Navidades perfectas. Kate Hoffmann
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—¿Eric?
El niño corrió hacia ellos, emocionado.
—Está aquí, papá. Santa Claus me ha enviado un ángel de Navidad. Ángel, este es mi padre, Alex Marrin. Papá, te presento a mi ángel de Navidad.
Holly tuvo que toser para llevar algo de aire a los pulmones.
—Me envía… Santa Claus. Estoy aquí para hacer realidad todos sus sueños… Quiero decir, los sueños de Eric. Los sueños navideños de Eric.
Alex Marrin la miró de arriba abajo, con gesto receloso. La mirada hizo que sintiera un escalofrío, pero no pensaba dejarse intimidar.
De repente, él soltó una carcajada, un sonido que Holly encontró sospechosamente atractivo.
—Esto es una broma, ¿no? ¿Qué va a hacer? ¿Poner algo de música y quitarse la ropa? —preguntó, alargando la mano para tocar un botón de su abrigo—. ¿Qué lleva ahí debajo?
—¡Oiga!
—¿Quién la envía? ¿Los chicos del supermercado? —preguntó Alex Marrin entonces, mirando por encima de su hombro—. ¡Papá, ven aquí! ¿Tú me has pedido un ángel?
Un hombre de barba gris asomó la cabeza por encima de uno de los cajones.
—No, yo no.
—Es mi ángel —insistió Eric—. No es una señora del supermercado.
Su abuelo soltó una risita.
—Yo que tú no rechazaría el regalo. Aquí hace falta un ángel.
—Es mi abuelo —explicó el niño.
—¿Quién la envía? —preguntó el antipático de su padre.
—Santa Claus —contestó Eric—. Fui a verlo a los almacenes Dalton y…
—¿Has ido a los almacenes? ¿Cuándo?
El niño lo miró, contrito.
—El otro día, después del colegio. Tenía que ir, papá. Tenía que darle mi carta —contestó por fin, tomando a Holly de la mano—. Mi ángel ha venido para hacer que tengamos unas navidades como las de antes. Ya sabes, como cuando mamá…
La expresión de Alex Marrin se endureció.
—Vete a la casa, Eric. Y llévate a Thurston. Yo iré dentro de un momento.
—No la eches de aquí, papá —le rogó el niño.
Pero la severa mirada de su padre lo obligó a salir del establo, cabizbajo. El abuelo murmuró una maldición, pero Alex Marrin no parecía dispuesto a echarse atrás.
—Muy bien. ¿Quién es usted? ¿Y quién la ha enviado?
—Me llamo Holly Bennett —contestó ella, sacando una tarjeta del bolso—. ¿Ve? Soy una decoradora profesional y me han contratado para hacer realidad el sueño de su hijo. Voy a trabajar para ustedes hasta el día de Navidad.
—¿Quién la ha contratado?
—Me temo que eso no puedo decirlo. Mi contrato lo prohíbe.
—¿Qué es esto, caridad? ¿O algún cotilla del pueblo pretende hacer de Santa Claus para expiar sus pecados?
—¡No! En absoluto —exclamó Holly, sacando la carta de Eric del bolsillo—. Quizá debería leer esto.
Después de leerla, Marrin se pasó una mano por el pelo, abrumado.
—Debe usted pensar que soy un padre terrible.
—Yo… no lo sé, señor Marrin —dijo ella, tocando su brazo.
Al rozar su piel sintió una especie de descarga eléctrica y tuvo que meterse la mano en el bolsillo del abrigo, nerviosa.
—¿Quién la ha contratado?
—No puedo decírselo. Pero alguien me ha pagado un dineral por hacer este trabajo y, si me envía de vuelta a Nueva York, tendré que devolver el dinero.
Murmurando algo ininteligible, Alex Marrin tomó su mano y la llevó hasta la puerta del establo. ¿Iba a echarla a la calle o tenía tiempo de convencerlo? No por ella, sino por el niño.
—Papá, vuelvo dentro de un minuto. Tengo que solucionar un asunto con este ángel.
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