Hermanas. Natalia Rivera

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Hermanas - Natalia Rivera

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no nos conviene, nos contactamos con un familiar o un amigo para que lo intente. Nuestra gente es trabajadora y sentimos un orgullo sano al respecto.

      No hay nada de malo en trabajar para mejorar la situación de nuestra familia. Sin duda tampoco es erróneo esforzarse para que el evangelio alcance comunidades, subculturas, familias, ciudades y naciones que no lo han experimentado. Sin embargo, es peligroso cuando nuestra identidad yace en el trabajo y en ser obreros de Jesús. ¿Qué crees tú? ¿Te identificas con ser una obrera o alguien amada por Jesús?

       EL PARADIGMA DEL OBRERO

      En la Biblia abundan los paradigmas y el del obrero es uno desde el cual operan muchos creyentes y líderes espirituales. Solemos referenciar pasajes bíblicos cargados de visión, acción y verdad; versículos que nos inspiran a unirnos a un ministerio y expandir el reino de Dios. Esos textos nos revelan la necesidad de guiar a más personas hacia la gracia y el amor de Jesús, entonces se convierten en la misión de nuestras iglesias y en nuestro propósito de vida. Esto es bíblico y santo; sin embargo, corremos el peligro de trabajar por la misión y soslayar a Cristo. Podemos llegar a obsesionarnos con estos proyectos y a olvidar a Aquel quien es la razón de nuestra obra. A continuación, encontrarás pasajes bíblicos donde Jesús trata el paradigma del obrero: Mateo 9, Mateo 28 y Hechos 1.

      La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo a sus discípulos—. (Mat. 9:37)

      Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. (Mat. 28:19-20)

      Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (Hech. 1:8)

      Estos pasajes muestran el preciso e increíble plan de Dios para redimir y rescatar a Su pueblo, Su creación. Son textos cargados del anhelo del Señor de traer el cielo a la tierra. Esa necesidad puede motivarnos a participar en el proyecto, a asociarnos con Dios para efectuar un cambio en el mundo. El paradigma del obrero es verdadero y bíblico. No obstante, debemos entender que Dios no basa nuestra identidad en ese concepto. Él no nos ve como empleados, trabajadores o sirvientes. Jesús es el nuevo pacto, que nos trajo un nuevo método de salvación: una relación personal con Él, mas no la religión, la cultura cristiana ni nuestros esfuerzos por ser los mejores obreros.

      Cristo vino para reconciliarnos con el Padre y con nuestra identidad como hijos de Dios, Su novia y los coherederos del paraíso. Él vino como un novio para rescatar, redimir y alistar a Su novia para Su regreso. Estos pasajes sobre la obra inconclusa nos motivan, pero si nuestro acercamiento al plan de Dios no es mediante el paradigma de la novia, podemos quedar desconectados de nuestra fuente de vida y amor. Corremos el riesgo de olvidar por qué creemos en estas verdades y albergar resentimiento hacia Jesús, el empleador. No debemos olvidar que gozamos de la amistad y del amor de Cristo.

      Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. (Juan 15:15)

      Nuestra intimidad, amistad y amor por Él nos impulsan a cosechar la mies, a trabajar con intrepidez hasta los confines de la tierra. Sin embargo, nuestra identidad no puede fundamentarse en el trabajo o el servicio, sino en Jesús, el novio, que nos llama Su amada. A los 34 años de edad, me sentía completamente agotada por el ministerio. Pronto noté que trabajaba para expandir el ministerio de Jesús, pero que lo había soslayado a Él. En el quebrantamiento de mis oraciones comencé a aprender lo que significa ser la amada de Jesús.

       EL PARADIGMA DE LA NOVIA

      No sé en qué momento adopté la noción errónea de que Cantares era un «manual matrimonial» solo dirigido a personas casadas y que no aplicaba a mí, una mujer soltera en el ministerio. Esta alegoría, el canto más bello del rey Salomón de Israel, data de entre 971 y 931 a.C. El «Cantar de los cantares» fue la composición favorita y más excelente del rey, única entre las 1005 que escribió durante su vida (1 Rey. 4:32). Esta historia de amor es una alegoría cuyo propósito es que ahondemos en nuestra relación con Jesús. Los judíos conciben este canto como una representación del amor de Dios por Israel. La mayoría de cristianos creen que se trata de un símbolo del amor entre Cristo y la Iglesia, Su novia. Durante gran parte de la historia de la Iglesia, este texto estaba vedado a las mujeres porque lo creían demasiado erótico para ellas.

      El Cantar de los cantares de Salomón no es un manual matrimonial, sino una guía para la Iglesia y el creyente sobre cómo adoptar la identidad y la intimidad de la novia de Cristo. Salomón, el rey, el novio, simboliza a Jesucristo y Su amor vigoroso, nuestro novio eterno. La mujer sulamita no representa una mujer en particular en la vida de Salomón; en realidad es una doncella cautivada por el amor de su rey. Este poema o canto no detalla la historia de la heroína, pero sí la describe con precisión, ya que nosotros debemos identificarnos y confrontar su nostalgia por su novio. Antes de profundizar más en este canto de amor sagrado, examinemos el paradigma de la novia.

      Este importante marco operativo bíblico es un tema recurrente a lo largo de toda la Escritura. Se encuentra en Génesis 1, cuando Dios crea al hombre y a la mujer a la imagen de la Trinidad. Aquí Él presenta el modelo de esposo y esposa cuando afirma que Adán no debe estar solo en la Tierra, aunque tuviera perfecta comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Luego Dios creó a Eva y se la entregó a Adán como compañera y ayudante. Dios disfruta el amor, pues Él creó tanto el amor divino como el humano.

      También vemos el paradigma de la novia en la historia de amor entre Dios e Israel. Él se llama a sí mismo el novio de Israel, Su novia que continuamente lo abandona. Durante siglos, Israel acudió y abandonó a Dios múltiples veces. En Isaías (capítulos 61 y 62) y Jeremías (capítulos 2 y 32) Dios afirma su conexión con Israel y declara que está casado con ella. Después, la alegoría se torna personal cuando Dios le pide al profeta Oseas que se despose con la prostituta llamada Gómer. Esto era una metáfora de la relación del Señor con Israel, que lo abandonaba por otros amantes y rechazaba Su amor, deslumbrada por lo que otros tenían. En el Antiguo Testamento, el paradigma de la novia se nos presenta en que Dios es continuamente rechazado por Israel, su novia.

      En el Nuevo Testamento, percibimos este paradigma con mayor claridad en los cuatro Evangelios cuando Jesús se identifica como el novio.

      Jesús les contestó:

      —¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No pueden hacerlo mientras lo tienen con ellos.

      Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. (Mar. 2:19-20)

      Jesús se concibe como el novio: encarnado, el perfecto cortejador y pretendiente del mundo. Hay muchos pasajes bíblicos que describen el paradigma de la novia. Con el propósito de comprender más a profundidad este concepto, examinaremos el quinto libro sapiencial en el Antiguo Testamento. Dicho libro ilustra con detalle la verdad eficaz de concebir a Jesús como el novio y a nosotros como Su novia. A lo largo de este texto, tradicionalmente desconocido y enigmático, se describe el romance entre Salomón, que representa a Jesús, y la mujer sulamita, que nos representa a nosotros, la novia. Esta mujer es la protagonista del texto y nos muestra la pasión y la devoción que alberga por su amado, una fascinación por él y un anhelo ferviente por su amor. Estudiemos con detalle a esta líder poco convencional; aprendamos cómo este amor, esta intimidad, nos pueden orientar para convertirnos en líderes enamorados.

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