Tormenta de fuego. Rowyn Oliver

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Tormenta de fuego - Rowyn Oliver HQÑ

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      —No he podido resistirme. —La voz modulada de Max la irritó sobremanera, pero estaba dispuesta a fingir para que no se le notara.

      Trevor y Ryan se lanzaron una miradita entre ellos que no les pasó desapercibida a ninguno de los dos. Intentaban no partirse de risa, pero estaba claro lo bien que se lo iban a pasar a su costa.

      Intentando disimular que nada le afectaba, Jud lo miró disimuladamente detrás de sus gafas de sol y volvió a echarse sobre uno de los asientos que se encontraban en el lateral de la barca. Qué le iba a importar que el buenorro de su jefe la estuviera observando con las tetas al aire. Porque seguro que eso hacía, escondido detrás de aquellas Ray-Ban Aviator de malo de película barata, mirarla. Quizás tanto como ella lo miraba a él.

      —Bueno, chicos —dijo Ryan—, esta preciosidad nos va a llevar a dar una vuelta.

      * * *

      Poco después de que el barco se pusiera en marcha la brisa la refrescó y Jud dejó de sentir cómo su piel se calentaba al sol. Buscó la camiseta de tirantes que había traído y se la puso sin hacer ningún comentario, pero Max aprovechó para picarla:

      —¿No tendrás calor?

      Se pudo cortar la tensión de los chicos mientras esperaban la respuesta que no se hizo de rogar.

      —Lo dice un cowboy que ha venido a navegar con vaqueros y camisa a cuadros.

      Vio cómo él fruncía el ceño.

      —¿Qué tiene de malo mi camisa a cuadros?

      —Nada, si vas a amontonar paja en el granero.

      Trevor y Ryan se rieron por lo bajo. Claire fue menos sutil y soltó una carcajada que acabó en una risita ahogada mientras pedía disculpas a Max.

      —Estáis de muy buen humor —dijo el capitán.

      Todos parecieron ignorar el comentario, pero sabían que el espectáculo no había hecho nada más que comenzar.

      —He traído un bañador, así que no te preocupes —le dijo Max poniéndose las manos en las caderas que estaban enfundadas en unos vaqueros estrechos que le sentaban de muerte. —En cambio tú parece que te habías dejado una pieza —anunció señalando sus pechos que ya estaban cubiertos.

      Jud apretó la mandíbula deteniendo el movimiento que hacía con las manos para colocarse la camiseta. Respiró hondo para no lanzarse a la yugular mientras se repetía mentalmente que no lo hacía por él.

      —¿Te molesta que haga toples?

      Él levantó las manos en señal de rendición.

      —¡Por Dios! Jamás se me ocurriría protestar porque se me ofrezca semejante vista.

      —No te la estaba ofreciendo capu…

      —¡Bueno! Creo que podemos echar el ancla por aquí y darnos un chapuzón. ¿No os animáis? —Ryan alzó las manos reclamando la atención de todos con su entusiasmo. No iba a permitir que Jud insultara al capitán a los diez minutos de haber llegado.

      No dejó de vigilar el timón mientras reducía la velocidad hasta detener el barco.

      Aunque Ryan había salvado la situación, todos eran conscientes de que Jud había estado a punto de insultar a su jefe, aunque Max no parecía estar molesto, más bien al contrario. Su amplia sonrisa eclipsaba.

      Sonreía, y empezó a hablar con Ryan sobre béisbol y fútbol mientras se metía los pulgares bajo la correa de cuero del cinturón.

      Involuntariamente, los ojos de Jud volaron a esa zona. Suspiró imperceptiblemente mientras poco después se limitó a refunfuñar un par de palabras incoherentes al ver hacia donde la llevaban sus pensamientos.

      —Voy a quitarme ropa.

      Las palabras de Max la molestaron.

      «De puta madre. Lo que le faltaba, tener al jefe macizorro medio desnudo a escasos dos metros de mí». A Jud le entraron ganas de arrancarse los ojos con las uñas.

      Intentó relajarse cuando Max desapareció en el interior de la embarcación, supuso que para cambiarse esos vaqueros condenadamente sexys por un bañador mucho más apropiado. Quizás unos pequeñitos y ajustados…

      «¡Juuuuud! Estás fatal». Gimió al imaginarse ese cuerpo con unos slips negros. No estuvo más tranquila cuando volvió a salir ataviado solo con un corto bañador color azul marino y nada que cubriera aquel impresionante torso desnudo.

      Jud casi jadea.

      «¡Hora de tirarse por la borda!».

      Un calor sofocante le prendió el rostro y se apresuró a ponerse de pie y darle la espalda. Sería mejor que se metiera en el agua cuando antes.

      Como sabía que las gafas de sol la protegían de delatar dónde tenía los ojos puestos, se atrevió a darle un buen repaso cuando le miró por encima del hombro.

      Trevor y Ryan tenían un aspecto formidable y, aunque jamás se había sentido atraída por ellos de aquella manera, tenía que admitir que eran dos hombres de una belleza portentosa. Trevor tenía unos brazos y unas espaldas anchas, con una estrecha cintura que lo hacía increíblemente atractivo. Los bíceps de Ryan no tenían rival y su carita de niño contrastaba con ese cuerpo esculpido de acero con sus sexis cuadritos en los abdominales. Era una ricura y una alegría para la vista. Pero Max… ¡Joder con Max! El capitán era una fuerza de la naturaleza. Tenía un espeso vello sobre los pectorales, pero este iba menguando, recorriendo sus abdominales marcados hasta desaparecer en una fina línea negra bajo la cinturilla del pantalón. Sus hombros… Jud no pudo reprimir un suspiro y al darse cuenta forzó una tos que no consiguió engañar a Claire, que volvió a reír sin poder controlarse.

      —Sin duda es un día espectacular. Ideal para contemplar una bella vista.

      Las palabras de Claire le hicieron ganarse una mirada asesina de Jud, una que notó a pesar de las gafas de sol.

      Volvió la cabeza y encontró a Ryan con una sonrisa de oreja a oreja.

      —Unas buenas vistas, ¿eh?

      «¡Cállate, bastardo traidor!».

      Jud se puso del color de su biquini, que era granate.

      Se quitó de nuevo la camiseta y la echó a un lado. Se quedó con su sexy culote ajustado dispuesta a lanzarse al agua al mismo tiempo que Ryan echaba el ancla. Sin embargo, Max fue más rápido, paso frente a ella y se lanzó de cabeza.

      Cerró la boca y la notó seca a causa de la imagen que acababa de contemplar. Esa impresionante espalda desnuda, ese cu… Suspiró y arrojó las gafas de sol sobre los cojines donde se había sentado instantes antes.

      Intentó generar saliva a marchas forzadas mientras el capitán salió a la superficie y se acarició su espeso cabello.

      «No es nada del otro mundo, un hombre del montón. Tú puedes…». En ese preciso instante, Max agarró la escalerilla y subió de nuevo a bordo. Ver ese cuerpo esculpido en mármol bronceado

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