Alberto, tenemos un problema. Victoria Giarrizzo

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Alberto, tenemos un problema - Victoria Giarrizzo

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que se desprende de la experiencia argentina y del mundo, es que la madre tierra si bien nunca fue determinante, menos lo será en épocas de la economía del conocimiento. Igual, aunque no sea condición para el desarrollo, si los recursos naturales están y son bien gestionados, se convierten en un elemento potenciador, como fueron las experiencias de Australia, Nueva Zelanda o Canadá, modelos de países con los que comúnmente se suele comparar a la Argentina. Más que maldición, esas economías tuvieron su bendición. Nuestra riqueza económica insuficiente y nuestros altos niveles de pobreza hay que buscarlos en otro lado, ni en la ausencia ni en la presencia de recursos.

       2 El primero en plantear la maldición de los recursos naturales fue el economista británico Richard M. Auty en 1993.

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      Fuente: CERX

      Historia de nuestra pobreza

      En junio de 2020 la pobreza argentina afectaba al 35,5% de la población, según datos del INDEC, y para fines de 2020 el país habrá cumplido tres años consecutivos en recesión, con un nivel de PBI que será 7,1% menor al de diez años atrás. Aunque en 2020 incidió fuerte el coronavirus, Argentina hace años viene empobreciéndose, destruyendo riqueza, producción y capital.

      El desarrollo está asociado al crecimiento. Para desarrollarse un país debe crecer, pero el crecimiento por sí mismo no asegura el desarrollo. En el caso argentino, si se traza una línea de tiempo hacia atrás, ambas cosas fueron insuficientes: se creció poco y se desarrollo poco. Pero eso no fue siempre así. En los albores del siglo XX, el país crecía y parecía que derramaba prosperidad. A pesar de los conflictos internos y de las dos grandes guerras mundiales, entre 1900 y 1945 Argentina tuvo una tasa de crecimiento anual promedio de 9,3%.

      Si se mide la evolución del PBI desde 1900 hasta 2019, en 119 años, encontramos que en el 70% de ellos (86 años), el país creció, y en el 30% restante (33 años) hubo recesión. La tasa de crecimiento promedio en esos años fue 3,1% anual. Hasta allí las cosas parecen estar bien. Sin embargo, hay varios problemas con esas estadísticas. El primero es que, si se mide por cantidad de habitantes, el PBI per cápita solo creció a una tasa promedio de 1,3% anual en esos 119 años, poco para hablar de desarrollo. Y como condimento, ese crecimiento fue discontinuo según periodos, con importantes crisis económicas de por medio. Acá entramos al tercer problema. La economía no logró un crecimiento constante, especialmente desde el regreso de la democracia.

      Si dividimos los 119 años desde 1900 a 2019 en tres tramos, la foto de crecimiento marca lo siguiente:

      - La mejor performance económica ocurrió entre 1900 y 1945, con una tasa de crecimiento promedio de 9,3% anual en esos 45 años. Pero el crecimiento por habitante fue solo 1,5%, bajo, por el fuerte crecimiento poblacional sobre principio del siglo.

      - En el periodo 1945 – 1983 la tasa de crecimiento anual fue 5,8% promedio, por debajo del periodo anterior, pero subió a 1,9% midiendo el crecimiento anual por habitante. Incluso si se mide 1945 hasta 1975, un año antes que comience la dictadura militar, el crecimiento por habitante fue de 2,7%.

      - El ciclo menos auspicioso ocurrió entre 1983 y 2019, con un crecimiento anual promedio de apenas 2,8% y por habitante de 0,9%.

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      Fuente: en base a datos de Dos siglos de Economía Argentina, Orlando J. Ferreres e INDEC

      Si nos detenemos en el último ciclo, 1983-2019, y sin contar el año 2002, los peores resultados fueron con Fernando De la Rúa en sus dos años de gobierno con una caída promedio anual de 2,6% en el PBI. La segunda peor performance fue la de Mauricio Macri, con una caída anual promedio de 1% en sus cuatro años gobernando. La tercera mayor caída, siempre hablando del promedio por año, la dejó Raúl Alfonsín, entre 1983 y 1989, con una baja de 0,7%.

      Del otro extremo, cuando más se creció fue en el gobierno de Néstor Kirchner, entre 2003 y 2007: un 9,9% anual promedio de crecimiento, seguido con 4,7% promedio anual que se creció en los 10 años de gobierno menemista (1989-1999) y 2% en los 8 años de Cristina Kirchner (2007-2015). En el caso de Cristina Kirchner, sus dos mandatos se dividen: el primero (2007-2011) con un alto crecimiento, cuando anualmente la expansión promedió el 3,6%. Y el segundo (2011-2015) con un crecimiento anual promedio casi nulo, apenas 0,4%.

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      Fuente: en base a datos de Dos siglos de Economía Argentina, Orlando J. Ferreres

      Poniendo la lupa entre 1900 – 2019 ¿Cuáles son los gobiernos que mejor dejaron el país en materia de crecimiento? Observando nuevamente el crecimiento promedio anual, Néstor Kirchner sigue adelante (9,9%), detrás Manuel Quintana (9,5%) que gobernó dos años, entre 1904 y 1906. Le siguen: Julio Argentino Roca (8,6%) con 6 años de mandato, hasta 1904; Marcelo T Alvear entre 1922 y 1928 (7%); Arturo Illia entre 1963 y 1966 (7%); José Figueroa Alcorta entre 1906 y 1910 (6,6%); los tres años de Pedro Ramírez y Edelmiro Farrell entre 1943 y 1946 (5,8%) e Hipólito Irigoyen entre 1916 y 1922 (5,7%). De los ocho gobiernos mencionados, seis corresponden a la primera etapa del siglo XX.

      Y ¿quiénes fueron los gobiernos que peor dejaron el país en materia de crecimiento? El peor año de la Argentina fue 2002, con una caída de 10,9% en el PBI bajo el mandato de Eduardo Duhalde. El gobierno de José Felix Uriburu, entre 1930 y 1932 dejó una caída de 5% anual en sus dos años de gobierno, José María Guido tuvo una caída de 3,1% anual y en cuarto lugar Fernando De la Rúa con una baja anual de 2,6%.

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      Fuente: en base a datos de Dos siglos de Economía Argentina, Orlando J. Ferreres

      De los siete gobiernos con peor performance de crecimiento de la historia, cuatro ocurrieron en la última etapa, 1983-2019 (ver cuadro). Completando ese dato: desde 1983 hasta ahora, de siete gobiernos, cuatros nos dejaron con recesiones. Aunque sea el objetivo de este libro explicar las causas de esas recesiones, ese comportamiento sí muestra en grandes números como llegamos hasta donde estamos.

      Volvamos al pequeño y fuerte Israel, país desarrollado, líder tecnológico, con una de las mayores tasas de escolarización y esperanza de vida del mundo. Un crecimiento económico sostenido de 4,5% anual en los últimos 50 años, según el Banco Mundial, y tasas de desempleo mínimas, de apenas 5% a fines de 2019. Contradictoriamente, ese crecimiento fue acompañado de un incremento considerable en su tasa de pobreza, generando un gran caudal de trabajadores pobres. Según la OECD, al mismo tiempo que el país crecía cómoda y generosamente, de solo 13,8% de israelíes viviendo por debajo de la línea de pobreza en 1995, 25 años atrás, se pasó a 22% en 2019, explicada por los bajos sueldos, los altos costos de vida y un crecimiento en la cantidad de lugareños que no tienen capacitación suficiente para trabajar en el sector de alta tecnología.

      El bienestar está muy ligado al crecimiento. Pero no siempre la relación es tan estrecha. Si algo iguala a Israel y Argentina, es esa disociación. Los dos atravesaron periodos de fuerte crecimiento, pero sin mejoras proporcionales en el bienestar de su gente.

      El crecimiento de un país suele medirse por la variación del Producto Interno Bruto (PBI) que indica la cantidad de bienes y servicios producidos durante

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