la espiritualidad en el judaísmo no es un elemento de fuga de los mundos inferiores, sino un compromiso trascendente con dichos niveles.

      El mal, pues, en un nivel superior, queda subyugado por la Merkabá. En realidad, el mal puede desaparecer por efecto del cambio de percepción que se puede operar desde la Merkabá. Si no respondemos al mal,113 sino que aprendemos de él, entonces decimos que hemos extraído «el bien del mal».

      La desaparición física (la muerte) es un mal desde la perspectiva material, sin embargo, ¿cómo sabemos si dicha alma no ha cumplido su función? ¿Quiénes somos nosotros para determinar los años temporales dentro de la materialidad y relacionarlos con el sentido existencial? Es un absurdo pensar que existe una relación entre los años biológicos y el sentido existencial. Por más años biológicos dentro de la materia que posea un sujeto, no implica necesariamente que haya alcanzado el sentido existencial. Quiero citar las palabras del joven judío mexicano Jonathan Salomón Rosental Masri (Z “L) (1987-2013):114

      «Yo creo que la felicidad es algo relativo, pero es un estado en el cual estamos a gusto con lo que somos y lo que tenemos, no tiene que ser tan complicado como pensamos, ya que para algunas personas podría ser el hecho de comerse una paleta de dulce y para otras ser el hombre más rico del mundo. Estos son los 7 puntos que creo que son lo más importante para poder llegar a ser felices: Ser tú mismo, estar relajado, sonreír, ponernos metas, Karma, relaciones sanas y hacer a alguien mas feliz».

      Más allá del contenido del escrito, me gustaría proponer el siguiente interrogante: ¿No ha cumplido el sentido existencial el alma de este joven? Claro que queda el dolor biológico, por supuesto que su familia ha quedado afectada, todo esto es de una lógica imposible de negar. Sin embargo, el interrogante sigue en pie: ¿No vino el alma de Jonathan Salomón Rosental Masri a enseñarnos algo? Dice en su escrito, la felicidad es el estado donde estamos a gusto «con lo que somos». Este nivel de autoconocimiento se puede alcanzar con 20 años, y a veces existen sujetos con 90 años de existencia biológica que no han logrado estar a gusto consigo mismos.

      Llegamos entonces a la conclusión de que la felicidad (paz interior) no necesariamente tiene que ser equivalente a la cantidad de años biológicos que acumulamos en esta existencia material. La intensidad existencial no se relaciona de ninguna manera con el tiempo biológico, y el aumento de la intensidad existencial lo otorga el nivel de autoconocimiento personal.

      Y por ese motivo dice el texto hebreo bíblico del Eclesiastés, capítulo 6, versículo 3:

      «Aunque un hombre engendre cien hijos, y viva muchos años, y los días de su vida sean numerosos; si su alma no se sació del bienestar… yo digo que un abortivo es mejor que él»

      Los años biológicos en la vida material no se corresponden con el cumplimiento del sentido existencial del alma. Y entendido este asunto, podemos afirmar que realmente lo que importa es concentrarnos en nuestro sentido existencial que se encuentra cuando alcanzamos la consciencia Alef. Sin embargo, vivimos biológicamente dentro de las dimensiones inferiores del mundo de la fragmentación como si estas fueran la única realidad en sí mismas.

      Por ese motivo, los cabalistas han explicado que en el mundo superior más allá del Universo de Briá, el mal desaparece ya que no tiene entidad propia. Pues si los ataques que recibe mi «Yo» en su dignidad subjetiva no me rebajan a los niveles inferiores de conciencia he logrado vencer el mal realmente dentro de mi interioridad. Así pues, la existencia subjetiva debe trabajar simultáneamente en el plano del mundo superior para seguir creciendo a pesar de que la sociedad general intente rebajarme por su presión exterior a los niveles inferiores.

      Porque si la presión social exterior (Yesod) o el mal natural biológico (Maljut) logran rebajarme a los niveles inferiores de la realidad, es que nunca he alcanzado los grados superiores de consciencia (que teóricamente creía haber alcanzado). Por ese motivo, los ataques del mal exterior dentro de la realidad inferior (de las siete dimensiones inferiores) deben elevar mi conciencia hacia los niveles más altos.

      Porque si he derrotado al mal exterior, pero dicho mal exterior se me ha incorporado dentro de mi estructura subjetiva, en realidad el mal ha vencido sobre mí. Vencer realmente al mal no es simplemente vencerlo en el exterior, sino vencerlo en mi interioridad (incluso si continúo siendo atacado por los «Otros» dentro del mundo exterior).

      Porque conceptualmente el «Bien superior» representa la comprensión real de que el bien y el mal corresponden a dos caras de la misma moneda en el orden inferior.

      El mal, por lo tanto, no queda derrotado porque lo hemos afrontado, sino porque lo hemos extraído de la realidad modificando nuestra percepción mental. Cada vez que afrontamos el mal, entonces le otorgamos entidad, y no solo eso, además de otorgarle «entidad», le aumentamos su potencia.

      Sin embargo, cuando explicamos que «afrontamos el mal» es cuando le otorgamos entidad en el plano cognitivo. Lo puntualizo porque la subjetividad material (la vida biológica) se debe defender del mal en el plano material, lo que debemos vencer es nuestro instinto de mal dentro de nuestra interioridad. El mal exterior y nuestras reacciones físicas a dicho mal exterior no tienen que hacernos descender en el nivel de conciencia alcanzados.

      Defendernos del mal exterior en el orden conductual es un grado importante de la Midá de Guevurá

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