Deseo ilícito. Chantelle Shaw

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Deseo ilícito - Chantelle Shaw Bianca

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noticia sobre una de tus amantes no es lo mismo que el anuncio de mi futura boda.

      –Siempre has mantenido tu vida privada separada de los negocios, pero según me han dicho invitaste a periodistas a la sala de juntas de Karelis Corp para entregarles ese comunicado. Simplemente estoy comentado que no es propio de ti cortejar a los paparazzi.

      ¿Fue su imaginación o pareció Stelios aliviado de que llegara el mayordomo con el café? Instantes más tarde, Toula, la esposa de Dinos, que llevaba trabajando muchos años como cocinera de la familia en la mansión, apareció en el porche llevando un plato con el desayuno favorito de Stelios, espinacas y queso feta envueltos en pasta filo. Andreas apreciaba mucho a la pareja, que lo habían cuidado cuando él era un niño y lo enviaban a Louloudi a pasar las vacaciones de verano porque su madre prefería que él estuviera lejos.

      –Me alegra que ya no compitas con esa moto tuya tan grande –le dijo Toula después de saludarlo–. Siempre rezaba para que estuvieras a salvo. Cuando tuviste el accidente, estuve muy preocupada por ti.

      –Como puedes ver, estoy totalmente recuperado –la tranquilizó Andreas, frotándose automáticamente la cicatriz que tenía sobre el pecho con la mano y que quedaba oculta por su camiseta. Era el recuerdo de un accidente que Andreas había sufrido durante una carrera hacía dos años en las que había sufrido un aneurisma de la aorta que casi le había costado la vida.

      –Todos nos alegramos mucho de que Andreas por fin haya visto la luz y haya dejado de tontear con motocicletas y de montarlas a velocidades ridículas –comentó Stelios con voz ronca.

      Andreas tensó los labios.

      –Fui campeón del mundo de Superbikes durante cuatro años consecutivos –le recordó a su padre–. El equipo que tengo es líder mundial en el desarrollo de análisis utilizados para modernizar los motores. Aeolus Racing tiene patrocinadores por valor de cuatro millones de dólares. Yo no diría que eso es tontear.

      Stelios frunció el ceño.

      –Tu lugar está aquí, en Grecia, no en California. Ya sabes que me gustaría jubilarme y deberías estar preparándote para ocupar mi lugar como presidente de la empresa.

      –Tú has pasado en Inglaterra la mayor parte de los últimos dieciocho meses –señaló Andreas–. Cada vez que te visitaba en Londres trataba de hablar contigo sobre Karelis Corp y, en particular, sobre algunos rumores muy preocupantes que había oído sobre la empresa, pero tú te negabas a hablar de nada conmigo.

      Un gesto sombrío apareció sobre el rostro de Stelios.

      –Necesito estar seguro de tu compromiso con Karelis Corp. Si pasaras menos tiempo seduciendo a mujeres y salieran menos escándalos sobre tu vida personal en los tabloides, yo me sentiría más seguro sobre el hecho de cederte el puesto de más poder en toda la empresa.

      Andreas apretó los dientes.

      –Sabes muy bien que la mujer que vendió esa historia a la prensa estaba mintiendo.

      Sin embargo, el daño a su reputación ya estaba hecho. Cuando Sadie, que era modelo de lencería, le dijo que estaba embarazada, Andreas le pidió una prueba de paternidad. Entre lágrimas, ella lo acusó de no confiar en ella, pero Andreas insistió en hacerse la prueba. En vez de eso, Sadie les vendió a los periódicos una historia en la que decía que Andreas la había abandonado a ella y al bebé que estaba esperando.

      La tormenta mediática estalló el mismo día que Andreas tenía que participar en una competición que, si hubiera ganado, le habría dado el título de campeón del mundo por quinta vez consecutiva. Sin embargo, una hora antes de la carrera, Stelios había llamado a Andreas y le había acusado de avergonzar a la familia Karelis y dañar a la empresa. El furioso intercambio de palabras con su padre había contribuido a la falta de concentración que había tenido como resultado un choque a alta velocidad.

      –Acepto que esa historia en particular fue incierta, pero tu imagen de playboy no es buena para Karelis Corp –musitó Stelios–. Deberías estar pensando en casarte con una mujer adecuada y sentar la cabeza.

      Andreas lanzó un bufido de protesta. Stelios se puso de pie y sacudió la cabeza cuando Isla se puso de pie también a su lado.

      –Siéntate y termina tu desayuno, querida –le dijo con voz dulce–. Tengo que llamar a mi abogado, por lo que voy a ir a mi despacho para realizar la llamada.

      Isla pareció querer protestar, pero se limitó a observar cómo Stelios entraba en la casa. Después de unos instantes, volvió a tomar asiento y miró con desaprobación a Andreas.

      –Tu padre te quiere mucho, ¿lo sabes? –le dijo muy suavemente–. Me ha dicho muchas veces que le gustaría que la relación entre los dos fuera más estrecha.

      Andreas se enojó por el hecho de que Stelios hubiera hablado sobre él con Isla. Le parecía una traición.

      –Con todos mis respetos –replicó–, la relación que yo tenga con mi padre no es asunto tuyo.

      –Tan solo estaba tratando de ayudar. Quiero mucho a Stelios…

      Andreas lanzó un bufido de burla.

      –Suenas convincente, pero, al contrario de lo que le ocurre a mi padre, a mí no me engañas con el papel de ingenua que tan bien representas. Afrontémoslo, Stelios no es el primer hombre rico de cierta edad que es susceptible a tus encantos. Hace unos años, heredaste una sustancial suma de dinero de un tal comandante Charles Walters, del que eras amiga.

      –Es cierto que era amiga de Charles y de su esposa Enid. Me quedé muy sorprendida cuando supe que me habían dejado una cantidad de dinero, pero no hay nada malo ni deshonroso al respecto –replicó ella con las mejillas ruborizadas–. Eran una pareja de ancianos sin hijos que poseían la casa más importante del pueblo en el que crecí. Eran mecenas de la escuela. Cuando yo era una adolescente, trabajé de limpiadora a tiempo parcial en su casa y Charles y Enid me animaron a ir a la universidad. Murieron con pocos meses de diferencia y dejaron legados a varios jóvenes del pueblo con la condición de que el dinero se dedicara a pagar estudios universitarios. Sin su generosidad, yo me habría graduado con una deuda enorme y hubiera tenido dificultad para seguir con mis estudios. ¿Cómo has sabido que me habían dejado dinero? –añadió frunciendo el ceño.

      –Has sido investigada –le espetó él, observando cómo sus ojos grises se teñían de ira. A Andreas le dio una cierta satisfacción saber que la había turbado–. Mi familia es una de las más ricas de Grecia y, aunque la seguridad aquí en Louloudi es discreta, le pedí a uno de los agentes que te investigara un poco. Existe el riesgo de que mi padre sea secuestrado por alguna banda criminal a cambio de un rescate.

      –Yo no soy ninguna delincuente –repuso Isla arqueando las cejas con indignación–. ¿Sabe Stelios que me has investigado?

      –¿Y sabe él que tú heredaste dinero de otro hombre rico?

      –Tu padre lo sabe todo sobre mí.

      Isla se puso de pie de repente.

      –Ojalá creyeras que no le deseo a tu padre daño alguno.

      –Stelios no parece él –repuso Andreas poniéndose de pie también. Frunció el ceño al recordar lo agotado que le había parecido su padre al final de la fiesta.

      Isla

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