Ádeiocracia, HIPERliderazgos, Nueva geografía del mundo, Sociedad de la pospandemia. Juan Alfredo Pinto Saavedra Girardot

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Ádeiocracia, HIPERliderazgos, Nueva geografía del mundo, Sociedad de la pospandemia - Juan Alfredo Pinto Saavedra Girardot

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el presidente Iván Duque tiene un gran escenario para mostrar su don de mando y su capacidad de aglutinación en torno a propósitos transformadores. El presidente tiene la oportunidad de emprender razonablemente las rectificaciones que conduzcan al mejoramiento del ciclo de posconflicto, las cuales deben correr a la sombra de la materialización de los compromisos superiores de los acuerdos y no contra ellos. Algunos de sus partidarios arremeten contra todo lo actuado y pretenden un gobierno destructor, no reformador ni unificador.

      El Plan de Desarrollo debe ser el eje de un gran empeño en pro de la formalización, no el mandoble contra la informalidad. Necesitamos sumar a la base de propietarios antes que perseguir a los informales sin discernir sobre las causas que inhiben su formalización. Las políticas del último lustro en Brasil son una buena referencia.

      Las políticas de asimilación e integración de los migrantes venezolanos han de volcarse al ámbito municipal y dirigirse por igual a las mujeres, los jóvenes y la niñez colombianos y venezolanos. La vigilancia de la competencia irregular por bajos salarios es urgente, el desplazamiento de trabajadores nacionales estimula la xenofobia y los conflictos.

      La progresiva actualización catastral rural no puede detenerse. En cambio, la tasa incremental de los avalúos en grandes ciudades está golpeando a las clases medias y va a desestimular la cadena de la construcción y el empleo juvenil urbano.

      La lucha por la recuperación de la ética social no puede manejarse como un slogan ni caer en manos de los oportunistas que deambulan vociferando con su proclama de superioridad moral. Lo ha dicho con propiedad el papa Francisco al hablar del moralismo elemental…el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad. Y en ello la consistencia del gobierno es determinante. La actuación del estado debe ser nítida y no puede permitir la existencia de cuartos traseros para la distribución de mermelada.

      La revisión y actualización de la Ley Mipyme, cuyos incentivos fueron desmantelados, es vital. El pronto pago y la eliminación de la letra menuda en los contratos, así como el fin de las renovaciones amarradas o compulsivas, están a la orden del día. Y el presidente debe mostrar su liderazgo. Concertar no es temer al ejercicio sobrio de la autoridad democrática. La batería de instrumentos de promoción y fomento de economías con Pymes insertas y exportadoras tipo Taiwán es un ejemplo práctico y válido.

      La internacionalización debe ser pragmática, con buen piso técnico y gran discernimiento. Hay que concretar los acuerdos de inversiones en negociación o perfeccionamiento y recuperar el principio del beneficio recíproco en las relaciones bilaterales. El reconocimiento de la interdependencia y la reciprocidad son las claves de la partitura competitiva internacional. Desde luego, la mejor política internacional es la que cuenta con una gran política industrial activa para la economía abierta a los acordes de la economía social de mercado. No se trata de buscar denominaciones sugestivas para hacer más de lo mismo. El mandato es construir la base para una nueva fase de industrialización con desarrollo tecnológico, innovación social y productiva, sostenibilidad y articulación productiva en minicadenas, cadenas, corredores nacionales e internacionales, logística competitiva, emprendimiento de mérito mediante el uso de ventajas territoriales y articulación entre servicios, industrias locales, comercio, turismo e industrias culturales.

      El presidente Duque y los nuevos mandatarios latinoamericanos están urgidos de apoyo ciudadano. Empero, necesitan granjeárselo. Y en el caso colombiano, el mandatario tiene de donde, incluso siguiendo la línea de sus propios logros, tales como el acuerdo con el movimiento por la defensa de la educación, la creación del ministerio de ciencia y tecnología, la definición concertada del salario mínimo, el planteamiento de la economía naranja como una nueva arteria. El mandatario se juega su suerte en lograr el apoyo de las clases medias, evitando con hechos, que lo cataloguen como su persecutor.

       Brasil en su laberinto

      img5.pngl respaldo a la Selección Colombia, verdadero aglutinante social durante este período de nuestra historia, nos ha traído hasta la región nordestina de Bahía para acompañar una sobresaliente presentación del combinado nacional y poder tomar el pulso a la realidad política, económica y social de este hermano gigante, el cual, como todos los colosos, acusa problemas de motricidad y orientación en el corto plazo – pies de barro, macrocefalia burocrática, demagogia laboral, costoso aparato estatal, lumpenización, profundas brechas entre regiones, gran desigualdad- y para no desafiar el decadente perfil de muchas naciones y de América Latina en particular- corrupción y polarización. La ventaja de los titanes, si así puede llamársele, es que sus problemas lucen pequeños en proporción al organismo ciclópeo y a su dotación de recursos y factores vitales para el mundo: el Amazonas con la quinta parte del agua dulce de la tierra, la selva y su condición de fiel de la balanza y de la sostenibilidad, mayor productor y/o exportador global de once productos agropecuarios, un mercado interno de 215 millones, una base industrial de gran escala aunque no siempre competitiva pero, en todo caso, promisoria en el mediano plazo, y una población diversa que en su hora recibió corrientes migratorias, verdaderos vectores de una diversidad creativa y fecunda.

      Estamos en Bahía concediendo plena razón a quienes afirman que no conocer este estado es renunciar al entendimiento de Brasil como totalidad. San Salvador de la Bahía de todos los Santos, primera capital de Brasil, epicentro de un estado cuya extensión representa más de la mitad de Colombia entera. La metrópoli frente a la gran bahía, la segunda del mundo, está poblada por algo más de cuatro millones de soteropolitanos, hermoso gentilicio, 70% de afrodescendientes que disfrutan de una moderna infraestructura, una buena batería de bienes públicos y sufren el déficit habitacional que produce y multiplica las favelas, esa oprobiosa aglutinación de desposeídos, ocupantes ilegales y urbanizadores piratas. Es sin duda un bello escenario natural donde se ha levantado una ciudad caracterizada por un denominador, el contraste. Bahía es la cuna de extraordinarias personalidades como Jorge Amado y Castro Alves, Astrud Gilberto y Gilberto Gil, Dida y Bebeto. Es también gran centro petroquímico, agrícola, turístico, automotor y de agronegocios.

      La historia de Brasil es extensa y compleja, es diferente de la del resto de América si bien discurre durante algunos ciclos en dimensiones paralelas. No es sano pretender explicar Brasil a través de comprimidos o de resúmenes estereotipados. Conquista y colonia, esclavitud, implantación monárquica, independencia con mediación británica y una compleja gestación republicana hacen del recorrido hasta avanzado el Siglo XIX, un camino sinuoso que continuaría en el trasiego hacia esos estados de dimensión continental que han transformado apenas parcialmente la realidad de una nación muy rica con una sociedad cargada de pobres, carente de cohesión y plena de candilejas encendidas por individuos de gran trascendencia mas no por una evolución que supere las lacras del clasismo, el racismo y la discriminación en todos los órdenes. En efecto, las aguas de colores diferentes que corren por el Amazonas a lo largo de leguas como sin mezclarse, parecen reflejarse en un país donde la democracia oligárquica fracasó en tiempos modernos, pese a los testimonios de educadores como Freire o de contribuciones como las de Celso Furtado y Getulio Vargas, del desarrollismo económico o del urbanismo de Oscar Niemeyer o Lucio Costa que no fueron dique para la corrupta decrepitud de la política tradicional, como tampoco podía serlo la dictadura, ni la llamada democracia racial. Todo ello abrió paso al ascenso de Lula, el líder obrero de los metalúrgicos y su PT. Y el mundo se ilusionó. La lucha por la vivienda, la “Bolsa Familia” contra el hambre, café, oro, azúcar, acero y la perspectiva industrial en escala coronada con la visibilidad para Brasil en las cumbres sociales, daban razones para creer en ese país que tantas veces nos había prometido futuro. Y apostamos, arrobados entre el ingreso a los Brics, las grandes sedes de torneos mundiales y las melodías eternas de Vinicius y Caetano.

      Pero

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