Ciudadanía global en el siglo XXI. Rafael Díaz-Salazar

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Ciudadanía global en el siglo XXI - Rafael Díaz-Salazar Biblioteca Innovación Educativa

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      • Mostrar que la población inmigrante es, ya, parte consustancial de la población de los países de acogida y de su vida cotidiana. Una población con unos niveles de naturalización muy elevados, que está profundamente arraigada personal, familiar y socialmente, y que forma parte de su presente y su futuro.

      • Es relevante, finalmente, atender a las audiencias en las que se desea influir al cambiar la narrativa. Diferentes estudios sobre el tema coinciden en distinguir tres grupos: odiadores o haters, sector antimigratorio convencido en el que difícilmente va a lograrse un cambio de percepción; convencidos o believers, aquellos posicionados claramente en favor de la migración y sobre los que no interesa enfocarse por estar ya ganados; y los indecisos o swingers, la zona gris, el colectivo intermedio cada vez más amplio, que no se declara fervientemente en contra, pero que en un momento dado sí puede ser permeable a los discursos de rechazo a la migración. Estos indecisos constituyen la audiencia objetivo del nuevo relato migratorio, por lo que es fundamental prestar atención a sus miedos e intereses a la hora de establecer los principios del debate y las estrategias de comunicación.

      Una nueva gestión de flujos para optimizar el impacto de las migraciones en la prosperidad y el desarrollo

      La movilidad de los trabajadores y de sus familias constituye una de las fuentes más eficaces de prosperidad para los migrantes y para sus países de origen. Pero los beneficios no se limitan en ningún caso a los migrantes y a sus comunidades de origen. Los estudios más ambiciosos sobre el impacto de los migrantes en las economías de destino (OCDE, por ejemplo) coinciden en señalar aportaciones destacables en materia de crecimiento, generación de empleo, incremento de la productividad o fomento del emprendimiento y la innovación. Esto ocurre sin que se produzca un impacto sensible en el nivel salarial de las poblaciones nativas ni en la calidad de servicios públicos como la sanidad.

      Si las migraciones suponen un beneficio objetivo y las regiones más desarrolladas necesitarán en el futuro que los trabajadores migrantes sigan llegando —debido al envejecimiento demográfico—, se hace necesaria una reforma del modelo de puerta estrecha que impera hoy en la mayor parte de destinos. Algunos países, como Canadá, Nueva Zelanda o Alemania, se han adelantado proponiendo modelos de gestión de los flujos más flexibles. Su capacidad para amortiguar en parte las cautelas extremas del sistema y construir modelos mejor adaptados a la realidad puede granjearles importantes ventajas en el futuro. Y España puede abrir este debate para regiones como América Latina (Fanjul, 2019).

      Lamentablemente, estos países son todavía mucho más la excepción que la regla. Por eso es importante que iniciativas como el Pacto Mundial por una Migración Ordenada, Regular y Segura, aprobado en diciembre de 2018, ayuden a replicarlas y llevarlas a escala (Fanjul, 2018).

      Una política de integración

      Finalmente, la tercera medida, pasa por impulsar un nuevo ciclo político en materia de integración, cuestión que debe ser clave en nuestra nuevas sociedades precarias y diversas. Una nueva política de estado, destinada no solo a la inmigración, sino al conjunto de una sociedad que ya es étnicamente diversa. Una política cuyos dos elementos centrales deberían ser las medidas de cohesión social para todos y las medidas de gestión de la diversidad en contextos sociales, especialmente los barrios populares, cada vez más marcados por la pluralidad étnica y racial (Fanjul y Moltó, 2019).

      ¿Qué nueva ciudadanía global nos permitirá cambiar el modelo migratorio imperante?

      El concepto de ciudadanía global contempla el ejercicio de los derechos poniendo el foco en el ciudadano a título individual, en su capacidad de agencia en sus comunidades y en su consciencia del funcionamiento del sistema global. Esta articulación de lo local y de lo global pasa po r la aceptación del movimiento de las personas en un mundo interconectado y la gestión de la diversidad dentro de la propia sociedad (Carens, 2013). Sin embargo, el contexto en que se fraguó este proyecto ha cambiado. Este potencial escenario comprende unos derechos que hoy están siendo cuestionados, dándose de bruces con discursos nativistas que instan a los territorios a replegarse dentro de sus fronteras nacionales, bloqueando el movimiento de las personas. Se hace, por tanto, necesaria una adaptación del concepto de ciudadanía global frente a las crecientes reticencias en materia de interculturalidad y diversidad.

      Ante estas dificultades, las nuevas narrativas son una herramienta clave capaz de reintroducir algunas certezas olvidadas o ignoradas en el debate público e interesantes para reformular el concepto. La principal de ellas es que “todos somos migrantes”. Los discursos más recurrentes sobre la migración hacen de esta una cuestión que parece concernir solo a un tipo de movimiento y a un perfil social cargado de connotaciones, reservándose para el resto otros términos como “expatriación”.

      Al ser difícil generar movilización ante una cuestión que resulta ajena, es fundamental una ciudadanía global asentada y consciente de la universalidad de la migración. Solo una sociedad que se sienta migrante puede facilitar un cambio en el paradigma migratorio. Una nueva narrativa migratoria constituye una forma tanto de alcanzar una ciudadanía global como de ejercerla. Sin tratarse de un medio de comunicación, se convierte en una herramienta de cambio social en manos de los diferentes perfiles sociales que se adapta a los distintos grados de participación, desde ciudadanos de a pie cuyos espacios de incidencia no abarcan más de sus barrios o entornos íntimos, hasta activistas involucrados en movimientos sociales.

      Algunos aprendizajes para el mundo educativo

      Todos los resultados muestran que hay una profunda segmentación étnica y de clase en los resultados educativos. Con el fin de superar esos resultados es necesario construir una escuela pública, que no tiene por qué ser solamente estatal, que ofrezca igualdad de oportunidades y de resultados para todos, pero especialmente en los nuevos barrios populares étnicamente diversos. Una tarea que, al menos, necesita de tres elementos: inversión pública y dotación de medios, nuevas metodologías de trabajo que integren escuela y comunidad, y gestión de la diversidad. En España hay ejemplos prácticos y maravillosos de este tipo de escuelas que podrían servir de inspiración.

      A su vez, se hace necesario que los programas educativos cuenten y normalicen el fenómeno migratorio, su nativismo y sus potencialidades, incorporando una perspectiva migratoria (Aja et al., 2000). Asignaturas como Historia, que normalmente no se estructuran en torno a este fenómeno, podrían hacerlo con plena legitimidad.

      Capítulo seis

      Mujeres, feminismo y ciudadanía global. Repensar la igualdad, los cuidados y la vida

      Carmen Magallón

      Enriquecer la igualdad con los legados femeninos

      La igualdad formal entre hombres y mujeres está recogida como principio jurídico en la legislación internacional, siendo el hito más reseñable la aprobación, en 1979, de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (Cedaw, en sus siglas en inglés), por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En 1983, España ratificó esta convención. Ahora bien, ¿cuál o más bien quién es medida y referente de esa igualdad? ¿Es igualdad entre o igualdad a? Hoy por hoy, lo que predomina no es la igualdad entre, sino la igualdad a, tomar al hombre como medida. Ante lo que nos preguntamos: ¿Puede el universo femenino insertarse en lo universal si lo universal está concebido en masculino? ¿Pueden las mujeres tener un lugar si los hombres lo ocupan todo? Radicalmente, no. Ser igual al hombre no es suficiente. Es preciso reestructurar el marco normativo y de relación, social, político, económico y simbólico, desmontar el reduccionismo de tomar como universal la experiencia y saberes masculinos.

      Alimentados por la noción aristotélica, se sigue

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