Terapia Akáshica. Eric Barone
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¿Cómo evolucionará después? lo veremos más adelante... pero desde ya, nuestra humanidad moderna, y las profesiones de la psicología, necesitan elaborar pruebas precoces de detección de las reencarnaciones vivientes... ya bastantes genios, superdotados y seres espirituales hemos destruido hasta hoy.
¿Cuál sería el objetivo más atinado que deberíamos perseguir en nuestra vida?
Si un nuevo objetivo aparece en nuestra vida -el cual no nos gustará, seguramente- tenemos que prepararnos con inteligencia a nuestra desencarnación próxima. ¿Por qué?... Para decidir si queremos ser mortales o inmortales... si renaceremos con o sin memoria. ¿Qué ventaja obtendremos? Que no nos estremecerá este sufrimiento durante años. Es la promesa de que cuando renazcamos comprenderemos que abandonar esta vida, equivale a tomar un colectivo que nos llevará lejos de la única ciudad que conocíamos, nuestra vida, y que podríamos llegar a un destino nuevo, la ciudad de nuestra próxima vida, volviéndonos amnésicos durante el viaje o por el contrario releyendo las notas con las cuales partimos... perderemos este miedo fatal, el que amarga el placer de vivir, que nuestro cuerpo diabólico alimenta cada noche para torturarnos... el miedo a la muerte.
Conclusión de la T.Ak: «para perder el miedo a la muerte, sólo hay que preparase metódicamente a una reencarnación inteligente». Para armar sabiamente nuestro equipaje antes del gran viaje, tenemos que descubrir lo que es el progreso espiritual, dónde está el templo de la Paz Interior, lo que es tener una consciencia despierta (refugiada de los campos de hipnotismo sociales), acceder a la 4ta dimensión (la de la supermente), y tratar de conquistar las otras 22 (las del despertar espiritual); finalmente, se trata de encontrar ese «plano del infinito», punto donde los opuestos se tocan, en los cuales tenemos que llevar nuestra consciencia para que alcance la Paz Interior.
Y toda esta preparación al viaje, que constituye la nueva educación de vida que necesitamos, podemos resumirla en descubrir la dualidad esencial que domina nuestra existencia: la convivencia entre el «hombre neuronal» y el «ser bioenergético».
¿Qué otro objetivo deberíamos anhelar alcanzar?
Aún nos falta descubrir un último punto: ¿Por qué motivo, entonces, nos envían a vivir aquí? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? En definitiva, obtendremos la contestación cuando sepamos cuál es nuestra «misión espiritual» Sin ella no tenemos razones para haber nacido. Con ella, podemos llegar a ser la persona exacta, en el lugar justo, haciendo el acto correcto y en el momento idóneo. Es la misma diferencia entre ser un barco a la deriva y un faro que, bien asentado en su montaña, guía a los barcos perdidos en la oscuridad de la vida. Que el lector se interrogue: ¿Qué prefiero ser, un barco a la deriva o un faro irradiante?
¿Cuáles son esos dos seres de los que habla la Terapia Akáshica, que viven en simbiosis dentro de nosotros mismos?
Somos dos... cada uno de nosotros. ¡Eso ya lo sabíamos! -dirá el lector- pero ¿Quién es el otro? Un humorista escribió: «Si Freud hubiera sido un brujo y Jung un sacerdote, la Terapia Akáshica hubiera nacido antes.» Tal vez tenía razón; a lo largo de este texto descubriremos por qué no se podía disociar la psicología de la parapsicología, la magia de la ciencia, y en general lo material de lo espiritual.
Las investigaciones iniciales de la T. Ak. evidencian que este ser físico, que la medicina moderna describe cada vez mejor, alberga a otro ser de índole energética, en parte ya descripto por las medicinas orientales.
Si queremos comprendernos a nosotros mismos, necesitaremos descubrir a este otro yo, llamado a veces «espíritu», «alma», «consciencia superior» y que de ahora en adelante llamaremos el «ser bioenergético». Debemos conocer sus diferencias con el ser físico, que llamaremos el «ser neuronal», y veremos cómo ambos interactúan tan estrechamente, que nos parecerá casi imposible descubrir cuándo interviene uno y cuando el otro.
¿Cómo está constituido este «ser bioenergético»?
¡Cuándo comemos una manzana en realidad estamos comiendo dos! Nuestro ser neuronal (cuerpo físico) mastica la manzana del mundo de las tres dimensiones. La que hemos comprado en la verdulería, la digiere y absorbe sus nutrientes, así se desarrolla nuestro cuerpo físico. Mientras que el ser bioenergético, como contrapartida, extrae del agua de esta manzana toda la bioenergía que contiene. Aparentemente es lo que los alquimistas del medioevo llamaban «mercurio», los mesmeristas franceses «el magnetismo universal», los seguidores de Wilelm Reich «el orgon», los maestros hindúes «el prana» y los cristianos tal vez «el Espíritu Santo».
Entonces... ¿qué es la bioenergía?
En realidad, deberíamos preguntarnos ¿Cuáles son las dos bioenergías? La que «genera la vida» y la que «la borra». En un libro anterior (Hipnotismo & Bioenergía) las describí de la siguiente manera:
«Nosotros llamaremos «Bioenergía» (que no se debe confundir con la Bioenergética de Lowen) a la energía ligada a la vida y adelantaremos una lista de definiciones que podrán ser útiles al lector.
La bioenergía es de una única naturaleza, pero de doble polaridad que cambia automáticamente de sentido cada tres mil años. Existen pocos medios que podamos utilizar para obligarla a cambiar de polaridad cuando nos parezca necesario; citamos: la alquimia, los milagros de santos -obviamente siempre de naturaleza energética en razón de la gran vecindad que existe entre bioenergía y energías espirituales- y ciertas prácticas de vida espiritual (que no están ligadas al funcionamiento del cuerpo; no se trata, por ejemplo, de vegetarianismo ni de castidad). [ ... ]
Se presenta bajo la forma de pequeños filamentos de 3 centímetros de longitud y de un trimillonésimo de milímetro de espesor. Se apoya y circula en un medio extraño y de naturaleza todavía inexplicada, el medio donde se mueven las fuerzas que relacionan los contrarios. Por ejemplo: entre la materia y el vacío, la fuerza de gravedad, la fuerza centrífuga y la centrípeta, la fuerza que permite a los neutrones conservar su vacío entre los núcleos y los electrones, la fuerza que en el chakra del corazón del hombre opone el egoísmo al altruismo, el límite entre el blanco y el negro, la luz y la oscuridad, el hombre y la mujer, la vigilia y el sueño, etc...
No podemos decir que «es» la única energía constituyente de la vida sino uno de sus más importantes ingredientes. Sí podemos afirmar que «es» la energía de la consciencia, de la inteligencia y del saber. No es como la electricidad nerviosa, no pasa por los circuitos conocidos tales como neuronas, axones, dendritas. No participa de la materia cerebral misma, por ser de otra naturaleza más sutil; dicha materia cerebral está prisionera de un mundo de solamente tres dimensiones, (tal como todo lo que concierne a nuestro cuerpo físico y a los cinco sentidos). La bioenergía, por su parte, se mueve en un mundo de cuatro dimensiones; la cuarta dimensión en cuestión no es la del tiempo, sino la constituyente de este «medio de los contrarios» descripto anteriormente.
En nuestro cerebro material, ella constituye una red de filamentos relacionados lógicamente entre ellos tal como las energías constituyentes de un software en una computadora. Digamos que, en el ser humano, las pistas por donde circula esta energía están ligadas a las moléculas de agua.
Esta naturaleza sutil es el origen de que apenas el 2% de la consciencia more en el cerebro neuronal (neurofisiológico) mientras el 98% restante se encuentra disperso por varios otros lugares del cuerpo energético.
¿Cómo hace la bioenergía para incorporarse a nuestro organismo?
Esta