Después de la venganza. Tara Pammi
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Alex pulsó finalmente en la pantalla para contestar.
–Hola, Massimo.
–¿Alex, cara, eres tú? ¿Qué haces con el teléfono de Vincenzo Cavalli?
Alex se mordió el labio. Massimo sonaba extraño. Algo no iba bien.
–¿Por qué llamas a este número, Massimo? ¿De qué lo conoces?
Massimo habló apresuradamente.
–Cara, escúchame. Vincenzo es responsable de los problemas que hemos estado teniendo en Brunetti Finances. Es quien lanzó el ataque cibernético contra nuestro sistema, es quien ha estado engatusando a los miembros de la junta directiva para que expulsen a Leo. Es… un hombre muy peligroso, bella. Ha organizado ataques desde distintos frentes, contra todos nosotros. Incluso se ha hecho con el paquete de acciones de nuestro padre.
¿Contra todos? ¿Y ella? ¿Era también un objetivo?
Alex sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
–Massimo, no entiendo. ¿Por qué?… ¿Cómo?
–Leo intentó dar contigo en cuanto nos enteramos de que Cavalli estaba en Bali; queríamos asegurarnos de que no te relacionabas con él. Al final, a Natalie, que trabajó para él en el pasado, se le ocurrió llamar a su viejo número de teléfono para intentar hablar con él…
Alex estaba paralizada.
–¿Alex, qué haces con él? ¿Por qué…?
–Yo… Si consigo un taxi para el aeropuerto, ¿podrás sacarme de aquí, Massimo? –preguntó ella.
Tenía que marcharse antes de que Vincenzo volviera y la sedujera con sus palabras y sus adictivas caricias.
–Claro, bella, estate tranquila. Dame unos minutos para organizar el vuelo. No te preocupes. Leo y yo nos ocuparemos de todo.
Alex colgó antes de echarse a llorar.
¿Qué había hecho?
¿Por qué atacaba Vincenzo a los Brunetti? No podía ser un error. Massimo y Leo llevaban un año teniendo dificultades en la empresa. Incluso ella se había enterado.
Y resultaba que el hombre del que había enamorado locamente, con el que se había casado, no era un príncipe azul, sino un enemigo.
Pero incluso horas más tarde, cuando volaba hacia Milán sin haberse despedido de Vincenzo, Alessandra quería creer que todo era un error. Que Vincenzo no era el hombre que había llevado la destrucción a su familia adoptiva. Que no era el hombre que representaba una seria amenaza para la posición de presidente de Leo en la junta directiva de BFI.
Que no era el hombre que había estado buscando los flancos débiles de una de las familias más poderosas de Milán, hasta dar con el que más podía dolerles.
Capítulo 2
VINCENZO miró la casa que representaba el centro de poder de la familia Brunetti y subió la escalinata de mármol en la que su madre había suplicado a Greta Brunetti que creyera que Vincenzo era hijo de Silvio Brunetti y, por tanto, su nieto. Sangre de su sangre.
Dos décadas más tarde, mientras llegaba a la puerta, no sentía miedo, sino la certeza de que pronto todo aquello le pertenecería. Su dulce esposa, Alessandra, había precipitado los acontecimientos al huir y refugiarse allí.
Entrar en el salón y ver a la familia reunida le produjo un especial regocijo: la matriarca, Greta; sus nietos, Leonardo y Massimo; sus esposas Neha y Natalie; y en medio, sentada en un diván, Alessandra.
Ella alzó la mirada y el pulso de Vincenzo se aceleró como el de un adolescente. La rabia que lo había dominado desde que había descubierto su huida se tiñó de preocupación. Alessandra tenía los ojos hinchados y rojos, el cabello recogido en un moño, vestía una camiseta y unos vaqueros viejos y no llevaba gota de maquillaje, y aun así, estaba preciosa.
Sus ojos contenían un profundo dolor cuando lo miraron fijamente como si buscaran atisbar un mínimo sentido del honor en él. Pero no iba a encontrarlo.
Vincenzo la recorrió de arriba abajo y no pudo evitar sentir cierta satisfacción al ver que en su mano izquierda seguía brillando el anillo de diamantes.
«Mía, es mía», habría querido gritar como un salvaje.
–¿Te parece bien desaparecer sin despedirte, princesa? El matrimonio es nuevo para los dos, pero vamos a tener que poner algunas normas –dijo burlón, ignorando a los dos hombres que permanecían de pie, flanqueándola como dos centinelas.
Leonardo Brunetti, presidente del prestigioso conglomerado financiero, Brunetti Finances Incorporated al que se proponía sustituir; y Massimo Brunetti, la brillante mente tecnológica tras el éxito de la sección cibernética de BFI, Brunetti Cyber Services, y el hombre que había captado a su antigua asociada, Natalie.
Dos hombres que poseían todo aquello que también debía ser suyo y a los que pensaba arrebatarles todo.
–¿Crees que tenemos alguna posibilidad después de lo que has hecho, V?
Si Alessandra le hubiera gritado, Vincenzo se habría sentido cómodo; pero el dolorido susurro con el que habló, lo desarmó por completo.
–Vamos, cara. Contestaré todas tus preguntas en privado.
–Has tenido numerosas ocasiones de decirme por qué intentas destrozar la vida de mi familia, pero no las has aprovechado –Alessandra se mordió el labio. Tenía los ojos húmedos–. Dinos… por qué.
–¿Por qué, qué? –dijo Vincenzo entre dientes, enfurecido consigo mismo por no haberle dado explicaciones cuando necesitaba desesperadamente que Alessandra comprendiera su punto de vista.
–¿Por qué atacas a Brunetti? –dijo ella en tono de frustración–. ¿Por qué ordenaste a Natalie que desmantelara BCS antes de que ella acabara enamorándose de Massimo? ¿Por qué usaste al padre adoptivo de Neha como espía? ¿Por qué compraste la participación suficiente de BFI como para amenazar la posición de Leo como presidente?
–Creía que era evidente –dijo Vincenzo impasible.
Alessandra se levantó y dio un paso hacia él. Su perfume alcanzó a Vincenzo, recordándole al instante noches tibias, sábanas revueltas, gemidos suaves…, sonrisas contagiosas que deshacían las telarañas de una soledad en la que ni siquiera había sabido que estaba atrapado. Pero los ojos que lo habían mirado con amor y deseo, lo observaban en aquel momento con tristeza. Continuó:
–Nada de esto es un capricho, Alessandra. Llevo toda la vida trabajando para este momento. Voy a convertirme en el presidente de BFI y a adueñarme de la compañía y de todas las demás empresas Brunetti.
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Alessandra.
–¿Por qué?
–Porque es justo recuperar lo que es mío. Especialmente… –Vincenzo no pudo contener