Ádeiocracia, HIPERliderazgos, Nueva geografía del mundo, Sociedad de la pospandemia. Juan Alfredo Pinto Saavedra Girardot

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Ádeiocracia, HIPERliderazgos, Nueva geografía del mundo, Sociedad de la pospandemia - Juan Alfredo Pinto Saavedra Girardot

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deambular terrorista del ELN vino a sumarse la pandemia cuando Colombia estaba tratando de sortear la migración de casi dos millones de venezolanos de los cuales, poco menos del 80% viene de padecer hambre y abandono, mientras el restante 20% ha perdido los trabajos profesionales, las empresas y negocios menores e incluso muchos de ellos ha sufrido la persecución delincuencial de la nueva forma del paramilitarismo latino, los colectivos terroristas de estado del neopopulismo criminalizado.

      Puede ocurrir - la historia a menudo se escribe desde lo improbable – que la pandemia haya servido de acicate al Presidente Duque y que un nuevo grupo de mandatarios territoriales elegidos en los comicios de octubre haya llegado con aires renovadores. Lo que se observa, fuera del retardo en el cierre aeroportuario que produjo una cuota de contagio evitable por llegada de extranjeros portadores o enfermos, y del ascendiente tecnocrático en el diseño de medidas amortiguadoras de la crisis en la Mipyme que puede malograr la protección del empleo y de los grupos intermedios, es un mejor desempeño presidencial, al frente de la emergencia, aglutinante y esforzado. La nación ha respaldado las medidas y la ciudadanía ha hecho del dolor una fuente de convergencia y solidaridad activa. Los trabajadores de la salud y la sociedad civil han realizado un gran aporte. La profundidad del daño económico es tal y la desintegración histórica del tejido social tan honda, que no sabemos si logremos mantener esta articulación reintegradora del alma nacional y de la fuerza productiva de este país probado en las dificultades. El liderazgo presidencial se pone a prueba y la resiliencia de Colombia también. Si queremos llenar de frutos frescos el camino de salida de la ádeiocracia, necesitamos lo mejor de nuestra inteligencia, requerimos de lo que Michael Foucault llama “un brote epistémico”, esto es, en palabras de Iván Illich, “una desviación de imágenes repentina en la conciencia colectiva, en la cual lo inconcebible se vuelve concebible”.

       La lumpenización de América Latina

      CUANDO UN CONTINENTE PIERDE TODOS SUS REFERENTES MORALES Y EL NÚMERO DE HABITANTES EN POBREZA EXTREMA SE INCREMENTA DURANTE UNA DÉCADA, APARECE EN MEDIO DE LA CRISIS DE OPORTUNIDADES Y DEL DESARRAIGO ÉTICO, UNA FUERTE TENDENCIA A LA LUMPENIZACIÓN DE LA SOCIEDAD. SE CREA ENTONCES UN ESPACIO POLÍTICO PARA ASUMIR LA DEFENSA DE LOS GRUPOS INTERMEDIOS, LAS CLASES MEDIAS, PERDEDORAS EN LA RULETA DEL PUDRIMIENTO.

      img5.pngl comienzo del año 2019 nos llegó con estadísticas e informes poco halagadores en América Latina. La proporción de personas con pobreza extrema se mantiene incólume arriba del treinta por ciento, peor aún, de los 184 millones de pobres, 62 millones (10.2%), se encuentran en pobreza extrema, el porcentaje más alto desde 2008. Sin entrar en consideraciones detalladas acerca de algunos países, entre ellos Colombia, que lograron desempeños menos lamentables, el panorama general es desolador y compromete gravemente el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a 2030, en cuya determinación nuestro país desempeñó un papel preponderante.

      América Latina continúa atravesando un valle de bajo crecimiento y pese al aumento del gasto social, la distribución del ingreso sigue siendo desastrosa. Un cuarenta por ciento de la población laboral recibe menos de la remuneración mínima, 48.7% en el caso de las mujeres y 55.9%en el de los jóvenes. La cifra verdaderamente desalentadora es la de la población laboral joven femenina, dentro de la cual, el 60% recibe menos del salario mínimo.

      Las políticas de inclusión laboral y social son insuficientes o brillan por su ausencia. La situación de precarización laboral tiende a agravarse por cuenta de la oferta creciente de mano de obra juvenil y de la formulación de políticas públicas que reciclan mecanismos fracasados, instrumentos orientados a la habilitación de mercados marginales de pobres que celebran estadísticas de bancarización o formalización transitoria, mientras pasan de largo sobre la transformación requerida para hacer de los pequeños empresarios del campo y las regiones, auténticos acumuladores de capital insertos en el desarrollo económico.

      Sobre el lumpemproletariado y la lumpemburguesía:

      Promediaba el siglo XIX y Francia sufría los conflictos propios del asentamiento institucional después de una revolución profunda, seguida de un ascenso napoleónico con sello imperial, de un período donde la nación tuvo gran incidencia en el mundo y de un ciclo convulsivo con signos de cierta fatiga, dentro del cual fueron múltiples los conflictos y chantajes entre el ejecutivo y el legislativo, como también los juegos de complicidad al interior del régimen y el desdibujarse de las agrupaciones políticas que mostraron antes un fuerte arraigo ideológico. El país respiraba la nostalgia del siglo XVIII y la corrupción se extendió en paralelo con un desempeño económico mediocre, como suele ocurrir cuando toma cuerpo el amafiamiento del estado ya sea bajo el emblema de una proclividad con énfasis “democrático”, o tras la insignia de gobiernos de sesgo autocrático populista.

      Fue dentro de ese contexto que Marx escribió El 18 Brumario de Luis Bonaparte, documento en el cual define la categoría lumpemproletariado y advierte la presencia degenerativa de la descomposición en la clase alta, a la cual más tarde teóricos de la economía política, la denominarían lumpemburguesía… “junto a roués arruinados con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaronni, carteristas y rateros, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda la masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème”. Desde entonces el concepto de lumpen ha evolucionado, pero mantiene como elementos inmodificables, los de ser desechos de las clases en descomposición, como lo afirma Joaquín Estefanía, sin conciencia de clase (la clase en sí frente a la clase para sí).

      Casi 170 años después, asistimos en América Latina a la lumpenización de la sociedad. A la crisis de oportunidades se suma la crisis moral, a los fracasos de los modelos neoestructuralista y neoliberal los suceden los partidos efímeros en la esfera política lanzando pregones neopopulistas de izquierda y de derecha, la concentración de la riqueza trae consigo la cartelización de la economía, vale decir, la cartelización de las élites políticas, financieras y de los servicios. Una sola multilatina de la infraestructura incide en diez procesos electorales y hoy vemos a más de una docena de presidentes y vicepresidentes procesados o huyendo de la justicia. En el caso de Colombia, el ciudadano medio observa en su desasosiego, los problemas de la justicia, la caída de las reformas judiciales y políticas, los carteles y carruseles de la contratación, hasta los nunca imaginados carteles de la toga, el pañal, la alimentación de los infantes, la hemofilia, la vigilancia, el transporte y los medicamentos. Y al no existir un referente moral, el vacío político es perceptible, las aspiraciones personales liquidan los proyectos que en un momento parecieron viables y abundan las personas que convierten la descripción de la maldad en su justificación para dar curso a sus propias transgresiones.

      En medio de tan dura realidad, cunde el escepticismo y cuesta advertir las nuevas posibilidades, particularmente cuando ellas surgen precisamente de las complejas realidades que enfrentamos tales como la migración venezolana, el posconflicto, las disidencias criminales y los paramilitares resurrectos, el envejecimiento de la población, la crisis motivacional y laboral de la juventud, la modificación tanto de la forma como de la extensión de la familia, y en ocasiones, el bajo nivel de apropiación tecnológica cercano a un nuevo analfabetismo, para hablar de lo colombiano; mas también de los tránsitos democráticos cargados de imperfección, del hartazgo en materia política, de las polarizaciones entre facciones corruptas, del lánguido atardecer del ALBA y de los problemas de productividad en la mayoría de naciones hermanas.

      Oportunidad para los gobiernos y las administraciones territoriales:

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