Hermanas. Natalia Rivera

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Hermanas - Natalia Rivera

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esas actitudes continuaran? ¿Entonces debía sacrificar mi reputación para ser solidaria con mi comunidad? ¿Me atrevería a proclamar la verdad y afirmar que las personas latinas también fuimos hechas a la imagen de Dios y no es correcto afrentar contra este hecho?

      Para mí, una mujer líder mexicana-estadounidense, ya no era una opción esconderme detrás de mi tez clara. Dios me había llamado a aceptar la totalidad de mi identidad por el bien de Su misión y por el bienestar de Sus hijos. Así lo hice: me convertí en defensora de la comunidad latina para luchar contra las dificultades que nos afectan. Miré a los ojos a mi equipo de latinos indocumentados y les prometí que sus batallas también serían mías sin importar el costo. Aunque no conocía sus historias a cabalidad, yo los apoyaba y estaba dispuesta a ejercer mi influencia para efectuar un cambio.

      Me esforcé por explorar mis posibilidades en el ministerio a gran escala e incluso más allá para defender a mi pueblo. Esto suponía riesgos para mí, pero, así como Ester, yo consideraba esta causa digna de mi vida misma. Además, mi riesgo no podía compararse con las dificultades que enfrentaban los estudiantes latinos indocumentados. Tanto ellos como sus familias requerían asistencia y un cambio.

       UNA LÍDER EN LA MISIÓN DE DIOS

      Ester utilizó su influencia en beneficio de su pueblo y en el proceso aceptó su identidad. Me encanta que el libro termina no solo con el pueblo judío fuera de peligro, sino también con Ester transformada y diferente de aquella que vimos en el primer capítulo. Al principio, Ester era una novia judía que escondía su identidad. Al final, ella utilizó su poder para instituir la celebración del Purim, cuyo propósito era convertirse en parte integral del pueblo judío para recordarles cómo el Señor los había rescatado. Ella se había convertido en una líder dispuesta a entregar todo su ser a Dios para favorecer Su voluntad para el mundo.

       DE LA HISTORIA DE ESTER A LA TUYA

      ¿Y tú? ¿De qué manera te pide el Señor que aceptes tu identidad por el bien de Su misión? Tengo la certeza de que Él te invita a encarnar tu identidad como lo hizo Ester, sin importar en qué punto de tu viaje de identidad étnica te halles. Quizás seas como yo y te ocultes detrás de tu capacidad para adaptarte a la cultura que te rodea. Dios te anima a que tomes el siguiente paso y descubras ese aspecto de quien eres, siempre con la seguridad de que Él te creó con intención y un propósito. Es posible que siempre hayas aceptado tu identidad étnica y que la veas como un regalo de Dios. ¿Crees que sea un obsequio útil para Su plan para el mundo? ¿Qué podrías hacer para consagrar este aspecto de ti en beneficio de la obra del Señor en tu vida y en la de quienes te rodean?

      En la historia de Ester, Dios intervino para rescatar a Su pueblo elegido y así poder cumplir Su objetivo para la humanidad. Como mujer bicultural en la narrativa bíblica, Ester siempre será considerada una pieza imprescindible en la obra todavía inconclusa de la expansión del reino de Dios. ¿Quiénes serán las latinas multiculturales que Dios llamará «para un momento como este» en cada generación? Espero que seas tú, yo y todas nosotras juntas alzando nuestra voz en honor del legado de Ester.

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       LA MUJER SULAMITA

      AMADA, ANTES QUE NADA

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       NATALIA KOHN

      ¡Cuán bella eres, amada mía!

      ¡Cuán bella eres!

      ¡Tus ojos son dos palomas! (Cant. 1:15)

      Paloma mía, que te escondes

      en las grietas de las rocas,

      en las hendiduras de las montañas,

      muéstrame tu rostro,

      déjame oír tu voz;

      pues tu voz es placentera

      y hermoso tu semblante. (Cant. 2:14)

      Cautivaste mi corazón,

      hermana y novia mía,

      con una mirada de tus ojos;

      con una vuelta de tu collar

      cautivaste mi corazón. (Cant. 4:9)

      Permite que estos versículos refresquen tu corazón y revitalicen tu alma como una cascada. Este pasaje, esta antigua y hermosa canción posee verdades de lo que siente Jesús por ti. Tú le robaste el corazón y ahora gozas de su cuidado. Eres Su amada.

      Lo ha cautivado quién eres, tu amor, tu devoción y tu amistad. Tu belleza lo impresiona y ha quedado encantado por tu amor. Continuamente pronuncia versos de amor para ti. ¿Cómo te sientes al leer y recibir estas verdades? ¿Qué significaría para ti ser amada por Jesús? ¿Cómo afectaría esta intimidad tu relación con Él y tu vínculo e influencia con las demás personas?

      La mujer sulamita en esta historia de amor del Cantar de los cantares de Salomón es un ejemplo excepcional de la manera en que el amor dirige. Ella sabe que es amada y desde esa perspectiva guía a sus amigos hacia el amor de Jesús.

       DE OBREROS A AMANTES

      Cuando leí Cantares por primera vez y comencé a profundizar en ese mundo de intimidad con Jesús, descubrí con asombro que yo podía cautivarlo y que Él se deleita en mí. Yo sabía que Jesús me cuidaba y que murió para salvarme, pero no imaginaba que Él pudiera disfrutar mi ser y mi compañía. La faceta de cortejador y pretendiente de Jesús le parecía extraña a esta mente trabajólica mía. Jamás había escuchado el concepto de Cristo como novio en las múltiples iglesias que visité de niña, de adolescente y de joven adulta. Jesús, el que ama mi alma, era una realidad espiritual que no me habían enseñado durante mi educación y crianza cristiana.

      El ministerio del que yo formaba parte enseñaba que Jesús era el eterno novio, como lo muestran los Evangelios. Sin embargo, yo nunca había comprendido la relevancia de esto para mi relación con Cristo y mi liderazgo. En su lugar, adopté con denuedo la identidad de obrera por Jesús. Con el tiempo, esto provocó que yo viera al Señor como mi director, mi jefe y mi supervisor en este gran proyecto de cosecha en la tierra. Yo disfrutaba trabajar y me apasionaba la misión. Trabajaba para Él más de 70 horas a la semana, procurando agotar las entradas a Su venida y determinada a producir lo más posible para el Señor. El proyecto me consumía y no me dejaba tiempo para cuidar de mi relación personal con Jesús: Ser Su amada, escuchar Su voz, conocer Su corazón, invertir en nuestra intimidad. Había mucho trabajo por hacer.

      Nosotros los latinos trabajamos duro y comprendemos la palabra esfuerzo. Nos es familiar trabajar a medio tiempo, en condiciones difíciles, varios empleos a la vez para que el dinero alcance en nuestro hogar, pagar la cuenta del teléfono y ahorrar un poco para cuando nos agobie una crisis. Nuestros padres, tíos, hermanos, primos y amigos se reúnen afuera de Home Depot o en los parques para obtener algún trabajo ese día o toda la semana. En cada ciudad,

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