Ciudadanía global en el siglo XXI. Rafael Díaz-Salazar

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Ciudadanía global en el siglo XXI - Rafael Díaz-Salazar страница 8

Ciudadanía global en el siglo XXI - Rafael Díaz-Salazar Biblioteca Innovación Educativa

Скачать книгу

de habilidades sociales y emocionales — (Van Damme, 2019).

      La OCDE está iniciando una evaluación internacional de las destrezas sociales y emocionales de los alumnos en edad escolar. Prueba de ello es el Estudio sobre las Destrezas Sociales y Emocionales. Las cinco categorías generales que evaluará son: apertura a las experiencias (apertura mental); meticulosidad/diligencia (desempeño en las tareas); estabilidad emocional (regulación emocional); extraversión (implicación con otras personas) y simpatía (colaboración).

      También en el Informe Skills to Shape a Better Future (2019) sobre la estrategia de competencias de la OCDE se hace explícita su pretensión de abordar la reforma de las competencias que ayuden a responder a la transformación personal, social, educativa, económica y política que supone lo que se denomina las “megatendencias”: globalización, digitalización, envejecimiento de la población y migraciones. Sus recomendaciones para responder a esos retos apuntan a tres componentes que habrán de actualizar la Estrategia de Competencias de la OCDE que se inició en 2012:

      –Desarrollar competencias necesarias a lo largo de la vida.

      –Usar las competencias de manera eficaz en el trabajo y en la sociedad.

      –Fortalecer la gobernanza de los sistemas de las competencias.

      Sin duda, este empeño condicionará el perfil competencial que busca la OCDE al evaluar la ciudadanía global.

      No hay consenso internacional sobre ciudadanía global

      Después de analizar a grandes rasgos propuestas de organizaciones e instituciones internacionales sobre ciudadanía global, podríamos tener la sensación de que por caminos diferentes e independientes se ha llegado a un acuerdo estable sobre los conceptos, las habilidades y las actitudes con las que configurar las escuelas y evaluar el grado de adquisición de esta competencia global. Pero no es así.

      No debemos confundirnos y creer que hay un consenso internacional sobre el tema. En cada una de las propuestas presentadas hay un modelo político e ideológico sobre qué es el ser humano, cuál ha de ser su relación con la naturaleza, con los demás, con la riqueza, con los empobrecidos, con las minorías, etc. Algunos de estos modelos pueden estar conectados con sistemas económicos que utilizan la educación como un medio de reproducción social y como un instrumento para reajustar el rendimiento competencial de cada país.

      No sería prudente adoptar en las escuelas cualquier desarrollo educativo del concepto de ciudadanía global sin valorar críticamente qué paradigmas estamos incorporando y enseñando a los estudiantes. Por ello, considero que hay que tener muy presente este pensamiento del papa Francisco expresado en el n.º 214 de la encíclica Laudato si’:

      La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza. De otro modo, seguirá avanzando el paradigma consumista que se transmite por los medios de comunicación y a través de los eficaces engranajes del mercado.

      Papa Francisco, 2015.

      Capítulo tres

      Crisis ecosocial, injusticia ecológica y ciudadanía global

      Santiago Álvarez Cantalapiedra

      No heredamos la Tierra de nuestros ancestros, la recibimos prestada de nuestros hijos.

      Proverbio kenyata.

      La crisis ecosocial

      En Los límites del crecimiento, encargado por el Club de Roma a un grupo de expertos en dinámica de sistemas vinculados al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y publicado en 1972, se plantea por primera vez que la actividad humana ha adquirido una dimensión demasiado grande en relación con la biosfera y que esa escala desmesurada plantea el riesgo de colapsar los servicios de los ecosistemas y las funciones ambientales que proporciona la naturaleza.

      En el año 1992, más de 1.500 científicos —entre los que se incluían la mayoría de los premios Nobel de ciencias que vivían por entonces — constataban, a partir de la evidencia empírica disponible y las tendencias en curso, que el rumbo que había adoptado la humanidad estaba empujando a los ecosistemas de la Tierra más allá de su capacidad de soportar la red de la vida. Esta primera advertencia de la comunidad científica mundial es conocida como “primer aviso”. Veinticinco años después, la comunidad científica lanza —tras analizar la evolución de los principales indicadores en el periodo trascurrido y evaluar las respuestas al primer llamamiento— un segundo aviso (Ripple et al., 2017) donde se denuncia el fracaso de la humanidad para resolver los retos ambientales enunciados en el primer llamamiento y se constata que, en la mayoría de ellos, estamos en una situación mucho peor que la de entonces. Especialmente preocupante es la trayectoria del catastrófico cambio climático debido a las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles, pero también a la deforestación y a los cambios en los usos de suelo asociados en gran medida a la ganadería de rumiantes y los altos niveles de consumo de carne. Además, se advierte de la sexta gran extinción, que está provocando la desaparición masiva de especies a un ritmo y con una extensión que no tiene precedentes. El mismo grupo de científicos que promovieron este “segundo aviso” ha publicado recientemente —el cinco de noviembre de 2019 y en la misma revista BioScience— un tercer llamamiento centrado en la emergencia climática: “World Scientists’ Warning of a Climate Emergency” (Ripple et al., 2020).

      Entre tantas llamadas de atención que ha venido efectuando la comunidad científica, resulta especialmente relevante la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, publicada en 2005, en la que se constata —-treinta y tres años después del informe al Club de Roma sobre los límites del crecimiento— que alrededor del 60% de los servicios de los ecosistemas y las funciones ambientales que proporciona la naturaleza ya habían sido degradados y utilizados de forma insostenible.

      Hay que tener en cuenta la dimensión internacional de esta evaluación de los ecosistemas. Participaron en el proyecto 1.360 expertos de todo el mundo, llegando a la conclusión de que la actividad humana está teniendo un impacto significativo y creciente sobre los ecosistemas y la biodiversidad del planeta, reduciendo la capacidad de la Tierra para albergar la vida (biocapacidad) y su resiliencia o capacidad de recuperación frente a la presión que ejerce el ser humano (Millennium Ecosystem Assessment, 2005).

      Los expertos han establecido nueve límites, o umbrales críticos, relacionados con 1. El cambio climático, 2. La integridad de la biosfera o pérdida de sus funciones ecológicas, 3. La perturbación de los flujos biogeoquímicos —aportes de nitrógeno y fósforo a la biosfera—, 4. Los cambios en los usos del suelo, 5. La acidificación de los océanos, 6. El agotamiento del ozono estratosférico, 7. El uso del agua dulce, 8. La carga atmosférica de aerosoles y 9. La contaminación generada por nuevas sustancias — como, por ejemplo, contaminantes químicos, organismos genéticamente modificados, nanomateriales, microplásticos o residuos nucleares—.

      Estos nueve procesos globales, tres de los cuales son ciclos biogeoquímicos, son esenciales para mantener las condiciones ambientales que han estado presentes en el planeta en los 12.000 últimos años. Todo parece indicar que se han sobrepasado los umbrales críticos o límites sostenibles de los cuatro primeros, restringiendo drásticamente nuestras posibilidades de un vivir civilizado e incluso, quizá, poniendo en riesgo la propia supervivencia de la especie humana (Rockström et al., 2009; Steffen et al., 2015).

      Así pues, la humanidad se enfrenta a uno de los desafíos más

Скачать книгу