Cómo conquistar a un millonario - Dulce medicina. Marie Ferrarella
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Él gimió, la apretó contra su cuerpo y su lengua la acarició, le prometió todo tipo de placeres.
Audrey puso los brazos por encima de sus hombros, arqueó la espalda y apoyó todo su cuerpo contra él.
Se sintió feliz besándolo.
Y se olvidó de todo lo demás.
Andie estaba en la heladería el sábado por la tarde, en alerta por si su madre volvía a aparecer.
No había hablado con ella desde que se habían encontrado allí, pero sabía que estaba cerca. Media docena de amigos la habían llamado para decirle que la habían visto haciendo footing por el barrio, o en un parque cercano, con un perro.
¿De verdad estaba trabajando como niñera de un perro?
Andie pensaba que aquello no tenía sentido.
Seguro que era otra mentira más.
Aunque ya le daba igual.
Oyó que un coche se detenía en la curva y vio a Jake, que sonreía, como siempre.
Se sintió contenta y tranquila, y tensa por dentro.
Aquello era ridículo.
Al fin y al cabo, era un hombre, no podía fiarse de él. Ni debía sentir nada por él.
—Eh, ¿te llevo a casa? —le preguntó.
—Pensaba ir dando un paseo.
En realidad, sólo estaba allí pasando el rato, para no estar en casa. La Barbie y su padre habían tenido una pelea, y ella había preferido quitarse del medio.
—Ven, te llevaré —insistió Jake, sonriendo todavía más.
Andie se levantó dispuesta a rechazar su ofrecimiento, porque era lo más inteligente.
Jake era encantador, pero era como un niño grande. No obstante, se había portado estupendamente con ella durante los últimos meses, que habían sido horribles, a pesar del lío en el que le habían metido su madre y ella.
Andie seguía sintiéndose fatal por aquello.
—Venga —le abrió la puerta del copiloto para que entrase.
—Bueno, supongo que será mejor que me vaya de aquí, que es donde me encontré a mi madre. No quiero volver a verla.
—Yo también la vi aquí el otro día —comentó Jake.
—No me lo habías dicho —le recriminó Andie, como si hubiese hecho algo horrible, y entró en el coche.
—Pensé que sólo serviría para disgustarte, por eso no te lo mencioné.
—¿Y qué te dijo? ¿Qué hizo? No permitas que vuelva a causarte problemas, Jake.
—No me contó mucho, la verdad. No fue ella quien se acercó a hablarme, sino yo quien la convenció de que nos dejase ayudarla. Se había hecho daño en una pierna y la llevamos a casa.
—¿Quiénes?
—Estaba con Jordan y unos amigos suyos. Tu madre sólo estuvo en el coche dos minutos, Andie. ¿No querrías que la dejásemos volver a casa cojeando?
—Me da igual lo que haga, siempre y cuando yo no tenga que verla ni hablar con ella.
Pero, ¿se habría hecho daño de verdad? Andie intentó no pensar en ello.
—¿Viste dónde vive? —preguntó.
Jake asintió.
—Es como una mansión.
—Cómo no. Ha debido de encontrar a otro hombre que la mantenga otra vez. Es lo único que sabe hacer.
—Me dijo que trabajaba allí.
—Ya sabes que no puedes fiarte de ella.
—Yo sólo te estoy contando lo que me dijo —insistió él, suspirando. Detuvo el coche delante de la casa de Andie.
Ella se quedó allí sentada, no quería entrar. En realidad, no quería hacer nada.
—¿Se están peleando otra vez? —le preguntó Jake.
Ella asintió.
—¿Quieres venir a mi casa? Ya sabes que a mi tío y a Lily no les importa.
—Ya lo sé —murmuró ella.
No le gustaba estar en casa de Jake. Allí el ambiente era agradable, todo el mundo era simpático, pero sabían todo lo que había pasado con su madre. Odiaba que la gente la mirase, cuchichease, se riese, pero casi era peor que la tratasen con amabilidad.
Como si les diese lástima.
Eso, lo odiaba.
No obstante, hacía semanas que no iba a casa de Jake.
—Venga, Andie, ven. Le he prometido a Lily que cuidaría de las niñas para que ella pueda salir con mi tío.
—Está bien.
Sólo tardaron un par de minutos más en llegar a su casa. Andie salió del coche y se encontró con la señora Richards en la acerca. Tuvo la esperanza de que la mujer no se detuviese, pero no hubo suerte. Su madre la había considerado su amiga, pero durante el último año, ésta no había hecho nada más que criticarla.
—Andie, cielo, qué casualidad. Juraría que acabo de ver a tu madre saliendo de Morton’s y subiéndose a un coche muy elegante con chófer y todo.
¿De Morton’s?
—¿El balneario? —preguntó Andie.
La señora Richards asintió.
—Supongo que tu madre ha vuelto a ser la de siempre. Me habían dicho que trabajaba paseando a un perro, pero uno no va a Morton’s con ese trabajo, así que supongo que tiene un hombre nuevo. ¿Lo conoces ya?
Andie negó con la cabeza y se mordió el labio inferior para no decir nada. De todos modos, ¿qué iba a decir?
—Bueno, me alegro de verte, cariño. Cuídate —se despidió la señora Richards.
Ella se apoyó en el coche de Jake. Él estaba en la acera, a su lado, intentando decidir qué hacer.
—Morton’s —murmuró Andie—. Vive con un hombre viejo y rico en Highland Park y se pasa el día en Morton’s. Es perfecto. Perfecto.
—Eso no lo sabes —insistió Jake—. La gente habla sin saber lo que dice.
—Tienes razón. No lo sé. Así que será mejor que lo averigüe.