La articulación etnográfica. Rosana Guber
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Hacia 1958 la presión parsoniana se hizo sentir en Chicago gracias a la partida de Warner, la muerte de Redfield y la llegada de tres jóvenes discípulos de Parsons a través de Kroeber y Klukhohn. David Schneider, Lloyd “Tom” Fallers y Clifford Geertz disentían tanto con la four-fields discipline como con la orientación sociológica (Silverman, 2005b). Los cursos sobre sistema social que Esther realizó en 1958 tenían este sesgo aunque compensado por un miembro más añoso del departamento que, sin embargo, no revistaba en las filas de la antropología social.
El lingüista Norman McQuown (1940, Ph.D. Yale) comenzó estudiando el náhuatl del centro de Veracruz y pasó luego al maya. En 1956 relanzó el proyecto interdisciplinario Man in Nature con financiamiento de la National Science Foundation y el National Institute of Mental Health.5 El sesgo en ecología cultural dejaba traslucir cierta vertiente neoevolucionista como la de Julien Steward desde Columbia. El objetivo del proyecto era registrar y comparar los procesos de cambio social y cultural, y la adaptación al ambiente por parte de las comunidades indígenas en los Altos de Chiapas, al sur de México. La integración entre antropología cultural y lingüística podía evocar cierto pasado boasiano, pero la vertiente socioantropológica estaba bajo la dirección del discípulo de un dilecto alumno de Radcliffe-Brown.6
Julian Pitt-Rivers, formado en Oxford con Edward E. Evans-Pritchard,7 el autor de Brujería, magia y oráculos entre los azande, acababa de publicar People of the Sierra donde planteaba el complejo honor/vergüenza como un sistema de control social propio del área cultural del Mediterráneo. Esther era una de las candidatas doctorales de Pitt-Rivers quien, junto con McQuown, firmaba el informe final Man in Nature y supervisaba la sección socioantropológica del proyecto. Él acompañaba el trabajo de campo de maestrandos, doctorandos e investigadores adjuntos, visitando a cada equipo –un lingüista, un intérprete indígena y un antropólogo social– en cada una de las localidades seleccionadas. Leía y discutía sus notas de campo, visitaba a antropólogos e informantes de antropólogos, conocía sus lugares de residencia, y con “Don Antonio” (o “Mac” o “SuperMac” como apodaban a McQuown) se reunían cada tres meses en la casa que el proyecto había alquilado en San Cristóbal de Las Casas (Medina, 2009 comunicación personal, ver Estudio Preliminar). Allí cada investigador presentaba sus avances y sus dificultades. Pitt-Rivers y McQuown hacían trabajo de campo parcial y dos investigadoras, Calixta Guiteras, graduada en Derecho en La Habana, de donde era oriunda, e incorporada a la ENAH, y la argentina Eva Verbitsky de Hunt, antropóloga de Chicago, coordinaban a los graduate students (estudiantes de posgrado). Si bien el proyecto tenía una ambición holística –ecología, arqueología, lengua y cultura–, cada investigador ensayaba una línea propia según su campo empírico, aportando datos sobre aspectos que hicieran comparables a las comunidades de la rama lingüística tzotzil y tzeltal (McQuown y Pitt-Rivers, 1964: ix).
El caso de Esther fue notable en este contexto. Era ella una estudiante de posgrado en busca de su maestría y doctorado, entre otros estudiantes avanzados, tesistas doctorales y de maestría, simpatizantes de la antropología, de diversas procedencias y afiliaciones institucionales en Estados Unidos y en México: los norteamericanos Albert Wahrhaftig, Roberta Ashley Montagu y Charles A. Mann; la británica Lilo Stern, el colombiano Manuel Zabala Cubillos y los mexicanos Marcelo Díaz de Salas (Chicago) y Andrés Medina Hernández (ENAH, México). La localidad base de Esther era Villa Las Rosas, que los indios locales llamaban Pinola, término pipil de los nahuas llegados a los Altos de Chiapas después del siglo VIII, que fue modificado por los nahuas del centro de México en el siglo XVI (Medina, comunicación personal). Esther la llamaba Pinola en todos sus escritos; correspondía al “área Tzeltal Sur del equipo número 1”, junto al lingüista Christopher Day (llamado corrientemente Chris), sucedido por el estudiante R. Radhakrishnan. Alberto Méndez Tobilla y Emilio Solano (ver como “Milo”) eran los intérpretes indígenas, y sus discursos están registrados y almacenados en la biblioteca de la Universidad de Chicago.
La estadía de Esther en el campo fue una de las más extensas del equipo, con un total de veinticuatro meses en el barrio Golowuitz. Entre julio y diciembre de 1959 realizó el primer tramo exploratorio de la localidad. En julio de 1960 regresó y allí permaneció hasta diciembre de 1961 con breves interrupciones, como las mencionadas “reuniones de equipo”, las jornadas de capacitación para el censo lingüístico que organizó Chicago en Chiapas en 1961 y un viaje a la Argentina a visitar a su madre y a Chicago, en marzo-abril de 1961.8 Dado que a mediados de 1960 culminó su beca externa del Conicet, McQuown y su director de tesis, Pitt-Rivers, le extendieron parte de los fondos generales provenientes del National Institute of Mental Health (NIMH) que financiaba el proyecto.
De su estadía resultaron, casi consecutivamente, su grado de Master of Arts en 1962 y de Philosophical Doctor en 1964. Ambas tesis estaban estrechamente vinculadas con el proyecto general sobre cambio social y cultural, y guardaban entre sí una gran coherencia. “Movilidad social en una comunidad bicultural de Chiapas”, tesis de maestría, y “Poder sobrenatural y control social”, tesis doctoral, mostraban que una misma área cultural puede encerrar profundas diferencias que no se detectan a simple vista. Productos del mismo trabajo de campo, “Movilidad…” y “Poder sobrenatural…” son las dos caras de una moneda: por una parte, las fuerzas sociales que promueven el cambio social y cultural a través de la ladinización (cambio de adscripción indígena a ladina) y el revestimiento (abandono de la vestimenta indígena por la vestimenta ladina); por otra parte, las fuerzas sociales que lo limitan y desalientan a través del daño-mal echado o la brujería. Cuatro años antes de que Fredrik Barth y Abner Cohen publicaran sus estudios sobre etnicidad y relaciones interétnicas de los pathanes (Barth, 1969) y los yoruba (Cohen, 1969) respectivamente, Esther argumentaba, como veremos en el primer capítulo, que la etnicidad no era un conjunto de rasgos esenciales sino una forma de relación social en una comunidad bicultural. Lo que Barth denominaría “límites interétnicos” es lo que Hermitte, en el lenguaje norteamericano de la época, llamaba “control social”.9
Gracias a su arduo trabajo de campo y a sus muy focalizadas y minuciosas discusiones sobre la concepción de nahual, piedra angular de la cosmovisión mesoamericana, Esther Hermitte había logrado imprimirle un sello absolutamente peculiar a Pinola, una comunidad que había perdido las jerarquías políticas y religiosas indígenas y las tradiciones artesanales. Los miembros de su comité doctoral –Manning Nash y Lloyd Fallers– y sus mentores Pitt-Rivers y McQuown recomendaron que las dos tesis fueran premiadas: la de maestría con el Roy D. Albert Prize y la doctoral con el Bobbs Merryl Award. Estas distinciones le garantizaban a su autora un excelente porvenir en la academia de Estados Unidos. Sin embargo, y después de dictar algunas clases sobre etnografía americana y colaborar como asistente de David Schneider en la obtención de datos sobre familia y parentesco en Estados Unidos (American Kinship Project) en 1965, Hermitte regresó a la Argentina donde permaneció, salvo una breve estadía en la Universidad de Michigan, hasta su muerte en 1990.
1965-1990: un regreso sin gloria
Las razones de su vuelta debieron ser varias y caen en el terreno de la especulación: quizá ser hija única de una madre añosa y largamente viuda devolvió a Esther al Río de la Plata, hecho que coincidió con las primeras graduaciones en la licenciatura en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, con la misma orientación oficial que Esther había dejado siete años antes. Sin embargo, las preocupaciones de estos flamantes graduados eran bastante diversas y, en unos cuantos casos, divergían de la orientación filosófica del Departamento.
Estados Unidos no era buena palabra para los universitarios argentinos (y latinoamericanos) en proceso de veloz radicalización y encantamiento con la revolución cubana (1959) y proporcional rechazo a la naciente guerra contra el gobierno de Vietnam del Norte y la guerrilla comunista del Vietcong (1959). La permanencia de Esther en Estados Unidos no pudo ser más contemporánea de las ominosas intervenciones del aparato estatal norteamericano en el plano internacional y en las conciencias de los ciudadanos de ese