Ravensong. La canción del cuervo. TJ Klune

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Ravensong. La canción del cuervo - TJ Klune страница 5

Автор:
Серия:
Издательство:
Ravensong. La canción del cuervo - TJ Klune

Скачать книгу

por aquellos que dejábamos atrás. Existía una tensión física que el Alfa y el brujo sentían. Nos llamaba y nos decía aquí aquí aquí estás aquí aquí aquí quédate porque este es tu hogar este es tu hogar este es…

      –¿Siempre fue así? –me preguntó Joe–. ¿Para papá?

      Miré de reojo al todoterreno. Carter y Kelly nos observaban con atención. Sabía que nos estaban escuchando. Volví la vista hacia Joe y a su cara alzada.

      –Creo que sí.

      –Pero nos fuimos. Mucho tiempo.

      –Él era el Alfa. No solo el tuyo. No solo el de tu manada. Sino el de todo. Y, entonces, Richard…

      –Me secuestró.

      –Sí.

      Joe abrió los ojos. No brillaban.

      –No soy mi padre.

      –Lo sé. Pero no se supone que lo seas.

      –¿Estás conmigo?

      Vacilé.

      Sabía lo que me estaba preguntando. No era formal, para nada, pero era un Alfa, y yo era un brujo sin manada.

       Cuida a mis sobrinos.

      Respondí la única cosa posible:

      –Sí.

      Su transformación ocurrió rápidamente, su cara se alargó, la piel se le cubrió de pelo blanco, las garras surgieron de las puntas de sus dedos. Y cuando sus ojos ardieron en llamas, echó la cabeza hacia atrás y cantó la canción del lobo.

TRES AÑOS UN MES VEINTISÉIS DÍAS

      DESTROZADO /

       TIERRA Y HOJAS Y LLUVIA

      Tenía seis años cuando vi por primera vez transformarse en lobo a un niño mayor.

      –Es el hijo de Abel –susurró mi padre–. Se llama Thomas, y un día será el Alfa de la manada Bennett. Tú le pertenecerás.

      Thomas.

      Thomas.

       Thomas.

      Me tenía fascinado.

      Tenía ocho años cuando mi padre tomó una aguja y quemó tinta y magia en mi piel.

      –Te dolerá –me dijo con una expresión sombría en el rostro–. Te dolerá como nada te ha dolido antes. Sentirás que te estoy destrozando y, en cierto modo, tendrás razón. Hay magia en ti, niño, pero no se ha manifestado aún. Estas marcas te centrarán y te darán las herramientas necesarias para empezar a controlarla. Sentirás dolor, pero es necesario para quien debes convertirte. El dolor es una lección. Te enseña las formas de este mundo. Es necesario lastimar a los que amamos para hacerlos más fuertes. Para hacerlos mejores. Un día me entenderás. Un día serás como yo.

      –Por favor, padre –supliqué, luchando contra las ataduras que me sujetaban–. Por favor, no hagas esto. Por favor, no me lastimes.

      Mi madre quiso decir algo, pero mi padre sacudió la cabeza.

      Ahogó un sollozo mientras la acompañaban fuera de la habitación. No miró atrás.

      Abel Bennett se sentó junto a mí. Era un hombre fornido. Un hombre amable. Era fuerte y poderoso, con cabello oscuro y ojos oscuros. Tenía manos que parecían capaces de partirme en dos. Había visto cómo surgían garras de ellas, garras que habían destrozado la carne de aquellos que se habían atrevido a quitarle cosas.

      Pero también podían ser suaves y cálidas. Me tomó el rostro entre ellas y con los pulgares me secó las lágrimas de las mejillas. Alcé la vista hacia él, y sonrió en silencio.

      –Serás especial, Gordo –dijo–. Lo sé.

      Y mientras sus ojos se volvían rojos, respiré y respiré y respiré.

      Luego, sentí la aguja contra mi piel y me rompí en pedazos.

      Grité.

      Se me apareció en forma de lobo. Era grande y blanco, con manchones negros en el pecho, las patas y el lomo. Era mucho más grande de lo que yo llegaría a ser nunca, y tenía que echar la cabeza hacia atrás para verlo entero.

      Las estrellas centelleaban en lo alto, la luna estaba redonda y brillante, y sentí que algo me latía por las venas. Era una canción que no llegaba a comprender del todo. Me ardían muchísimo los brazos. Por momentos, me parecía que las marcas de mi piel empezaban a resplandecer, pero podía ser un efecto de la luz de la luna.

      –Estoy nervioso –dije, porque era la primera vez que me permitían salir con la manada en luna llena. Antes era muy peligroso. No por lo que los lobos podían hacerme a mí, sino por lo que yo podría haberles hecho a ellos.

      Ladeó la cabeza ante mí, los ojos le ardían naranjas con motas de rojo. Era mucho más de lo que pensé que alguien podía llegar a ser. Me dije que no le tenía miedo, que podía ser valiente, como mi padre.

      Me sentí un mentiroso.

      Otros lobos corrieron detrás de él a un claro en el medio del bosque. Gemían y aullaban, y mi padre se reía y tironeaba de la mano a mi madre. Ella se volvió para mirarme y me sonrió en silencio, pero luego se distrajo.

      No me importó, porque yo también lo hice.

      Thomas Bennett estaba frente a mí, el hombre lobo que se convertiría en rey. Resopló ruidosamente, moviendo un poco la cola y haciéndome una pregunta para la cual yo no tenía una respuesta.

      –Estoy nervioso –le dije de nuevo–. Pero no tengo miedo.

      Era importante para mí que lo entendiera. Se echó al suelo y se recostó sobre su estómago, las patas por delante, y me contempló. Como si quisiera hacerse más pequeño. Menos intimidante. Que alguien de su posición bajara al suelo era algo que no comprendí hasta que fue demasiado tarde.

      Gimió levemente desde lo profundo de su garganta. Esperó, y volvió a hacerlo.

      –Mi padre me dijo que serás el Alfa –dije.

      Avanzó, arrastrando su estómago por la hierba.

      –Y que yo seré tu brujo –continué.

      Se acercó un poco más.

      –Prometo que haré lo mejor que pueda –añadí–. Aprenderé todo lo que pueda y haré un buen

Скачать книгу