Cicatrices del ayer. Пиппа Роско
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Читать онлайн книгу Cicatrices del ayer - Пиппа Роско страница 8
–Espera.
–¿Para qué? –preguntó Maria sin darse la vuelta–. ¿Para que me arrojes más insultos? No, gracias.
–Por favor.
Ella se giró entonces y lo vio al lado de la mesita, mirando la ecografía.
–No me mientas respecto a esto, Maria. No me pongas a prueba.
–Estoy embarazada –repitió ella–. El niño es tuyo.
–¿Cómo es posible?
Maria recordó la duda y la confusión que había sentido cuando vio la línea azul de la prueba.
–Los preservativos tienen un margen de fallo. Yo no estaba tomando ninguna otra medida anticonceptiva –se encogió de hombros.
–Estás embarazada. El niño es mío.
María asintió, y Matthieu sintió como si todo el mundo se hubiera salido de su eje. Dirigió la mirada hacia la ecografía en blanco y negro.
–Lo… lo siento –dijo sumido en un mar de confusión y caos.
El rechazo instantáneo que había sentido había sido cruel y devastador. Vio cómo Maria palidecía al escuchar sus palabras. Pero no fue eso lo que le convenció de que decía la verdad. Fue la forma en que se dio la vuelta para marcharse, dispuesta a renunciar a él, a su dinero, y al anillo. Un anillo que Matthieu había jurado no colocar jamás en el dedo de ninguna mujer.
Le hizo un gesto a Maria para que se sentara, y él hizo lo mismo.
–¿Qué es lo que quieres? –preguntó sosteniéndole la mirada y buscando en sus ojos sus intenciones.
–Nada –contestó ella, claramente confundida por la pregunta–. Solo quería que lo supieras. Tienes… tienes derecho.
Matthieu contuvo una risa cínica. Dudaba mucho de la veracidad de aquellas palabras. Tal vez no buscara su dinero o un anillo, pero algo había detrás seguro. Siempre lo había.
–¿Y has esperado tres meses? –preguntó con tono acusador
Maria asintió.
–Los tres primeros meses son… delicados –afirmó sacudiendo la cabeza–. Mira, respeto lo que dijiste de que lo nuestro sería cosa de una noche. Solo he venido para informarte, y para darte la oportunidad de elegir si quieres formar parte de la vida de este bebé o no. Ni más, ni menos.
Matthieu agarró su vaso para ganar tiempo. Y él nunca necesitaba ganar tiempo porque siempre sabía qué decir, cómo reaccionar. Hasta ahora. Hasta que Maria apareció en su vida.
–Nos casaremos.
La expresión de su rostro habría resultado cómica en otras circunstancias. El horror y el impacto arrasaron con la neutralidad que había mostrado unos instantes atrás.
–No.
–Me parece que no lo entiendes…
–No. El que no lo entiendes eres tú –lo atajó ella–. Esa no es la razón por la que he venido. No tengo intención de casarme contigo. No quiero eso, ni tampoco tu dinero. Mi único interés es conocer el nivel de implicación que quieres tener en la vida de mi hijo…
–De nuestro hijo –la corrigió Matthieu–. Y eso es lo que intento decirte, Maria. Mi interés será profundo, y mi nivel de implicación, total.
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