Papel pintado. Diego Giacomini
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Las necesidades financieras del Imperio Británico y la asociación inmoral y solidaria entre burócratas, financistas y banqueros hicieron que la Compañía Mar del Sur adquiriera un poco más de la mitad de toda la deuda pública con una ampliación de su propio capital accionario. Es decir, la Compañía emitió nuevas acciones para hacerse de ahorro con que financiar al Estado. Parte de esta compra de acciones estuvo financiada por crédito artificial del Banco de Inglaterra.
Con esta operatoria, la Compañía se aseguró un cash flow a perpetuidad de parte del Estado imperial, garantizándose una fuente de ingresos constantes para los nuevos accionistas de la Compañía. Así, la aparente estabilidad de los ingresos de la Compañía fue el primer factor desencadenante de la llamada burbuja de los mares del sur.
En segundo lugar, la Compañía comenzó a divulgar rumores de que su comercio internacional con las Américas crecería exponencialmente incluyendo altas remesas de oro y plata. Así el precio de la acción de la Compañía se elevó aún más retroalimentando la burbuja, que además también se vio potenciada adicionalmente por otra acción impulsada por la política y financiada por el Banco de Inglaterra: a comienzos de 1720 la Compañía recibió una línea de crédito del propio Parlamento Británico, financiada también por el crédito espurio del Banco de Inglaterra, por valor de 70 millones de libras para expandir sus actividades comerciales. Todas estas acciones causaron un impresionante boom entre los inversores británicos que hizo que el valor de cada acción saltara de 128 libras (enero) a 550 libras (mayo) en los primeros cinco meses de 1720. A principios de junio de 1720 la acción llegó a 890 libras.
La creación de depósitos y crédito artificial del Banco de Inglaterra, con su artificial monetización de la economía estuvo detrás de la creación de esta burbuja de la cual participaron masivamente los burócratas del Estado. De hecho, muchos inversores fueron destacados políticos ingleses. Se les había ofrecido la opción de comprar las acciones a precio de mercado, asegurándoles el derecho a vendérselas a la propia Compañía a una fecha posterior embolsándose la ganancia. Este rulo financiero infló aún más el valor de las acciones de la Compañía ofreciendo un claro incentivo para la especulación financiera que, al mismo tiempo, estaba apuntalada por el prestigio social y económico de los agentes intervinientes, los cuales estaban todos entrelazados a través de la política y sus prebendas para con el sector banquero y comercial.
El rápido aumento del valor de la acción provocó y generó un boom bursátil especulativo en todo el mercado accionario a lo largo y a lo ancho de todo el Reino Unido. A principios de agosto de 1720 la acción de Mares del Sur alcanzó las 1000 libras. Sin embargo, no tardó en cambiar la tendencia. Hubo toma de ganancias masivas, la acción comenzó a no parar de caer. La crisis se propagó a los bancos que se habían endeudado fuertemente para adquirir y especular con acciones. Esta propagación al sistema bancario no tardó en contagiarse hacia la economía real dando lugar a bancarrotas comerciales.
La cotización de la acción bajó hasta 100 libras antes de fin de 1720. Al año siguiente en 1721 se publicó un informe en el cual se reveló todo el fraude financiero organizado por los directores de la compañía que fueron arrestados. Paralelamente, se anunciaron una serie de medidas para restablecer la confianza pública y la solvencia de la compañía. La Compañía continuó con su comercio hasta el final de la Guerra de los Siete Años en 1763 (28). Sin embargo, su principal función fue siempre manejar la deuda gubernamental, más que comerciar con las colonias españolas. Tanto es así que luego de dejar la actividad comercial, continuó administrando parte de la deuda pública británica hasta su cierre en 1850.
Más allá de ser partícipe importante en la burbuja financiera de 1720, el Banco de Inglaterra pudo surfear la ola del boom&bust de 1720, y siguió operando siempre bajo el sistema de encaje fraccionario, creando depósitos, crédito y dinero artificial sin respaldo de ahorro genuino. A lo largo de todos sus días, el Banco de Inglaterra siempre financió al Tesoro. Con el pasar de las décadas, el coeficiente de encaje fue bajando, la relación reservas/depósitos cayendo y la multiplicación del crédito aumentando. Tanto es así, que el Banco de Inglaterra suspendió el pago en metálico de sus depósitos en 1797. Al mismo tiempo, se declaró que los billetes de papel emitidos por el Banco de Inglaterra tenían curso forzoso para pagar impuestos y deudas.
i) La otra estafa: el Banco Real Francés
Esta performance del Banco de Inglaterra no fue aislada. Por el contrario, del otro lado del Canal de la Mancha sucedió un fenómeno similar con el Banco Real Francés (29), que también impulsó una burbuja financiera, generó boom & bust y terminó declarando la inconvertibilidad metálica de los depósitos y el curso forzoso del dinero papel. Sin embargo, en Francia la situación fue aún más obscena que en Inglaterra. ¿Por qué? Porque a diferencia del Banco de Inglaterra que era privado, el Banque Royal francés era estatal, con lo cual las prácticas inmorales fueron llevadas hasta un extremo aún más aberrante. Si a esto se le suma la revolución francesa, no sorprende que “todo” haya terminado en hiperinflación hacia fines del siglo XVIII.
El dinero sin ningún respaldo más que “el del rey de Francia” más la inconvertibilidad de los depósitos en oro y plata devino en hiperinflación, lo cual no solo no debe sorprender, sino que era el resultado más probable. En este sentido, vale citar las palabras de Murray Rothbard cuando explica que “la manera más directa en que un gobierno puede fomentar la inflación, es otorgar a los bancos el privilegio especial de rehusarse al pago de sus obligaciones, en tanto que siguen en funcionamiento. Mientras todos los demás tienen que pagar sus obligaciones o ir a la quiebra, se permite a los bancos que rehusen el pago de lo acreditado en sus recibos y, al mismo tiempo, puedan obligar a sus propios deudores a cancelar sus deudas a su vencimiento. El nombre usual que esto tiene es “suspensión de pagos en metálico”. Sería una denominación más adecuada: “licencia para robar”; porque, ¿de qué otra manera podemos llamar a un permiso del gobierno para continuar operando comercialmente sin cumplir lo pactado por uno mismo?” (30)
Gráfico 1: burbuja accionaria creada por compañías y bancos con prebendas políticas
Fuente: Francois Velde para Compañía del Misisipi y Economipedia para Compañía del mar del sur
j) El siglo XVIII, la expansión del abuso
En definitiva, la alianza inmoral y la complicidad solidaria entre burócratas, políticos y banqueros, si bien se habían manifestado (con diferente fuerza) a lo largo de toda la historia, nunca habían estado tan presente y con tanta fuerza como en la Gran Bretaña y la Francia del siglo XVIII. A lo largo de ese siglo, la violación del encaje del 100% y la banca con reserva fraccionaria alcanzaron límites nunca vistos en las dos máximas potencias europeas. La actividad fraudulenta de los banqueros y la complicidad de los correspondientes gobiernos y de la casta política batió todos los récords, logrando fabricar las burbujas financieras y los boom & bust más grandes de la historia de la humanidad nunca antes vistos.
Además, tanto la experiencia inglesa como francesa del siglo XVIII agregaron un nuevo eslabón escala a la cadena de la estafa fraudulenta, los burócratas y banqueros ya no se conformaron con utilizar en beneficio propio el dinero de sus depositantes creando depósitos, dinero y crédito artificial sin respaldo de ahorro genuino, sino que decretaron la inconvertibilidad de los depósitos en oro y plata defaulteando masivamente a sus depositantes y, además, crearon la banca de emisión de dinero papel. Ambos bancos empezaron a emitir papelitos de colores que se sabían que no tenían respaldo en oro y plata o que,