Alberto, tenemos un problema. Victoria Giarrizzo

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Alberto, tenemos un problema - Victoria Giarrizzo

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fugadores en un mismo equipo

       Matemagia, educación y producción

       Bajar costos o bajar costos

       Exportaciones: miradas engañosas

       Amiguismo y derecho adquirido

       Estamos preparados para el desarrollo

       Bibliografía

      Introducción

      Cumbres borrascosas

      Alberto. Tenemos un problema. Muchos problemas. Problemas viejos y problemas nuevos. Sabemos que heredaste un país en crisis, endeudado, en recesión, semi fundido. No importa. No te elegimos para que nos recuerdes el pasado lastimoso. Te elegimos para que nos ayudes a salir de este charco barroso en el que vivimos sumergidos hace décadas. Mira a Mauricio. También heredó un país crítico. Y ahí quedó, paralizado en una herencia pesada que le pesó. Nos abrumó con el recuerdo, con sus certezas, y convirtió el charco en pantano. Ya lo dice un viejo refrán: “si vives en el pasado te perderás en el presente”.

      Por derecha, por el centro, por izquierda, todos los gobiernos desde la dictadura militar nos confiscaron el futuro. Crisis, recesión, pobreza, inflación, especulación, default. Cuánto más escucharemos esas frases en este magnífico país. Muchos de nosotros nacimos en crisis, crecimos en crisis y si no cambiamos el rumbo, moriremos en una nueva crisis económica y social. Nos resistimos.

      Porque no es cierto que el fracaso nos defina. El fracaso no debilita, fortalece. Sobran experiencias. Países que con mucho menos y sacudidos por crisis más severas, lo hicieron. Israel, Japón, Dinamarca, Suecia, Estonia, son ejemplo de resiliencia. Y en nosotros la resiliencia está. Cada crisis nos transforma, nos vuelve creativos, nos da fuerzas para levantarnos y superarnos. Son los políticos quienes no están a la altura del pueblo para el que gobiernan. Nosotros nos unimos mientras ustedes reparten culpas, críticas y cargos. Mientras quiebran y dividen a la sociedad. Mientras pelean por sacar más tajada de un poder que nunca entenderemos para qué acumulan.

      Los cambios económicos son decisiones que se toman en conjunto, buscando consensos. Algún gobierno deberá unir y entender que la política no es un juego de poder, sino un espacio donde todos los días se define el bienestar de 45 millones de habitantes. En cada decisión se puede construir o destruir.Esta inesperada crisis nos destruyó y terminó de confirmar los viejos problemas de crecimiento, ingresos, pobreza, empleo, informalidad, y corrupción que arrastramos. Pero también nos convoca a utilizar ese quiebre para renacer. Eso requiere demarcar el futuro.

      Alberto. Tenemos muchos problemas. Por eso te pregunto: ¿pensaron con tu equipo qué país quieren dejarnos? ¿O seguiremos anclados en la herencia recibida? Porque no hay magia ni ciencias ocultas para el desarrollo. Es delinear un rumbo, que no siempre es el más sencillo porque requiere consensos. Es gobernar para la gente, que ahora es tu gente.

      Argentina hace tres años que no crece. Miremos nuestro crecimiento desde 1983, también es lastimoso. Tuvimos 7 gobiernos y 4 nos dejaron con recesiones. En ese tiempo apenas crecimos a un promedio anual de 0,9% por habitante. Insuficiente para un país en desarrollo. Insuficiente porque ocurrió con subas y bajas. Miremos desde 1900 y tampoco lo hicimos mejor. En 119 años apenas crecimos 1,3% anual por habitante. Poco para buscar el desarrollo. Resultado: 20 millones de pobres, 15 millones de personas viviendo en hogares sin saneamiento adecuado, 3,6 millones habitando cerca de basurales. Empresas que podrían brillar y son pobres, con infraestructura y capital obsoleto. Una tasa de mortandad de emprendedores alta, porque los costos abruman y el 85% no sobrevive al primer año. Tasas de evasión entre las más altas del mundo. Porque nuestro sistema tributario asfixia. Y una marginalidad galopante, gente que no tendrá una jubilación, ni un ingreso digno.

      Todo eso y mucho más tenemos. También hay ejemplos alentadores. Empresas con tecnología, robotizadas, que invierten, exportan, y aplican innovaciones a mejorar su productividad. Una comunidad universitaria reconocida. Un capital intangible invaluable. Y un Estado que nos protege, aunque a la vez nos descuida porque lo hace con recursos prestados y suele ser cómplice de la especulación, una de las mayores enfermedades del país.

      ¿Serás vos Alberto quien pueda encarar la revolución política y económica que necesitamos? ¿O tendremos que esperar próximos gobiernos?

      Mirá al interior de nuestro país. Rutas en mal estado. Vías férreas abandonadas. Vías fluviales desaprovechadas. Aeropuertos olvidados. Sólo capitalizando eso podemos bajar costos de transporte, una de las grandes cargas en los precios. Podemos descentralizar a la Ciudad de Buenos Aires y lograr mejores condiciones para salir al mundo. Miremos el Estado: ¿es necesaria tanta burocracia con la tecnología disponible? Bajar el costo del Estado no significa despedir gente. Significa eliminar pérdidas de tiempo, coimas, y el desgaste que magnifica el costo argentino.

      Nuestra sociedad tiene moral tributaria, entiende la importancia de pagar impuestos. Pero su complejidad y presión están minando esos valores y el salto a la informalidad se acelera. La AFIP mira hacia otro lado. Tenemos un Banco Central que debe regular y orientar el crédito. Y no logra que el sistema financiero ofrezca tasas competitivas y atienda a la producción. Tenemos una economía social asistida. Son potenciales capitalistas que mendigan ayuda porque no tienen opción. ¿Quién elige nacer en la pobreza? Démosles capital para salir de la informalidad a la que fueron condenados.

      La prioridad para el desarrollo es el sector productivo. Es quien puede traer dólares exportando sus productos y servicios, es quien puede crear empleo de calidad invirtiendo. Y quien puede contribuir a incrementar el componente nacional en algunos productos que se fabrican o ensamblan para reducir la demanda de divisas. La economía que viene trae condiciones atípicas: viviremos sobre niveles de bajo consumo y la forma de desafiar esa realidad en una sociedad montada sobre el consumo interno, es bajando costos. Impositivos, logísticos, financieros y burocráticos. Sólo allí hay mucha tela para cortar. La pandemia terminó de destruir las bases de la economía, pero abre una ventana para hacer reformas y torcer el destino.

      No es el objetivo de este libro hablar de las causas de nuestro fracaso sino marcar caminos a nuestro progreso. “Alberto, tenemos un problema” continúa con el relato iniciado en “Atrápame si puedes, el secreto de la inflación argentina”, desde un enfoque sencillo, intuitivo, y amigable al público no especialista.

      Agradecimientos: a Nicolás Giarrizzo, Valeria Francou, Nancy Camo, Fernanda Menoyo, Laura Etchegaray, Leandro Sánchez, Carina Pag, Gaby Berutti, Soledad Suso, Mariela Córdoba, Karina Raffo, Pablo Saracino, Susana Godoy, Alberto Villalba, Carlos Barrios, Susana Clur, Guille Benítez, Santiago Giarrizzo, Ernestina Giarrizzo, Germán Reynoso, Silvia Bai, Pablito Escobar, y mi amado hijo Estanislao, a todos por el apoyo incondicional.

      A Rodrigo Lara Serrano por sus invaluables aportes. A Néstor Lavergne y Gabriela Bernal por su lectura crítica. A Martín Oliva, intendente de Concepción del Uruguay, por la confianza al incorporarme a sus equipos técnicos a pesar de mi inexperiencia en gestión. A María José Purita, maestra y colega, por sus comentarios y el entusiasmo en transmitir la economía a los jóvenes nutriéndose de mis libros.

      A

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