Deseo ilícito. Chantelle Shaw

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Deseo ilícito - Chantelle Shaw страница 6

Автор:
Серия:
Издательство:
Deseo ilícito - Chantelle Shaw Bianca

Скачать книгу

qué estás haciendo ahí fuera? –le preguntó Stelios.

      –Yo le estaba enseñando a Isla las luces de los edificios más importantes en tierra firme –le dijo Andreas a su padre–. Le estaba explicando que la mansión está en una colina y que, por eso, tiene unas vistas excelentes.

      Stelios quedó en silencio unos instantes mientras los observaba a ambos.

      –Sí, ya lo veo…

      Isla rezó en silencio para que Stelios no hubiera comprendido lo que había ocurrido entre ellos. Resultaba ridículo sentirse culpable. Stelios le había prometido que le explicaría a su familia la razón de aquel falso compromiso después de la fiesta de cumpleaños de Nefeli.

      El afecto que Isla sentía hacia él era real y le sonrió cuando entrelazó su brazo con el de Stelios.

      –Siento que hayas estado buscándome. Debería haberte advertido de que iba a salir a la terraza para tomar un poco de aire fresco.

      –Necesito tu consejo –repuso Stelios–. Mi amigo Georgios está planeando visitar el Museo Británico de Londres y le interesa mucho ver la colección de antigüedades griegas que exponen allí. Le he explicado que tú podrías aconsejarle sobre qué galerías y salas le gustarían más.

      –¿Te pasas mucho tiempo en los museos, Isla? –le preguntó Andreas con escepticismo.

      –Trabajo como comisaria adjunta del departamento de Roma y Grecia del Museo Británico. El puesto es a tiempo parcial, lo que me permite encajarlo con las horas que trabajo como ama de llaves de tu padre en Londres además de estudiar para mi doctorado en Civilizaciones Clásicas.

      Aquella afirmación dejó a Andreas sin palabras. Isla contempló con satisfacción cómo el gesto de burla desaparecía de su rostro y permitió que Stelios la acompañara al salón donde estaban el resto de los invitados. Andreas la había acusado de ser una cazafortunas.

      Miró por encima del hombro y vio que él los había seguido hasta el salón para luego tomar una copa de uno de los camareros. Andreas debió de sentir que ella lo estaba mirando, porque se volvió para mirarla directamente a los ojos. Entonces, levantó su copa a modo de saludo antes de tomársela de un solo trago. Isla observó el movimiento de la nuez mientras tragaba.

      Andreas era un hombre descaradamente masculino. Isla recordó el contacto de su cuerpo cuando la atrapó contra la balaustrada. Su piel olivácea relucía como el bronce y, cuando se mesó el cabello con las manos, ella ansió poder hacer lo mismo.

      Nunca se había sentido tan fascinada por un hombre antes. Había salido con algunos en la universidad, pero siempre había sentido miedo de que pudieran hacerle daño y jamás había querido que ninguna de aquellas relaciones progresara hasta el dormitorio. Precisamente por eso no podía sentir su reacción a Andreas. No le gustaba ni confiaba en él. Entonces, ¿por qué sus sentidos cantaban y parecían hacer cobrar vida a su cuerpo?

      Seguramente, tenía el poco deseable título de ser la virgen de más edad en todo el mundo, aunque dudaba que Andreas se lo creyera. La expresión cínica de su rostro cuando vio el anillo de compromiso en el dedo de Isla había indicado perfectamente que estaba convencido de que ella había utilizado sus armas de mujer para cautivar a Stelios.

      Capítulo 3

      ANDREAS corría con fuerza por la playa, golpeando la arena justo donde las olas rompían contra la costa. El sol estaba alto en el cielo y la temperatura estaba subiendo. Normalmente, salía a correr al alba, cuando hacía menos calor, pero se había despertado tarde, tras una noche bastante inquieta. El sueño le había evitado durante horas. Le costaba comprender su comportamiento la noche anterior, cuando había seguido a Isla a la terraza y había estado a punto de besarla.

      Ella le hacía temblar como si fuera un adolescente. La química entre ellos había sido casi tangible y, si ella no le hubiera apartado, dudaba que hubiera podido resistirse.

      Estaba convencido de que Isla era una cazafortunas. Andreas había aprendido por experiencia propia que algunas mujeres no tenían escrúpulos y que serían capaces de cualquier cosa con tal de echarle mano a la fortuna de los Karelis. Recordó las mentiras de una ex, Sadie, y todo lo que había sido capaz de contarle a los medios de comunicación cuando él comprendió que tan solo trataba de engañarlo. Debería haberse dado cuenta antes de que Sadie estaba más interesada en sus cuentas bancarias que en él. Por ello, sería capaz de apostar toda su fortuna a que a Isla solo le interesaba la fortuna de su padre. Su aire de vulnerabilidad, que evocaba un instinto de protección en Andreas que ni él mismo había imaginado que poseyera, era sin duda parte de su fingimiento.

      Echó a correr más rápidamente, forzándose hasta llegar al límite de su capacidad pulmonar. Llegó hasta el final de la bahía y empezó a subir por las rocas, casi sin fijarse en las increíbles vistas. No podía dejar de pensar en Isla con su sensual vestido rojo ni de recordar lo suave que era su cuerpo.

      Ella había insistido en que quería a Stelios. Por supuesto. Qué iba a decir. Sin embargo, a pesar de todo su cinismo, no podía negar que había notado verdadero sentimiento en la voz de ella. También le había sorprendido saber que ella tenía educación universitaria y que trabajaba en un museo. Si hubiera sido una cabeza hueca, habría sido mucho más fácil despreciar la relación que tenía con su padre. Isla Stanford era realmente un enigma. Andreas ya no sabía lo que pensar de ella y eso le irritaba profundamente.

      De camino a la mansión, su teléfono empezó a sonar.

      –¿Estás seguro de esto? –preguntó, cuestionado al agente al que había pedido investigar el pasado de Isla–. Entiendo. Muy interesante. Sigue investigando, Theo.

      Su padre e Isla estaban sentados en el porche, desayunando frente a la piscina infinita. Andreas esperó poder entrar en la casa sin que se percataran de su presencia, pero Stelios lo saludó con la mano. Andreas suspiró y se dirigió hacia ellos.

      –Kalimera, papá. Isla…

      Mientras realizaba el saludo, le pareció que su padre parecía más delgado que cuando lo vio en Londres hacía un mes. Sin embargo, al mirar a Isla, se olvidó de todo.

      En contraposición a la imagen de bomba sexual de la noche anterior, aquella mañana parecía tan pura como la nieve recién caída. Llevaba puesto un vestido color amarillo limón, con unos finos tirantes que dejaban al descubierto sus delicados hombros. Era la primera vez que Andreas la veía con el cabello suelto y deseó poder deslizar los dedos a través de los rubios mechones de sedoso cabello que le caían sobre los hombros y la espalda.

      La frustración se apoderó de él. La fascinación que sentía hacia Isla era algo que no había experimentado jamás. Las mujeres entraban y salían de su vida sin impacto alguno. Disfrutaba de su compañía mientras que fuera bajo sus propias condiciones y le gustaba el sexo sin complicación ni compromiso. Tal vez deseaba a Isla tan desesperadamente porque estaba fuera de su alcance.

      Andreas se había despertado y había comprobado la tormenta que se había creado en las redes sociales por los planes de matrimonio de su padre. El anuncio había tenido como resultado un repunte en el precio de las acciones de Karelis Corp. A los inversores les gustaban los líderes empresariales fuertes y la noticia de que Stelios se iba a casar con una mujer mucho más joven que él demostraba que aún era una figura a tener en cuenta.

      –Me

Скачать книгу