E-Pack HQN Victoria Dahl 1. Victoria Dahl

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E-Pack HQN Victoria Dahl 1 - Victoria Dahl Pack

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      —¿Te ha dicho Cameron que me llamaras? —le espetó ella finalmente.

      —¿Qué? No. Todos estamos preocupados por ti, Molly…

      —¿Quiénes? ¿Cameron y su alegre camarilla?

      —Vamos, Molly. Somos amigos. Yo solamente quería…

      —No, Pete. No somos amigos. Si fuéramos amigos, yo te habría hecho una pulsera y te hubiera pintado las uñas de los pies. Nos habríamos reído de lo pequeño que era el pene de mi primer novio. Habríamos flirteado con otras personas mientras nos tomábamos una copa. Nosotros no somos amigos, Pete. Estábamos saliendo juntos. Hasta que alguien se metió en medio y te robó el corazón.

      —¿Eh? A mí nadie me robó el corazón. Los dos decidimos que lo nuestro no funcionaba.

      —Con «los dos» supongo que te refieres a Cameron y a ti…

      —Eh, ¿qué estás insinuando?

      —Estoy insinuando que Cameron te convenció para que me dejaras. Igual que ha convencido a todos los demás hombres con los que he salido desde que él y yo rompimos.

      —¡Eso es una locura! —gritó Pete.

      —Efectivamente. Aunque parece que ni a Michael, ni a Devon ni a ti os importa. Todos estáis demasiado entusiasmados por salir con el señor Personalidad Maravillosa. ¡Por Dios!

      —Cameron tiene razón —murmuró Pete—. Tienes problemas.

      —¡Sí! ¡Sí, tengo problemas! —gritó ella en el auricular, antes de que la línea se cortara. Molly miró el móvil con furia. La habían seguido hasta Tumble Creek, Cameron y su banda de exnovios de Molly.

      No podía permitirlo. Tenía que deshacerse de aquel móvil. Ella tenía el mismo número fijo de su tía. Su hermano lo tenía. Su editor lo tenía. Y sus padres, que por fin habían superado su adicción a Cameron, lo tenían.

      Cameron Kasten, el sargento supervisor Cameron Kasten, era el negociador de secuestros estrella del Departamento de Policía de Denver. Su trabajo consistía en manipular, coaccionar, seducir y negociar, y se le daba muy bien. Todo el mundo lo adoraba. Sus amigos, los amigos de ella, toda la policía. Los médicos de emergencias, los bomberos, los fiscales y todos los hombres con los que Molly quisiera salir.

      Nadie creía que le estuviera destrozando la vida. No había podido convencer a Molly de que siguiera con él, así que había convencido a todos los demás de que salieran de su vida. Era atemorizante, frustrante. Cameron era como un remolino gigante que había succionado todas las relaciones sexuales y las había sacado de su vida.

      O tal vez no todas.

      Pensó de nuevo en Ben Lawson, en sus ojos castaños y sus manos, y en… Oh, en muchas más cosas. Él sería el broche de oro de aquella temporada de castidad. Solo tenía que mantener a Cameron lejos de Tumble Creek.

      —Satán, aléjate —le dijo al teléfono mientras lo apagaba.

      Molly había vuelto a Tumble Creek, en Colorado, y estaba lista a retomar las cosas justo donde las había dejado… con Ben Lawson desnudo y a su merced.

      Solo que en aquella ocasión, sí sabía lo que tenía que hacer con él.

      Capítulo 2

      —¿Jefe?

      Ben se despertó de la breve cabezada que estaba echando ante el ordenador.

      —¿Sí?

      Brenda agitó la cabeza.

      —Son las ocho. Tiene que irse a casa a descansar. Tiene un permiso de veinticuatro horas.

      —Es cierto —dijo él.

      Repasó el horario de diciembre por última vez antes de cerrar el documento. Estaba muy claro. En invierno, el trabajo decaía mucho en Tumble Creek. No había ciclismo de montaña ni rafting, y el paso hacia Aspen quedaba cubierto de nieve hasta mayo. Después de la locura de la primavera, el verano y el otoño, el invierno era un descanso bien merecido.

      Y, hablando de Aspen… Ben se frotó los ojos y miró el reloj del pasillo. Quinn Jennings tenía que estar ya en su despacho. Aquel hombre era un obseso en lo referente a su trabajo.

      Una mujer respondió al primer tono.

      —Arquitectura Jennings.

      —Hola, buenos días, ¿podría hablar con Quinn?

      —Buenos días, Jefe Lawson. Sí, espere un momento, por favor.

      Ben asintió y esperó. En otras ocasiones había intentado mantener una conversación de cortesía con la telefonista de Quinn, pero la mujer no se lo había permitido.

      —Ben —gruñó Quinn desde el otro lado de la línea, abstraído, como siempre que estaba concentrado en algún plano.

      —Deja el bolígrafo y apóyate lentamente en el respaldo de la silla.

      —¿Umm?

      Ben puso los ojos en blanco.

      —La última vez que te llamé prometí que no iba a volver a tener una conversación contigo mientras estás dibujando. Me quedé esperando en aquel bar hasta las nueve en punto.

      —Es cierto, pero ya te dije que lo sentía mucho. De veras, no recordaba para nada la conversación.

      —A eso me refiero —repuso Ben—. Bueno, no me habías dicho que tu hermana iba a venir a vivir al pueblo.

      —Ah, ya. Es que lo decidió rápidamente. Yo me enteré la semana pasada.

      —¿Seguro?

      —Bueno, ella dice que me lo contó en septiembre, pero yo juraría que miente.

      —Ya.

      —Bueno, ¿entonces ya ha venido? ¿Quieres comprobar qué tal está de mi parte? Mi madre está preocupada.

      Ben se pasó la mano por el pelo.

      —¿Quieres que pase por su casa?

      —Sí, ya sabes. Comprueba la seguridad. Es una mujer soltera con una madre obsesiva.

      —Vivía sola en una gran ciudad. Creo que aquí estará bien.

      —Eso díselo a mi madre. Está convencida de que Molly va a encender la chimenea sin abrir el tiro, y que va a morir por inhalación de monóxido de carbono.

      Ben miró de nuevo el reloj. Las ocho y cuarto. ¿Estaría despierta? ¿Se habría vestido, o estaría medio desnuda y con cara de sueño?

      —Está bien. Pasaré por allí.

      —Gracias.

      —De nada, de nada —dijo

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