"El amor no procede con bajeza" (1 Co 13, 5). Claudio Rizzo

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la espiritualidad que todos intentamos madurar con amor y paz interior, advirtamos y clarifiquemos dos aspectos de la histeria:

      El “tono histérico” y el “carácter histérico”, si es que no está ya incluido en él, lo cual nos permite acceder a las distintas reacciones del alma. Antes cité a Kretschmer. Este hombre hace de pasada una observación y es la siguiente: “Se ha dado al término histérico un acento moral, el sentido de ineducación, femenino, o el de expresión afectiva desagradablemente teatral y exagerada. Por otra parte, la mujer histérica ha ejercido, aún en sus manifestaciones más banales y de mayor pobreza espiritual, una secreta fascinación sobre la fantasía de los estetas e incluso de los poetas más geniales, venero de ensueños maravillosos. La volubilidad extravagante y versátil de un erotismo semiinfantil y las descargas histéricas impulsivas se han transformado fantásticamente en la conocida figura literaria de la “mujer enigmática”, de alma comprensible. De aquí procede la faz externa, extraña, de la histérica. El resto es obra del poeta”.

      Sin lugar a dudas, en el acompañamiento de la vida espiritual he identificado muchos casos en los que las personas aducen quejas constantes y reiteradas, rechazos, invisibilización, desaires…, allí donde van o están, abandono afectivo (se sienten olvidadas), “mártires sin palmas” (ejemplos: “Yo que trabajé tanto…”, “Yo que le di tanto”. “Yo que me esforcé por ella, por él”; en otros portadores perpetuos de “problemas” (sus vidas son conflictos y más conflictos…); portadores de incomprensiones y lamentos reiterados; otros con suma rudencia en su trato, otros con “falsos misticismos” (“yo veo”, “yo siento que Dios me dice”)… todo para llamar la atención…, otros con sexualidades escondidas y vengativas…, otros con el hábito del engaño verbal, emocional (cuánto la quiera/lo quiero… pero lo critico o lo peyorizo – se juntan la admiración y una neurosis descontrolada en sus comentarios y acciones…). Toda patología se percibe y experimenta por la duración del síntoma.

      Sin embargo, me siento compelido en poder clarificar que la persona histérica no es un conjunto de perversiones y mala voluntad. Al carácter histérico se le ha atribuido maldad, egoísmo, tendencia a la mentira, soberbia, emotividad sin freno, lascivia. En realidad, es evidente que las personas histéricas son amantes de sus prójimos, aunque ocasionalmente se dejen llevar por la excitación del momento.

      Además, por razones comprensibles, hay una cierta tendencia a hacerse notar de alguna manera, lo que en la disposición histérica es algo más frecuente que en otros lados, ya que tienen que desempeñar un papel, sobre todo, en gente de conducción.

      Creo recomendable tener en cuenta que las personas con tendencias a la exageración, falseamiento y mentiras se hacen histéricas antes que las otras; en todo caso, en la histeria se aprovecha tal disposición y se exagera. Por lo demás, la parte moral del carácter en los histéricos puede ser buena o mala, como en los demás hombres: al lado de egoístas sin consideración encontramos gente dispuesta al sacrificio, aunque en su afectividad haya un cierto obstáculo al desarrollo de los sentimientos altruistas. Así lo sostiene Bleuler.

      A fin de que nosotros podamos reflexionar para poder sanar los núcleos histéricos que nos desestabilizan y descontrolan consideremos que los rasgos psíquicos que constituyen el fondo del carácter histérico son: una exagerada emotividad que lógicamente explica sus reacciones aparatosas e imprevistas, un aumento de la sugestionabilidad, por la cual el histérico se autosugestiona fácilmente y se deja llevar por estímulos exteriores sugestivos, y una hipersensibilidad del Yo que los convierte en susceptibles extremados, pendientes continuamente de lo que piensan y hacen los demás en relación con ellos y que condiciona su afán de estar siempre en el centro de la atención ajena.

      Al servicio de estos factores van poniéndose todas las funciones psicológicas, orgánicas, reflejas, etc., es decir, todo el caudal de energías humanas, que, primero consciente o semiconsciente y por fin de un modo inconsciente, van entrando como componentes de la gran comedia de la vida del histérico. La característica, por tanto, de los síntomas particulares, que vamos a ir descubriendo es siempre su falta de causalidad orgánica proporcionada al efecto, y el síntoma sirve para los fines secretos del “Yo histérico”.

      Nos preguntamos, nos respondemos:

      1. ¿Cuáles son tus tendencias a la histeria, según lo compartido hasta el momento?

      2. ¿Cuáles son tus tendencias a la simulación?

      3. Pensemos en la siguiente afirmación: “El simulador quiere aparentar enfermo: el histérico, serlo” (Bleuler).

      Pidamos al Señor JESUCRISTO que nos acompañe en estos retiros. Juntos oremos:

      “¿Por dónde se va a donde habita la luz

      y dónde está la morada de las tinieblas,

      para que puedas guiarla hasta su dominio

      y mostrarle el camino de su casa?”.

      Job 38, 19

      2ª Predicación: “La histeria II”

      “No te prives de un día agradable

      ni desaproveches tu parte de gozo legítimo”.

      Eclesiástico 14, 14

      Aprender a detenernos. El horizonte al cual debemos direccionar nuestra mirada es la Paternidad de Dios. Nos ofrece belleza, luminosidad, paz, bienestar… Al mismo tiempo, vivenciar la Paternidad del Altísimo, la vida se simplifica. La Paternidad de Dios nos marca el límite máximo y absoluto. A su vez, poder y esplendor se imponen en nuestra vida. Al simplificar la vida, dejamos de embrollarnos en vericuetos que no llevan a ninguna parte.

      Cuando logramos detenernos, alcanzamos un verdadero encuentro, una fusión, una unión casi perfecta, aunque sea por algunos minutos… Esta experiencia la podemos aplicar a personas cuya presencia nos hace mucho bien y a cosas, como es el caso de practicar un deporte, comer una rica comida, participar de un retiro.

      La categoría de “padre” para designar a Dios no es específica de la tradición bíblica. La consideración de otras formas de hablar del “padre” es un contexto cultural algo más amplio y ayuda a entender lo peculiar del mensaje de Jesus.

      Platón llama “padre de todas las cosas” al demiurgo o creador de la realidad material. El diálogo “Timeo” recurre al mito creador, para expresar la diferencia ontológica que distingue los distintos estratos de la realidad sensible, de la realidad inteligible, es decir, de las cosas en sí. El “padre” representa en este caso el poder de generar la realidad en forma análoga al padre terrestre que genera los hijos. En este modo de comprensión de la imagen, el aspecto más relevante de la relación entre el “padre” y los “hijos”, es el de la generación. Más tarde surgirá también la concepción de una “prónoia”, es decir, de una “providencia”, pero ésta no es mucho más que el cuidado para que ese orden se mantenga. O, mirado desde otra perspectiva, un reflejo de ese mismo orden. De ninguna manera, se trata de una providencia salvífica.

      El Señor Jesús nos anuncia su acción salvadora como acción de gracia. Su decisión de reinar en el mundo, no es otra cosa, en el fondo, que una imagen de salvación. Porque quiere decir que de él proviene la iniciativa, y de que al hombre no le corresponde más que reconocer su necesidad de salvación y aceptar en sí la acción de Dios.

      Desde esta visión es posible reconocer que Jesús no es un apocalíptico

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