Ciudadanía global en el siglo XXI. Rafael Díaz-Salazar

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Ciudadanía global en el siglo XXI - Rafael Díaz-Salazar Biblioteca Innovación Educativa

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(ODS), aprobada e impulsada por la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2015.

       El cuarto de los diecisiete objetivos de la Agenda 2030 de los ODS se centra en Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Para la consecución de este objetivo se establecen una serie de metas entre las que se destaca la promoción de la ciudadanía mundial:

      Para 2030, garantizar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas, mediante la educación para el desarrollo sostenible y la adopción de estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible, entre otros medios”.

      ONU, 2015.

      La propuesta de la Unión Europea sobre educación para la ciudadanía

      Es una constante en la Unión Europea tratar de fomentar en las escuelas el aprendizaje de los valores de fondo que la configuran. Desde 2006 existe un marco de referencia de la UE sobre competencias, en el que destacan las competencias cívicas y sociales. Toda la legislación educativa de los países de la Unión Europea ha tenido que incorporarlas. Se conciben del siguiente modo

      Estas competencias incluyen las personales, interpersonales e interculturales y recogen todas las formas de comportamiento que preparan a las personas para participar de una manera eficaz y constructiva en la vida social y profesional, especialmente en sociedades cada vez más diversificadas, y, en su caso, para resolver conflictos. La competencia cívica prepara a las personas para participar plenamente en la vida cívica gracias al conocimiento de conceptos y estructuras sociales y políticas, y al compromiso de participación activa y democrática (Parlamento y Consejo de la Unión Europea, 2006).

       En el Informe Eurydice sobre educación, publicado en 2017, se afirma que la educación en ciudadanía en Europa está concebida como una “área curricular para promover la convivencia armónica y favorecer el desarrollo de los individuos y de las comunidades en que viven”. Esta enseñanza debe cubrir 4 áreas curriculares:

      • Área 1: interactuar de manera efectiva y constructiva con los demás, incluyendo el desarrollo personal, la comunicación y la cooperación con los otros.

      • Área 2: pensar de forma crítica, incluyendo análisis y razonamiento, alfabetización mediática, conocimiento y descubrimiento y uso de fuentes.

      • Área 3: actuar socialmente de una manera responsable, respetando el principio de justicia, los derechos humanos, las demás culturas y religiones. Desarrollar un sentimiento de pertenencia y comprender los asuntos relativos al medio ambiente y la sostenibilidad.

      • Área 4: actuar de manera democrática, conocer los procesos y los conceptos políticos, las instituciones y las organizaciones.

      A diferencia de la educación cívica, que se circunscribe solo al conocimiento de la estructura constitucional del país y de sus instituciones políticas, esta materia de educación ciudadana ha de englobar competencias más generales, como la responsabilidad social y habilidades que aseguran un desarrollo personal (Comisión Europea/EACEA/Eurydice, 2017). Esta cuestión continúa siendo prioritaria a través de la labor realizada por el grupo de trabajo Educación y Formación 2020 de la Comisión Europea sobre “promoción de la ciudadanía y de los valores comunes de libertad, tolerancia y no discriminación mediante la educación”.

      La propuesta de la OCDE en el Informe PISA 2018

      La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que coordina la acción de los 35 Estados más ricos del mundo, incluye en su Informe del Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes (Informe PISA 2018) la evaluación de lo que ha llamado Competencia Global. Así, a la evaluación que desde el año 2000 se ha ido haciendo de las competencias de lectura, ciencias y matemáticas, se suma esta nueva competencia que se describe así:

      La competencia global es una capacidad multidimensional. Individuos competentes globalmente pueden: examinar asuntos locales, globales e interculturales, comprender y apreciar diferentes perspectivas y miradas del mundo, interactuar exitosa y respetuosamente con otros, tomar acciones responsables para la sostenibilidad y el bienestar colectivo.

      OCDE, 2018.

       Esta competencia incluye distintos componentes que a su vez serán evaluados de forma distinta: conocimientos, habilidades cognitivas, actitudes y habilidades sociales. Estas capacidades y la incorporación de esta competencia en general se han justificado como una manera de responder a cuatro necesidades:

      I. Para vivir armoniosamente en sociedades multiculturales, en contexto donde los conflictos étnicos y culturales son la fuente más importante de violencia política en el mundo.

      II. Para prosperar en un mercado laboral cambiante, en contexto donde empleadores buscan a quien más fácilmente se adapte y sea capaz de aplicar y transferir sus habilidades y conocimientos a nuevos contextos.

      III. Para usar las plataformas de medios de comunicación de manera efectiva y responsable, en un contexto en el que los radicales avances en las tecnologías digitales han transformado las perspectivas de los jóvenes en el mundo, sus interacciones y su percepción de sí mismo.

      IV. Para apoyar las metas de Desarrollo sostenible, en un contexto donde se requiere del compromiso de las nuevas generaciones para responder a los desafíos sociales y ambientales (OCDE, 2018).

       La OCDE acoge así la propuesta de la ONU y la Unesco. Y lo hace a su modo: primero, no utilizando el concepto “ciudadanía”, evitando así un término que está aún en construcción y que contiene una dimensión política; y segundo, incorporando la idea de la empleabilidad y la adaptabilidad del alumnado en el mundo global. Ahora bien, la OCDE opta junto a la ONU por apoyar una educación que sirva no solo a los intereses particulares, sino al bien universal. Se sostiene en dos grandes valores: el valor de la diversidad cultural y, en el horizonte y como límite a esta diversidad, el valor “inviolable de la dignidad humana”. La incorporación de estos valores que se concretan en actitudes para evaluar es justificada por el bien de todos:

      Valorar la dignidad humana y valorar la diversidad cultural contribuye a la competencia global porque constituyen filtros críticos a través de los cuales las personas procesan información sobre otras culturas y deciden cómo relacionarse con los demás y el mundo. Las personas que cultivan estos valores se vuelven más conscientes de sí mismas y de su entorno, y están fuertemente motivadas para luchar contra la exclusión, la ignorancia, la violencia, la opresión y la guerra.

      OCDE, 2018.

      La empleabilidad de los estudiantes es, sin duda, uno de los más importantes para la OCDE. Desde ese prisma se proponen recomendaciones para los sistemas educativos. Su próxima frontera de medición serán las destrezas sociales y emocionales. Así lo expresó el jefe de la división de innovación y progreso en medición de la OCDE, Dirk Van Damme, en el marco de una conferencia sobre tecnología y educación, organizado por Microsoft y celebrado en París en abril de 2019: "Los datos indican que las llamadas soft skills (habilidades sociales y emocionales) tienen un impacto mayúsculo en el futuro de los niños, tanto o más que los conocimientos cognitivos".

      Según él, están fuertemente relacionadas con "variables futuras como los niveles de desempleo, el salario y los casos de depresión". Van Damme también explicó cómo los empleadores

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