Posontológico, posfundacional, posjurídico. Óscar Mejía Quintana

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Posontológico, posfundacional, posjurídico - Óscar Mejía Quintana

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dos categorías precitadas con el concepto de hegemonía gramsciana a partir de la lectura de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.

      Castro-Gómez (2015) resalta la crítica que hace Žižek a la teoría foucaultiana. Para Žižek, el concepto de relaciones de poder foucaultiano las hace trascendentales y elimina la resistencia y la lucha política, en la medida que estas se encuentran inmersas en las dinámicas de dichas relaciones, así como el sujeto, que debido a la biopolítica y la disciplina pierde su carácter trascendental; a este pretende rescatarlo Žižek, al considerarlo como actor fundamental dentro de los antagonismos que procuran subvertir el orden capitalista. De ahí que Žižek exalte la necesidad de olvidarse de un sujeto como producto de procesos históricos de subjetivación, para optar por un sujeto trascendental, que se encuentra escindido y atravesado por el antagonismo.

      Sin embargo, para Žižek, Michel Foucault coopta el carácter trascendental del sujeto y la lucha y resistencia política, al plantear que las relaciones de poder son permanentes, deslocalizadas y tejidas en red, por lo que el escape de ellas no es posible impulsando la resignación hacia el sistema capitalista. No obstante, de acuerdo con Castro-Gómez, en Foucault es posible encontrar una alternativa a las relaciones de poder, que se concreta en los antagonismos, tomados de la voluntad de poder nietzscheana, desde la cual, en dichas relaciones, existe una lucha constante por dominar y gobernar la fuerza ajena, lo que indica que los antagonismos están presentes siempre, de manera implícita, en las relaciones de poder.

      El antagonismo, como parte del concepto de voluntad de poder, representa la necesidad de entender la resistencia como fuerza contraria pero que desea moldear y hacerse propia. Sin embargo, no es fuerza destructora, sino una fuerza que captura y homogeneiza la fuerza vencida. La fuerza vencedora captura de la fuerza vencida los elementos que le sirven para potenciarla. En ese sentido, la voluntad de poder interpreta para clasificar, para encontrar lo útil, para desarrollar su poder y apoderarse: “[…] el antagonismo conlleva entonces un proceso de “evaluación”, de interpretación mutua de las fuerzas en conflicto” (Castro-Gómez, 2015, p. 232).

      Dentro de esta lucha de fuerzas es posible que se consolide un bloque hegemónico, que para Castro-Gómez es de un carácter semejante a las quanta de fuerza nietzscheanas, la cual busca la supremacía de su propio sentido. Entonces hablar de luchas de fuerzas es hablar de antagonismos. Ello no significa que la lucha de fuerzas sea la causa y la consolidación de la hegemonía el efecto. Para alejarse de este sentido, el autor recurre a las nociones de “mundo corporal” y “cuerpo” de Nietzsche. Desde su perspectiva, el cuerpo “es un campo inestable de fuerzas capaz de autorregularse. Todo dependerá de cuáles fuerzas y en qué momento, imponen su hegemonía interpretativa” (Castro-Gómez, 2015, p. 234). Por su parte, el mundo corporal va más allá de la relación causa-efecto.

      Castro-Gómez señala que para Foucault el poder no puede ser entendido como una sustancia que emana de un punto específico, ya sea Estado, economía, grupos dominantes, etc. Por el contrario, el poder es un conjunto de relaciones que son inmanentes a determinadas dinámicas sociales, conjunto de relaciones que no están focalizadas, y se encuentran dispersas en diferentes grados y niveles; en consecuencia, “el poder tampoco es una relación binaria entre opresores y oprimidos, entre dominantes y dominados, sino una matriz general de antagonismos que recorre en conjunto del cuerpo social” (Castro-Gómez, 2015, p. 235).

      La crítica de Žižek se anida en esta interpretación del poder por parte de Foucault. Es impensable poner en un mismo plano el poder y la resistencia, siendo que la última solo puede aparecer en función de las relaciones de poder que se configuran en un momento determinado. No obstante, Castro-Gómez afirma que las objeciones de Žižek no son correctas, y lo explica remitiéndose a la ontología nietzscheana de la voluntad de poder, tomada por Foucault cuando afirma el carácter ontológico de los agonismos. De acuerdo con el autor, Foucault entiende el poder desde una concepción agonística, esto es, como el enfrentamiento de fuerzas que es constitutivo de la experiencia humana, por lo cual supera cualquier forma de poder fáctico que quiera ser impuesto, y está presente de manera incesante en el cuerpo social, motivo por el que la sociedad jamás se entiende como una totalidad cerrada.

      La relación agonística de las fuerzas no opera como instancia fundamental, pero estas sí preceden a cualquier organización política y social y se encuentran en posibilidad de emergencia permanente. La fuerza que es capturada cuenta con un cierto margen de libertad, que le permite ejecutar acciones de desgobierno frente a la fuerza homogeneizadora, que implica que dicha posición dominante nunca es definitiva y en ese sentido la sociedad no es una construcción terminada. El carácter ontológico de los antagonismos radica en su existencia permanente, dentro de las relaciones y prácticas de poder que actúan sobre la cotidianidad del sujeto.

      Además de lo anterior, Castro-Gómez considera pertinente hacer una diferenciación entre contradicción y antagonismo. Al hablar de la contradicción se hace alusión a la idea marxista según la cual capital y trabajo entran en colisión, puesto que las dinámicas del capitalismo buscan subsumir a la clase obrera generando una especie de colisión. Bajo este supuesto, la sociedad termina atacándose a sí misma por razones atribuibles a ella, “la dominación del hombre por el hombre” (Castro-Gómez, 2015, p. 243). En consecuencia, se tiene que en el modelo marxista las relaciones económicas capitalistas son el condicionante de las luchas sociales, que buscan consolidarse permanentemente en el poder.

      Como quedó demostrado, las críticas de Žižek a Foucault sobre la eliminación del antagonismo se desdibujan con el argumento del agonismo en las relaciones de poder, solo que este no hace referencia a un sujeto trascendental (al que se refiere Žižek), sino a “la experiencia ontológica del cuerpo” (Castro-Gómez, 2015, p. 251). Ahora bien, según Castro-Gómez (2015) Žižek acierta cuando evidencia el poco trasfondo que le dio Foucault a la relación entre lucha política y antagonismo, y a estos como mecanismos para actuar en contra de las redes de dominación. Para lo anterior, señala el autor, será necesario ahondar sobre la diferencia ontológica.

      Desde la diferencia ontológica se pretende plantear un nuevo horizonte de análisis de los acontecimientos que parta de la diferencia que existe entre lo político y la política. Por su parte, lo político hará referencia a aquel campo definitorio que funciona como filtro definitorio de la política, la cual, por otra parte, alude a las instituciones, discursos y prácticas cuyo propósito es organizar el comportamiento humano. Dentro de este panorama, el antagonismo cobra una importancia fundamental en la medida que instituye no solo la dimensión social sino la política misma, razón por la que la política no pretende la eliminación del antagonismo, sino una redistribución del poder.

      Para el caso de la teoría foucaultiana, lo político se configura como la dimensión previa y ontológica del poder, en la medida que sobre lo político se fundan las prácticas institucionales, lo que indica que el modo de ser de estas no depende de sí mismas, sino de aquella matriz bélica donde funcionan los antagonismos. La sociedad y la política existen a raíz de los antagonismos, razón por la cual no deben ser eliminados ni armonizados, sino que, por el contrario, el objetivo de la política es redistribuir el poder. Con esto en mente se puede entrar a ahondar en una variación de la diferencia ontológica, la diferencia entre lo social y lo político, desarrollada principalmente por Laclau y Mouffe.

      La postura de los autores referenciados surge, según Castro-Gómez, de la crítica a la escuela althusseriana, según la cual lo social se encuentra en una categoría superior de lo político, en la medida que las relaciones de producción y de clase son las que determinan lo político y definen, consigo, el lugar que deben ocupar los agentes políticos. Por tal razón, la acción política es subyacente a lo social, en tanto que lo social determina su sentido a priori. No obstante, lo social está determinado por un conjunto de relaciones antagónicas, las cuales jamás se fijan de manera previa a la experiencia. Lo único que se fija a priori es el antagonismo como instituyente social.

      En ese orden de ideas, los antagonismos

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