Medios, poder y contrapoder. Ignacio Ramonet

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Medios, poder y contrapoder - Ignacio Ramonet

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son: a) garantía de soporte financiero a la aguda internacionalización de la industria de bienes simbólicos; b) financiamientos bancarios a compras, fusiones e infraestructura tecnológica; c) sociedades y participaciones cruzadas que aseguran a los bancos participaciones accionarias y sociedades en proyectos de entretenimiento (parques temáticos, superproducciones de Hollywood, giras de estrellas de la música pop), y d) interferencia del trade financiero en acciones estratégicas de los conglomerados de comunicación. Con la unión de lógicas que deberían estar apartadas –la de la financierización y la de la producción simbólica– aumenta la dependencia de grupos de medios con entidades de crédito, sea para obtener préstamos o prórrogas de pago de deuda, sea para capitalizarse con la emisión de títulos o aperturas de capital en bolsas. Y se acentúa la participación de corporaciones financieras en la estructura de propiedad, incluso recomendando representantes en los consejos de administración de empresas de comunicación.[15]

      Con el lastre financiero asegurado por bancos y fondos de inversión, los conglomerados de medios se convierten en actores económicos de primera línea. Acumulan diferenciales inaccesibles a organizaciones de menor porte: altas tecnologías, know-how gerencial, investigación y desarrollo de productos de punta, capacidad industrial, innovaciones técnicas, esquemas globales de distribución y campañas publicitarias mundializadas. Es la interpenetración de aparatos tecnológicos, de modelos de planeamiento y de negocios que introduce circunstancias y factores sinérgicos entre los players, beneficiando la concentración y la oligopolización.

      Ocupan posiciones destacadas sociedades, acuerdos estratégicos y joint ventures, que permiten a las empresas actuaciones conjugadas en partes distintas y complementarias de los procesos productivos. Al optar por estrategias de colaboración y descentralización parcial con división de responsabilidades, las corporaciones buscan aumentar sus lucros, sea cortando gastos y repartiendo pérdidas, sea minimizando riesgos, en especial los derivados de la inestabilidad económica y del encogimiento de la vida útil de las mercaderías. Los proyectos exigen aportes financieros y buena logística para facilitar la circulación y las ganancias de escala en las plazas extranjeras, teniendo en cuenta adaptaciones a los costos y factores locales de producción, como también la necesidad imperiosa de equilibrar las relaciones entre trabajo, distribución de renta, poder adquisitivo, modelo tecnoprodutivo y sistemáticas de comercialización, de acuerdo con la estructura de cada mercado.[16]

      En ese marco, se reduce la participación de empresas de menor porte en los negocios de punta. Quedan para las pequeñas y medianas empresas nichos de mercado o la provisión de insumos y servicios especializados, siempre que sea más ventajoso para las grandes compañías tercerizar la producción o adquirir bienes cuya fabricación sea costosa. En ambos casos, gravitan en torno a la economía de escala de las corporaciones y precisan demostrar productividad, agilidad y creatividad para sobrevivir.

      Para preservar el sistema monopólico y su lucro en permanente expansión, las corporaciones recurren a dos maniobras principales, según David Harvey. La primera de ellas es la amplia centralización del capital, ejerciendo el poder financiero en busca de economía de escala y liderazgo en el mercado. La segunda consiste en proteger, a cualquier precio, las ventajas tecnológicas por medio de patentes, leyes de licenciamiento y derechos de propiedad intelectual.[17]

      La concentración de los procesos productivos y de los esquemas globales de distribución y comercialización en torno a un puñado de grupos empresariales tiene por finalidad garantizar el mayor dominio posible sobre la cadena de fabricación, procesamiento, comercialización y distribución de los productos y servicios, ampliando considerablemente la rentabilidad y las condiciones monopólicas.

      La contracción de la competencia alcanza su máximo nivel cuando los protagonistas de un mismo sector optan por fusiones, para recuperar la rentabilidad perdida en coyunturas de crisis económica. Las sinergias empresariales trascienden los sectores originarios de cada grupo y se extienden a actividades potencialmente rentables, involucrando conocimiento innovador en tecnologías y técnicas avanzadas, planeamiento estratégico, poderío financiero y capacidad logística y distributiva. René Armand Dreifuss explica cómo las corporaciones se aglutinan para obtener el dominio monopólico:

      Buscan alcanzar la magnitud y calidad de los recursos (humanos, materiales y de infraestructura social) necesarios a la investigación y para asegurar condiciones de producción (incluyendo el control de componentes e insumos), ya que, con cada nueva generación, los costos suben de forma geométrica, al tiempo que crece la complejidad del proceso y del producto. Son razones, más que suficientes, para establecer alianzas con el objetivo de reducir, compartir y distribuir costos y pérdidas (y minimizar riesgos) en la investigación científica y en su “traducción” tecnológica, en el diseño de proyecto, en el desarrollo de nuevos productos […] y en la producción de productos de punta.[18]

      Otras ventajas empresariales evidentes: aumenta el poder de negociación comercial con proveedores, disminuye gastos, reparte deudas y suma activos. Las ganancias son reinvertidas en actividades diversas con el objetivo de minar antiguas supremacías y, si fuera posible, establecer nuevos monopolios.

      Tomemos como ejemplo la industria editorial, que sigue el mismo perfil de concentración que las demás ramas del entretenimiento. Es controlada por trece megagrupos: el británico Pearson, el angloholandés Reed Elsevier, los americanos Thomson Reuters, McGraw-Hill Education, Scholastic, Cengage y Wiley, el holandés Wolters Kluwer, el francés Hachette Livre, el español Grupo Planeta, el italiano De Agostini Editore y los alemanes Random House y Holtzbrinck.[19] En Estados Unidos, cinco grandes conglomerados del entretenimiento (Time-Warner, Disney, Viacom/cbs, News Corporation y Bertelsmann) se están tragando a la mayoría de las editoriales y ya dominan 80% del mercado de libros. El efecto colateral es la subordinación de los mercados regionales y nacionales a los lanzamientos y las campañas globales, generando una creciente desnacionalización del mercado editorial y el irrisorio porcentaje de obras traducidas descontando el inglés. En Estados Unidos, del total de títulos publicados anualmente, apenas 2,8% son traducciones, mientras que Gran Bretaña se limita a editar solamente 3% de literatura no inglesa. El reflejo se puede verificar en las grandes ferias internacionales de libros, como las de Francfort y París, donde los pabellones reservados a los países de Asia, África y América Latina quedan casi desiertos y el número de editores provenientes de allí disminuye año a año, así como el interés de los compradores de derechos autorales. “Con respecto a los editores franceses, españoles, italianos o alemanes, gastan buena parte de su energía en conseguir ganar la apuesta imposible: vender uno de sus libros a Estados Unidos, aunque sea por un monto simbólico. O conseguir convencer a un editor inglés, lo que es un primer paso en dirección al paraíso americano”, observa Pierre Lepape.[20] La mercantilización de la rama editorial incluye remates semanales de best-sellers de autores globales. La guerra por derechos de publicación en diferentes países da lugar a la multiplicación de las ganancias, tanto de los escritores y de sus agentes como de las empresas que detenten, por contrato, primacía para negociarlos. La voraz entrada de grupos editoriales extranjeros en el mercado brasileño –que creció 25% de 2004 a 2010– intensificó la competencia por las traducciones al portugués de obras de retorno comercial garantizado. Una muerte súbita, novela de Joanne K. Rowling, la autora de la serie de siete libros de Harry Potter y con una fortuna estimada en un billón de dólares,[21] fue disputada por cinco de las principales editoriales de Brasil. Después de ganar la competencia con un adelanto millonario para Rowling, Nova Fronteira divulgó que el diferencial de su propuesta fueron los planes de lanzamiento y comercialización, con campañas de divulgación en canales de televisión por suscripción, radio, diarios, revistas, sitios web y redes sociales. “Vamos a imprimir cincuenta veces más que en un lanzamiento normal, invertir veinte veces más en marketing y esperamos vender con eso cien veces más que lo normal.”[22] Las megafusiones que vienen ocurriendo en el sector editorial agravan el perfil de concentración y desnacionalización. Es el caso de la unión entre Random House, perteneciente a la alemana Bertelsmann, y Penguin, de la británica Pearson, anunciada en octubre de 2012. La expectativa es que la asociación genere el mayor grupo editorial

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