Paranoia. Germán Ulises Bula Caraballo

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Paranoia - Germán Ulises Bula Caraballo

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de modos diversos.12

      4) Captura de bienes materiales o simbólicos. Semióticas paranoicas son las que centralizan signos, las que se apropian de los espacios, las que cercan las interpretaciones. Una cartelera, una firma, un sello, el orden de las sillas en la sala, el color de las paredes, los libros y autores por leer, el tema de las pláticas, el estilo de las opiniones y muchos otros detalles más son ejemplos de centralización paranoica y elocuentes datos sobre el modo en que las aptitudes, los gestos y los signos son homogeneizados.

      5) Chivo expiatorio. Ellos planean, conspiran. Eso está pensado así porque lo que quieren es destruir, acabar. No ayudan. No colaboran. Allá están, mírenlos, esperando ver cómo nos joden… “Quien tiene la sensación de ser perseguido intentará reaccionar eliminando lo antes posible a su ‘perseguidor’. El motivo consciente es prevenir la destrucción, el inconsciente es eliminar la sensación de persecución atribuyéndoles a los otros la intención de perseguir” (Zoja 2011, 61). Los razonamientos sobre conspiraciones reproducen escenarios institucionalizados en los que es fácil encontrar culpables en vez de proceder mediante autocrítica y reflexividad. Normalmente, se trata de nociones generales: ellos, el Comité, la Junta, el Ministerio, la Rectoría, Control Interno, el Departamento Administrativo (de lo que sea: de ciencia, de transporte, de educación, de salud), los profesores, los estudiantes, el Capital, etc. En condiciones enfermizas se renuncia al razonamiento fundado y a la crítica de uno mismo, para dar paso a imágenes que cristalizan los monstruos más temidos. Se trata de un plano de existencia mental en el que uno se siente frágil, en el que parece existir coherencia entre lo que pasa y la convicción de que todo está pensado para atentar contra uno. De nuevo: lejos de la autocrítica y de la reflexividad, la paranoia hace que cualquier exigencia, cualquier llamado, cualquier requerimiento sean entendidos como una maniobra diseñada para hacer que uno renuncie, que uno se vaya y se aleje, para que uno lo pierda todo —“el empleado irreprochable, que teme perder su trabajo, le dispara a su jefe y se quita la vida, para evitar que lo despidan” (Zoja 2011, 37). Es el rédito paranoico despertado por la desconfianza (478-479).

      6) El rumor, las voces. “El secreto como forma paranoica eminentemente viril” (Deleuze y Guattari 1994, 289). En la paranoia no se sabe qué es realidad y qué es delirio fantasioso; indistinción que es fortalecida por los rumores. Me contaron… Y me lo dijo alguien que sabía porque otro también le dijo y pidió que no fuera revelado su nombre. Y a él, otro —que tampoco quiso decir quién le contó, pues a este le pidieron que no dijera nada. Es como escuchar el bajo fondo de las opiniones de muchos que traslucen hechos, pero en las que es imposible saber qué es habladuría y qué no. Voces: es el murmullo en el que transitan informaciones inverificables, de fuente incierta y que narran eventuales hechos como testimonios oscuros que se hacen en voz baja. En ellos se combinan pensamientos, unas veces sensatos, otras veces contradictorios, pero que, en suma, solo desorientan, confunden. Los rumores se difunden más velozmente que la información crítica bien fundada.13

      Al recordar los rasgos de comportamientos erráticos y patológicos, se hace notorio el hecho de que la perturbación insana de la vida de las personas proviene de situaciones que cercan la exploración de posibilidades y limitan las perspectivas de acción en función de cuadros interpretativos distorsionados por los que cedemos a feroces males en vez de construir medios estables para el desarrollo mutuo. En esa dirección, hemos intentado mostrar que el concepto de paranoia sirve para subrayar los agotamientos anímicos que acarrean la competitividad y la lucha por la supervivencia. Paranoia es un buen concepto por dos razones: la primera es que concentra psicología y política y abre así posibilidades de análisis de las emociones públicas; la segunda es que permite la compresión crítica de las situaciones de desconfianza y competencia. Varias de las características de la paranoia representan el molde de pensamientos, sentimientos y aptitudes promovidas en escenarios enfermizos que no deben ser descuidados ni pasados por alto. Hacerlo sería olvidar la tremenda influencia que tiene la economía afectiva en la existencia de las organizaciones. De hecho, mientras siga ocurriendo que en estas se desatiendan los asuntos anímicos de las comunidades que las activan y sustentan, no habrá lugar a la crítica institucional sensata y prospectiva, ni habrá lugar a la formulación de horizontes distintos de trabajo mancomunado.

      Pues bien, creemos que ese punto de vista es aplicable a la universidad. Ciertamente, el Homo academicus corre el “privilegiado” riesgo del malestar, el agotamiento y la perturbación por convivir en el centro de difíciles condiciones institucionales; condiciones que traducen en la cotidianidad el debate universitario entre los valores y objetivos políticos y culturales de alta estima y la influencia de modelos de producción estandarizados en los que son necesarios “patrones culturales medios y conocimientos instrumentales útiles para la formación de una mano de obra calificada” (Santos 2005, 11). Nuestro país no está al margen de esa situación. El medio universitario está impregnado de dudas acerca de cómo orientar el contenido, la estructura y la pedagogía del conocimiento: si en torno a los procesos de investigación, innovación y transferencia mejor apreciados por los estándares internacionales, o si en torno a las necesidades de formación superior coherente con los supuestos de la movilidad social —i. e., generación de empleo.14

      Por supuesto, también estamos hablando de la manera en que se han “viciado” los caminos para construir conocimiento (sobre todo por la égida del comercio y los acuerdos mundiales sobre el tema de servicios), de la cercanía de la universidad a criterios administrativos y empresariales y del excesivo énfasis dado a las demandas de aplicación y rentabilidad que pesan sobre el desarrollo tecnológico y científico.15 Esto todo el mundo lo sabe: la redefinición de la investigación y la enseñanza, que se ha promovido a través de las políticas de transferencia, no solo ha impactado la concepción acerca de cómo se produce y para qué produce conocimiento; también ha impactado la valoración general que hacemos sobre las disciplinas y los profesionales (cfr. Rosovski 2010, 136-138). Lidiamos con dudas de todo tipo por cuanto se considera la idea supuestamente decorativa del conocimiento y la alta cultura en contraste con la cuestión del conocimiento socialmente útil y la ambivalencia con respecto al problema del conocimiento potencialmente rentable (cfr. Peters y Olssen 2005, 57-69).

      Por otra parte, son notables los entornos insanos a las libertades necesarias de los procesos de formación, investigación y extensión: con el deterioro moral y anímico y el conflicto de las facultades se puede ver que no hay nada especial en la academia en lo que a juegos de poder y estructuras de posición se refiere.16 Es muy alto el interés por la dirección de organismos (consejos, comités, etc.), por la participación en instancias de decisión, por las distinciones académicas, por los rangos de titulación, por las menciones mediáticas (como apariciones en televisión y colaboración en diarios), por las citaciones, por las invitaciones a eventos, por los niveles en las categorizaciones, etc. Por lo anterior, es preocupante ver el modo en que el funcionamiento jerarquizado de la academia tiende a la constitución de luchas y competitividades en sentido análogo al de otros campos de poder.

      Para decirlo ampliamente, se sabe a través de algunos de los intelectuales más comprometidos en la discusión sobre la idea de universidad en Latinoamérica que competencia científica y competencia social se aúnan en el conflicto entre la facultad de conocer, la razón práctica y la lógica de la pertinencia y la aplicabilidad de la técnica (cfr. Hoyos 2011, 2013; Santos 2005). La cercanía de la universidad a las políticas de comercio y las necesidades de mercado, sumada a la preocupación por la calidad de la educación y por la posibilidad de reducir las brechas en las clases sociales, tiene causa en las variaciones de la relación contemporánea entre educación y sociedad. La universidad ya no es como antes. Y la sociedad pide cosas que también son distintas. Los cambios recientes ahondan en ciertas renuncias al conocimiento especulativo en beneficio del conocimiento con relevancia práctica.

      También es cierto que los cambios recientes

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