E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras

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E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020 - Varias Autoras Pack

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      Entró en la cocina y abrió el armario donde Jo siempre había guardado las medicinas. Justo entonces, oyó un ruido a su espalda y reaccionó por instinto: alcanzó la primera arma que pudo encontrar y se giró con un cuchillo en la mano.

      Era Easton. Llevaba unos pantalones sueltos y una camiseta vieja.

      –Ya me has amenazado con una pistola y con un cuchillo. ¿Qué será lo siguiente? –ironizó–. ¿Llevas una ametralladora encima?

      Él dejó el cuchillo en la encimera.

      –Descuida. De momento, estás a salvo –declaró.

      Easton sacó un vaso para servirse un poco de agua. Cisco hizo un esfuerzo por no admirar sus curvas cuando alzó los brazos.

      –Siento curiosidad, Cisco –añadió.

      –¿Curiosidad? ¿Respecto a qué?

      Easton dio un trago de agua antes de hablar.

      –¿Es que no duermes nunca? No me refiero aquí, sino a los sitios adonde vas cuando haces esas cosas de las que no hablas.

      –Claro que duermo.

      –¿Con una pistola bajo la almohada y un cuchillo al lado?

      Cisco tendría que haber contestado afirmativamente, de modo que decidió hacerse el loco y cambiar de conversación.

      –He bajado a buscar un ibuprofeno, pero no hay.

      –¿Por qué quieres uno? ¿Las pastillas de Jake no te hacen efecto?

      –Sí, pero me duermen.

      Ella lo miró con intensidad, pero no dijo nada. Se limitó a abrir otro armario y a sacar un botecito, que le lanzó.

      –Gracias.

      –No hay de qué.

      –Siento haberte despertado. Siempre olvido que esa escalera cruje terriblemente…

      Easton sonrió.

      –A veces pienso que Guff lo hizo a propósito cuando la construyó, para que sirviera como alarma –comentó ella–. Me descubrió in fraganti varias veces, durante mi adolescencia…

      –Vaya, no sabía que hubieras sido tan rebelde, Easton Springhill. ¿Y adónde ibas, si se puede saber?

      Ella lo miró con humor.

      –A ningún sitio especialmente interesante. Yo no era tan traviesa como vosotros… en general, solo salía a montar.

      –Sí, claro. Salvo cuando te venías con nosotros –le recordó.

      –Sí, eso es cierto –admitió ella–. ¿Te acuerdas del día que os rogué que me llevarais con vosotros a Hidden Falls? No recuerdo cuántos años tenía… ¿trece, tal vez? Pero recuerdo que mi madre me lo prohibió porque decía que ya era mayor para hacer escapadas nocturnas con chicos.

      –Lo recuerdo perfectamente.

      Cisco no lo habría podido olvidar en ningún caso. Dejaron una nota a la madre de Easton para que no se preocupara, pero Guff no fue más clemente por eso. Los reprendió con aspereza y les recordó que Easton ya no era una niña, que se había convertido en una mujer y que debían tratarla con respeto a partir de entonces.

      –Siempre fuimos una mala influencia para ti…

      Easton arqueó una ceja.

      –¿Y eso ha cambiado? –bromeó.

      –No sé si ha cambiado, pero tus padres deberían haberte encerrado en la casa del capataz cuando Jo y Guff adoptaron a Quinn.

      Ella se apoyó en el frigorífico y sonrió.

      –Oh, vamos… mi vida fue mucho mejor gracias a vosotros. Brant y Quinn se convirtieron en los hermanos que no había tenido. Y en cuanto a ti…

      Easton dejó la frase sin terminar.

      –¿En cuanto a mí?

      –Bueno, es evidente que no fuiste precisamente un hermano –murmuró.

      Él suspiró y dio un paso hacia ella, haciendo caso omiso de las alarmas que se habían activado en su mente. Le gustaba demasiado y se sentía completamente dominado por el deseo, irresistiblemente atraído por su encanto.

      Easton tragó saliva y lo miró con más intensidad, consciente de lo que pasaba.

      En circunstancias normales, Cisco habría refrenado sus impulsos y habría salido de la cocina antes de cometer un error; pero su contención saltó por los aires cuando la miró a los ojos y comprendió que ella también lo deseaba.

      –Cisco…

      Sus palabras se perdieron contra los labios de Cisco.

      Y le pareció maravilloso.

      La boca de Easton estaba fría por el agua que acababa de tomar; pero le supo a menta, dulce. Su piel, profundamente femenina, tenía un aroma tan cálido como seductor.

      Durante los momentos más oscuros de Cisco, cuando estaba en alguna misión de resultado incierto, se aferraba al recuerdo de los besos de Easton en la caseta del lago Windy que había construido con ayuda de Quinn y de Brant.

      Recordaba el placer de tenerla entre sus brazos y el calor de su pasión. Recordaba cada instante, cada gemido, cada suspiro del tiempo que habían compartido cinco años atrás. Recordaba el ángulo de su cabeza cuando la acariciaba, el movimiento de sus manos cuando las llevaba a su camisa y, naturalmente, el éxtasis de entrar en su cuerpo.

      Pero la realidad de su boca era mucho más placentera que los recuerdos del pasado.

      Desgraciadamente, sabía que no podía durar. En cuestión de segundos, uno de los dos recobraría el buen juicio y rompería el contacto. Pero, de momento, Easton seguía aferrada a él, con las manos en su cintura.

      Cisco la apretó contra la mesa de la cocina. Ya no le dolía nada; ni la herida del costado ni sus heridas interiores. Solo podía pensar en ella, en la única cosa de su vida que merecía la pena de verdad.

      –Cisco –repitió.

      Solo dijo eso. Su nombre.

      Un sonido que le pareció increíblemente erótico; pero también, un sonido que le hizo reaccionar.

      No podía hacer eso. No le podía hacer eso.

      Las cosas ya estaban demasiado revueltas entre ellos. Cisco sabía que era culpa suya; a fin de cuentas, él era el canalla que había despertado sus sentimientos cinco años antes, cuando se aprovechó de su necesidad de cariño tras la muerte de Guff.

      Por aquel entonces, Easton tenía veinticuatro años; pero a pesar de ello, seguía siendo virgen. Y Cisco se odiaba por haberle robado la inocencia.

      Nada

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