La inserción de América Latina en la economía globalizada. Esteban Pérez Caldentey

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La inserción de América Latina en la economía globalizada - Esteban Pérez Caldentey

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en este país para adquirir 400 000 hectáreas de tierras en la zona de la Orinoquía, en la Altillanura colombiana para producir cereales y exportarlos a China. El gobierno nacional, en distintas administraciones, promocionó esta región como la última gran frontera agrícola del país con alrededor de siete millones de hectáreas (Salinas, 2012).[9] Los anuncios sobre la reconquista de la Orinoquía desde la administración de Uribe propiciaron que entre 2005 y 2010, según Corpororinoquía (autoridad ambiental de la región), por los menos 250 000 hectáreas de tierra han cambiado de manos, solo en Vichada se han vendido 2953 predios. De igual forma, en la región se han incrementado las titulaciones de baldíos, por ejemplo de 2009 a la fecha se han tramitado 3500 solicitudes de adjudicación en Vichada. El incremento de inversionistas nacionales y extranjeros se relaciona con la meta compartida de las administraciones de Uribe y Santos de implantar el modelo de desarrollo agropecuario el Cerrado, del estado de Mato Grosso, Brasil, así como por las expectativas petroleras. En esta línea, el gobierno ha anunciado apoyos para aumentar la superficie cosechada de 52 500 hectáreas a diciembre de 2010 a 135 000 en 2014 (Salinas, 2012).

      Para favorecer este tipo de inversiones, además del plan de desarrollo mencionado en el apartado anterior, el gobierno colombiano ha firmado múltiples acuerdos bilaterales por medio de los cuales ambas partes se comprometen a estimular, promover y proteger las inversiones de cada uno en el país del otro, incluyendo particularmente dentro de este tipo de inversiones las “concesiones para explorar, cultivar, explotar y extraer recursos naturales” (Plan Nacional de Desarrollo, 2010-2014: 2).

      Es importante, por último, enfatizar el papel de los Estados en estos procesos de adquisición de tierras por parte de extranjeros. Hay dos consideraciones al respecto que es necesario tener en cuenta. En primer lugar, esta problemática no se trata de una “cuenta pendiente” de los gobiernos o de algún resquicio de “dependencia” que aún falta eliminar para que los países alcancen su autonomía, sino que son características intrínsecas de los modos de desarrollo que los países están profundizando a través de sus políticas. Con gran ímpetu en el debate público, muchos gobiernos de la región se proponen como garantes de un modelo de desarrollo claramente distinguible de las etapas previas de los países latinoamericanos. Las ideas de posneoliberalismo, neodesarrollismo o desarrollo con inclusión —aunque diversas entre sí— se orientan en este sentido. En esta línea de interpretación, en el nuevo rumbo de independencia económica habría aún escollos por superar, resabios de etapas anteriores. La visión aquí defendida se opone a esta visión del proceso de desarrollo, que repite esquemas lineales: el cuerpo de políticas públicas aplicadas resultan en un patrón de reproducción del capital que se orienta en el sentido de sostener la dependencia estructural de Argentina y Colombia. Ambas variantes de modos de desarrollo suponen la ratificación del sesgo primarizante, basado en la explotación de ventajas comparativas estáticas, lo cual está reñido frontalmente con la superación de la dependencia. Por esto decimos que no son tareas irresueltas en un nuevo rumbo de desarrollo, sino el viejo rumbo dependiente con algunos (mejores o peores) remiendos.

      En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, si bien es cierta la función que estas adquisiciones de tierra juegan a nivel internacional, y en el caso particular de China en el abastecimiento de alimentos para sostener su propio proceso de acumulación de capital, no pretendemos en esta investigación presentar al acaparamiento de tierras como una mera imposición externa (solo una función en el esquema centro-periferia), sino como parte integral de los modos de desarrollo instaurados tanto en Argentina como en Colombia desde fines de los años setenta.

      Reflexiones finales

      Como conclusión general del trabajo lo que encontramos es que, teniendo en cuenta cuál es el principal origen de los inversores que están adquiriendo tierras, los países donde las están obteniendo y para qué lo están haciendo (producción de alimentos, materias primas como madera y cultivos para biocombustibles), el fenómeno del acaparamiento de tierras a nivel mundial está profundizando el tipo de inserción externa y el papel que tiene cada país en la economía mundial: como país industrializado o exportador de capitales, o bien como país con una estructura productiva dependiente de las exportaciones de materias primas.

      En este segundo caso se ubican tanto Argentina como Colombia, dos países dependientes de la exportación de materias primas y de estructuras productivas altamente extranjerizadas como características principales de sus modos de desarrollo. Profundizando en estas, los gobiernos de ambos países han llevado a cabo en los últimos años planes de desarrollo que buscan aumentar la producción y exportación de materias primas, y para ello han incentivado la entrada de inversiones extranjeras que permitan financiar estos objetivos. En ambos casos, Estados Unidos sigue siendo el país con mayor participación en el proceso de extranjerización de la tierra.

      En términos de los objetivos, el caso argentino parece más diversificado, pues las inversiones se orientan tanto a la producción primaria para el mercado (sector agropecuario, forestal y minero) como a la conservación y al turismo, también al abastecimiento directo de los países inversores. Mientras que las inversiones en Colombia parecen destinarse exclusivamente al aprovechamiento forestal y a la obtención de materias primas para la producción de biocombustibles.

      Un país que está cobrando cada vez más importancia en este tipo de negociaciones es China, cuyas inversiones se distinguen de las de otros países (como las de Adecoagro, Cargill, Dreyfus o fondos de inversión europeos) por su objetivo: además de la búsqueda de ganancias (tanto en la producción de alimentos como en la valorización de tierras), las inversiones chinas buscan garantizar el aprovisionamiento de alimentos baratos para sostener los salarios industriales bajos en aquel país y que los productos manufactureros chinos conserven su competitividad a nivel internacional.

      Es por este objetivo explícito en las mismas inversiones chinas (así como en las condicionalidades que el gobierno chino establece por los créditos que concede) que este caso resulta de crucial interés porque permite entender de manera transparente el carácter dependiente de los modos de desarrollo que se están llevando a cabo en estos países sudamericanos, más allá de la diferente orientación ideológica que ambos gobiernos puedan aducir. La dependencia señala un tipo específico de inserción estructural dentro del sistema capitalista mundial, donde la valorización del capital adquiere características específicas que se distinguen de lo que ocurre en otros espacios nacionales. Entre otros elementos, se diferencia por la baja relevancia en estos espacios de las fuentes dinámicas de competitividad, la escasa apropiación de valor (que se remite al exterior por diversas vías), la relativamente poca importancia de la demanda asalariada interna, la propiedad extranjerizada de la estructura productiva, todos elementos que ponen de soslayo el aprovechamiento de ventajas comparativas estáticas (sobreexplotación de recursos naturales y superexplotación de la fuerza laboral). Estas características no han sido sustancialmente modificadas en la región durante esta última década. No obstante, esto no significa que la dependencia se exprese siempre igual en el tiempo ni entre los diversos países. De acuerdo con el equilibrio inestable de las disputas sociales, se estructuran políticas públicas que ponen cotas específicas a esta valorización dependiente del capital (y, teóricamente, podrían superarla). En la última década, algunos países de la región han mostrado una mayor presencia del Estado en la producción de bienes que, además, ha aplicado políticas sociales de mayor cobertura. Sin perjuicio de un análisis más pormenorizado de los casos, esto puede resultar en una nueva forma de desarrollo, diferente a su estructuración en décadas previas, pero que no ponga en cuestión la senda de dependencia antes señalada.

      Pero más importante aún, la característica determinante de una economía dependiente es que sus procesos internos de acumulación de capital quedan subordinados a los procesos de acumulación de los países centrales (o, en todo caso, de los centros medianos de acumulación). En este sentido, las inversiones chinas en tierras de Argentina y Colombia muestran, justamente, esto: las decisiones de inversión y producción primaria en los países latinoamericanos quedan a merced del proceso

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