Ética demostrada según el orden geométrico. Baruj Spinoza
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El spinozismo, definitivamente, no pertenece a su época30. O, dicho de otra manera, un racionalismo absoluto, una fundamentación completamente racional de la nueva ciencia, no parece haber sido posible —ni tampoco deseable, visto el inmediato porvenir del spinozismo— en la edad de la llamada nueva filosofía, en la gran época de la metafísica y de la indiscutible hegemonía de la consideración de la subjetividad, divina y humana, como algo sustancial y sobre todo libre, como res capaz de determinarse por y desde sí misma. Pues una fundamentación completamente racional, un racionalismo en verdad absoluto, conllevaría el fin de toda metafísica. El fin, consiguientemente, del universo intelectual, moral y político que ha forjado la gran cultura y la gran filosofía de esa Modernidad a la que ha dado su fisonomía filosófica propia el sistema de Descartes. Gran cultura y gran filosofía modernas que han definido un horizonte lógico, conceptual y temático tan refractario a la filosofía de Spinoza como esta lo ha sido a la lógica y a la materialidad de los conceptos que han demarcado los límites de dicho espacio.
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Semejante rechazo mutuo explica el no-lugar que la Ética ha ocupado en la cultura filosófica de una época que ha llegado hasta el siglo XIX, extendiéndose quizás hasta mediados del XX31. Las posiciones cartesianas, cuando menos por lo que hace a las relaciones de exterioridad entre Dios y naturaleza, pero sobre todo a su teoría de la soberanía del alma sobre el cuerpo, de la libertad del albedrío y, en consecuencia, de la moral —esto es, por lo que concierne a su dualismo, en sentido amplio—, han gozado de una especial aceptación por parte de prácticamente todos los grandes sistemas filosóficos modernos32.
Absolutamente excluida y necesariamente excluyente de dicho horizonte, la filosofía que Spinoza escribe en su Ética es percibida como la consecuencia, por emplear las expresiones de alguno de los más distinguidos representantes de esa gran filosofía —Leibniz, Malebranche, Bossuet, Lamy, Fénelon, Bayle, etc.—, de una hipótesis monstruosa que conduce directamente hacia la aberración en que consiste la impiedad atea. Ha sido percibida, en fin, como un artefacto tan peligroso que intentar refutar o hasta nombrar al ateo de Ámsterdam ha conllevado la sospecha, por el simple hecho de haber entrado en contacto con sus doctrinas, de ateísmo33. Y ello pese a que lo único que se ha leído de la Ética, desde finales del siglo XVII y hasta finales del siglo siguiente, ha sido su primera parte, el De Deo, texto que ofrece cuatro demostraciones de la existencia de Dios. Pero de la existencia del Dios que puede ser llamado indistintamente Sustancia o Naturaleza34…
Así que, si la Modernidad consiste, como se ha repetido durante todo el siglo XX, en un proceso laborioso, lento y violento de secularización35, la filosofía de Spinoza promete su cumplimiento inmediato; la extemporaneidad del spinozismo se debería a esta promesa de consumación (en la teoría) de dicha secularización. Consumación o aceleración del proceso que la época en que Spinoza escribe la Ética y esta comienza a difundirse (desde luego, de un modo mucho más laborioso y mucho más lento, aunque sin duda menos violento que el proceso moderno) no ha sido capaz de soportar. Por ello, como decía más arriba, la Ética puede ser leída como el episodio más extremo en la historia de las reacciones provocadas por la irrupción de la metafísica de Descartes, como un episodio que permite entrever la naturaleza titubeante de la Modernidad que efectivamente ha existido, o que ha prevalecido. Y también por ello quizás debe ser leída como el manifiesto de una Modernidad ya cumplida, esto es, de una época todavía por venir en los ya lejanos tiempos en que el judío de Ámsterdam componía y recomponía su libro. Y tal vez también en los nuestros. La filosofía de Spinoza, en fin, como manifiesto filosófico para una Modernidad futura.
LA PRESENTE EDICIÓN
La presente edición ha sido realizada con el propósito de ofrecer un material de trabajo riguroso y que ponga al lector en condiciones de hacer todos los esfuerzos que demanda una filosofía tan exigente y difícil como la de Spinoza. Por ello he reducido al mínimo el número de notas al texto, pues enterrar bajo una avalancha de explicaciones la escritura de un filósofo no arroja excesiva luz sobre sus ideas; la arroja, para bien o para mal, sobre las del editor. La mayor parte de las mías dan cuenta de las elecciones de traducción hechas para verter algún término o algún giro peculiares de la escritura spinozana.
Las que sí he conservado han sido las pocas que el propio autor ha puesto a la larga cadena deductiva en que consiste la Ética; todas ellas aparecen encabezadas por la sigla N. B. También he incorporado las variantes más significativas introducidas por el traductor (o los traductores, según el caso) del texto latino al neerlandés. Las encabezo con la sigla NS, y todas ellas pertenecen a la primera edición holandesa del texto (De Nagelate Schriften van B. de S. Als Zekedunst, Staatkunde, Verbetering van’t Verstand, Brieven en Antwoorden. Uit verscheide Talen in de Nederlandsche gebracht. Gedrukt in ‘t Jaar 1677). En algunos casos, muy pocos, se trata de añadidos posiblemente debidos al propio Spinoza; en otros, la inmensa mayoría, de perífrasis con que el traductor (Glazemaker), o traductores (algunos miembros del ya mentado «círculo» de Spinoza; depende del estrato redaccional del libro), tratan de explicar el pensamiento de aquel. Por lo demás, la edición latina de la que he traducido el texto, y que el presente volumen reproduce, es la ya clásica de Carl Gebhardt, Spinoza Opera, C. Winter, Heidelberg, 1925, 4 vols. (la Ethica ocupa las páginas 43 a 308 del segundo de ellos). Se trata del mejor texto disponible hasta el momento, a la espera de la nueva edición crítica, de inminente aparición en las Presses universitaires de France (PUF) como parte de las Obras completas de Spinoza editadas y traducidas bajo la dirección de Pierre-François Moreau.
Lo que quizás requiere alguna explicación son los anexos con que he completado la presente versión y que se encuentran en la parte final del volumen.
Como primer anexo ofrezco la traducción de una pieza importante para la reconstrucción de la historia de nuestro libro, pero sobre todo para esclarecer la génesis del llamado spinozismo. Se trata de la denuncia que redacta Niels Stensen el 4 de septiembre de 1677 y con la que acompaña la entrega al Santo Oficio en Roma, a finales de ese mismo mes, de un manuscrito de la Ética36, sin nombre de autor y bajo el engañoso título de Tractatus theologiae. Descubierto por Leen Spruit y Pina Totaro en 201037 en los archivos del Vaticano —donde ha estado enterrado durante más de tres siglos, aunque quizás alguien prefiera decir que ha permanecido custodiado tras esos muros durante todo ese tiempo—, dicho manuscrito es el único texto existente de la Ética anterior a la publicación (ya corregida y anotada por sus editores) de las Opera posthuma y los Nagelate Schriften. Según consta en una anotación hecha por un oficial de la Inquisición, Stensen, haciendo gala de un celo de converso poco sorprendente38, entrega esta primera versión de la Ética a finales de septiembre de 1677, después de haber recibido el texto, ese mismo verano, siempre en Roma, de manos de un «extranjero luterano» muy apto, según él mismo informa, para convertirse al catolicismo39. Lo deposita antes de viajar a Hannover, y lo hace con la intención de que la Ética sea incluida en el Índice de libros prohibidos tan pronto como sea posible. Así se hará en 1678.
El texto de la acusación ofrecido aquí como primer anexo —conservado en un fascículo de inquietante título: Libri prohibiti circa la nuova filosofia dello Spinoza— es relevante por varias razones. En primer lugar, por el trato que su autor ha tenido con Spinoza entre 1661 y 1663 y con algunos amigos y conocidos del filósofo40. El escrito se debe, pues, a alguien que no es del todo