Padre rico, hijo flojo, nieto pobre. Fernando Vigorena
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Los grandes emprendedores de décadas pasadas comenzaron a desarrollarse durante la época de la Revolución Industrial, que empezó a germinar en Inglaterra en la segunda década del siglo XVIII y que rápidamente se expandió a Francia, Alemania, Italia y Estados Unidos en el siglo siguiente. En esta modalidad de trabajo primaba la producción de bienes en forma masiva en la línea de montaje.
En aquel entonces, el emprendedor montaba una fábrica con máquinas, obreros, grandes dependencias, bodegas y materias primas. Claramente privilegiaba la fuerza sobre el intelecto, razón por la cual requería de mucho personal y mano de obra, y mientras más antigüedad tuvieran sus obreros o empleados, más valiosos eran para la producción masiva.
Las fábricas de los siglos XVIII y XIX crearon a su imagen y semejanza otras organizaciones complementarias: los servicios públicos, los hospitales, los clubes, las universidades, etc. Tenían un parecido a las fábricas, que habían sido pensadas para producir cualquier cosa: profesionales, zapatos, empleados o lo que fuera factible de realizar.
A los 65 años, tanto el emprendedor como el obrero y el empleado tenían que jubilarse, porque empezaban a perder la fuerza bruta que se requería para lo que hacían. Esta idea del retiro laboral curiosamente aún prevalece en el inconsciente colectivo, a pesar de que la forma de trabajar ha cambiado. Además, hasta la década de 1950, llegar a los 60 años significaba decididamente entrar a la vejez. Entre 1950 y 1955, en Chile, según el Instituto Nacional de Estadísticas, las esperanzas de vida al nacer eran de 55 años. Para esa década –según el INEGI– la esperanza de vida en otros países, como México, era la misma (en 1930 era de 34 años; en 1970 era de 61)
Elbert Hubbard en su libro Un mensaje a García cuenta la siguiente anécdota que revela muy bien el carácter de los emprendedores: “En una ocasión, a un empresario exitoso y próspero, le hicieron el siguiente comentario: ‘Usted es un hombre de suerte, lo envidio por todo lo que ha conseguido’. El empresario, ante el comentario, sonrió tenuemente y acotó: ‘Si se le llama suerte trabajar de lunes a domingo doce horas diarias y tener vacaciones muy esporádicamente, usted tiene razón, yo soy un hombre de suerte’.”
El emprendedor, además de su ilimitada capacidad de trabajo, tiene una característica única, que es la de ver oportunidades donde otros no las advierten. El estadista británico George Meredith sobre este respecto decía lo siguiente: “¡Cuántas cosas que arrojamos al suelo, cuando las recogen otros se transforman en piedras preciosas!”
La lista de virtudes del empresario es muy larga, pero tiene una debilidad que él la confunde con una fortaleza. Desea que sus hijos no conozcan, ni menos vivan, los padecimientos por los que tuvo que pasar para levantar su empresa o convertirse en un profesional exitoso, y hace todo lo posible para evitárselos. Su temor a los sacrificios, a levantarse de madrugada, a comer mal, a cuidar la ropa hasta que es imposible ponérsela y a la pobreza en general es tan grande que, sin darse cuenta, a veces debilita la pujanza, el tesón y los anhelos de quienes van a ser sus herederos. El empresario británico Oliver Jessel, fundador de Jessel Valores, en una entrevista que concedió a The Times en 1972 afirmó que no contrataba “ …hijos ni cónyuges; serán más felices -aseguraba- abriéndose camino por sí mismos. Si son buenos, llegarán. Lo peor sería comprarles un trabajo que les proteja de las inclemencias.”
Un plan alternativo para una carrera de emprendedor
¿Cómo convertirse en un emprendedor? Teniendo presente lo que viene a continuación.
Al buscar prácticas laborales, trate también de trabajar en un negocio pequeño, aunque sea gratuitamente. La experiencia siempre es más valiosa que el dinero.
Trate de hallar algún negocio que le fascine, uno al que usted le tenga literalmente entusiasmo y amor. Una clave del éxito es escoger como actividad profesional lo que a usted le encanta hacer y, después, tiene que encontrar a alguien que crea en usted y su proyecto y le dé un cheque por eso.
Aprenda a vender cualquier cosa; el comercio es una gran fuente de aprendizaje. No haga caso de las bromas que reciba de parte de su entorno familiar y amistoso. En los fines de semana preste servicios como mesero, atendiendo público en algún evento, porque el contacto con la gente genera aprendizaje y redes de contacto. Hágalo a partir de los 15 años.
Busque algún curso o universidad que ofrezca un buen plan de desarrollo emprendedor, para que usted complemente su conocimiento técnico con el comportamiento del empresario. No acepte programas que sólo están en la publicidad de las casas de estudios superiores. Revise detenidamente las mallas curriculares.
Lea muchísimo, sea curioso, incursione en Internet donde hay muchos sitios web sobre los temas que le interesan, y acostúmbrese a generar opinión propia.
Investigue por su cuenta por qué algunas empresas funcionan bien y otras no. Tome el caso de dos lavanderías en su barrio, la mejor y la peor, y estúdielas, analícelas y cuestione por qué dos emprendimientos en la misma zona, con el mismo mercado, con los mismos proveedores, con el mismo número de empleados, tienen resultados tan diferentes. Estudie después las librerías, las carnicerías y otras actividades y nunca deje de hacerlo.
Iníciese prestando servicios como ayudante de un profesional, asesorías, participación en actividades de su escuela, organización de eventos. Enfrente todas las oportunidades como un desafío.
Cuando usted tenga definido cuál es su campo de actuación, prepárese para estudiarlo profundamente. Antes de abrir su negocio, domine completamente el conocimiento de aquello que usted va a emprender.
Una última recomendación, no sacamos nada con saber; es necesario hacer cosas con lo que se sabe. Las personas no valen por lo que saben, sino más bien por lo que hacen con lo que saben.
Tenga siempre presente lo que asegura Eudald Domènech, fundador y CEO de InOut TV; afirma que un componente fundamental del emprendimiento y la innovación es su aplicación exitosa en la comercialización. No basta crear algo –sostiene– sino que es preciso introducirlo en el mercado para que las personas puedan disfrutar de sus beneficios.
Finalmente, cuando se convierta en un empresario exitoso, no olvide los padecimientos que tuvo que pasar para consolidar lo que tiene. No olvide que lo que tiene es consecuencia de escasas horas de sueño, de tenacidad sin límite, de renuncias a todo lo que hace grata la existencia, de privaciones, de hambre, de jornadas de estudio y trabajo interminables, de perseverancia y obstinación. Tampoco olvide los fracasos que quedaron en el camino y cómo pudo sobreponerse a ellos. Cuando haga este ejercicio, sentado en la comodidad de su nueva vida, piense en sus hijos y en la existencia que ellos llevan gracias a usted, sin penurias, sin sacrificios, sin sobresaltos, sin hambre y con todo el tiempo del mundo para perderlo. A lo mejor, también van a tener el tiempo suficiente para perder lo que usted construyó.
El empresario estadounidense Jim Rohn, siempre recordaba que el éxito es la aplicación diaria de la disciplina. El escritor Truman Capote aseguraba algo parecido y el novelista Victor Hugo insistía que el éxito es el resultado de la constancia, los sacrificios, el método y la organización.
II
LOS HOMBRES