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En la cresta de la ola - Группа авторов Pùblicamemoria

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que los usos políticos del pasado se han convertido a lo largo de esta última década en un tema clave para el historiador del tiempo presente. Insertándose en debates historiográficos recientes, incluyendo el de la historia pública, este breve ensayo busca historiar y resaltar la labor del historiador de oficio, contraponiéndola a determinadas formas de instrumentalización de los pasados nacionales. Se trata aquí de tomar en cuenta las historias oficiales, así como el régimen emocional que en adelante conlleva el “régimen de historicidad” característico de algunos países del cono sur.

      Gabriela Rodríguez Rial propone en su contribución revisar los itinerarios de la historia conceptual y la historia del tiempo presente, destacando sus intersecciones, particularmente las temporalidades, en tanto que concepto y campo de análisis. En estas imbricaciones, destaca algunos elementos que podrían fortalecerla, desde la historia conceptual: la definición de las condiciones de posibilidad del tiempo presente, en que uno de los problemas fundamentales es “encontrar un concepto-problema para narrar nuestra experiencia histórica coetánea que nos permita comparar los procesos políticos que el mundo en general y América Latina en particular vienen experimentado desde los años setenta”. Otro elemento es el uso de herramientas conceptuales para el trabajo heurístico como “espacio de experiencia” y “horizonte de expectativas”. El instrumental de la historia conceptual, plantea, puede contribuir a la historia del tiempo presente “para comprender mejor los pasados y los futuros pasados que persisten en los procesos políticos y sociales que nos son coetáneos”.

      Eugenia Allier Montaño, en “Ética y política en el historiador del tiempo presente”, señala que el historiador del tiempo presente, al abordar pasados recientes, “calientes” y vivos, enfrenta el problema de la “demanda social” de “peritaje” sobre el pasado, por lo que se ve en la necesidad de asumir posicionamientos éticos y políticos no conocidos antes, que se expresan en dos ámbitos diferentes: “el de la justicia (al ser llamado a declarar como ‘testigo experto’) y el de su intervención en comunidad sin una demanda social expresa (enfrentándose a memorias sociales y vivas)”. De esta manera, afirma que el historiador en todo momento debe reflexionar sobre la labor que está realizando, lo que significará su intervención en una comunidad determinada y las posibles implicaciones éticas y políticas de los resultados de sus investigaciones.

      La segunda sección del libro, “Fuentes y metodologías”, agrupa a un conjunto de ensayos cuyo eje central es la heurística, es decir, las estrategias metodológicas para lograr la comprensión y explicación de nuestra historia presente. La heurística de la historia del tiempo presente está situada en contextos políticos en disputa por los sentidos y significaciones del pasado reciente y por los despliegues del presente, por lo que la reflexión metodológica, en el caso de este campo interdisciplinario, esta permeada por las reflexiones sobre las diversas implicaciones políticas y sociales de los métodos y procesos de análisis, así como por las implicaciones epistemológicas derivadas de las tensiones políticas. La situación y posición del propio historiador o historiadora, el papel del testimonio, el uso de los archivos o las nuevas tecnologías, no son pasados como meras herramientas.

      Dentro de la discusión teórica e historiográfica de la historia del tiempo presente se ha asumido que uno de los elementos constituyentes de este campo interdisciplinario es la coetaneidad del sujeto y el objeto de análisis; sin embargo, metodológicamente esto tiene implicaciones en el mismo proceso historiográfico. Benedetta Calandra explora desde su propia condición de outsider la relevancia que la dimensión espacial tiene en la generación de conocimiento sobre el presente; es decir, la posición del investigador, entendida como el “espacio en donde se produce la historia”. Para esto, Calandra echa mano de las categorías de location y positionality que denominan al conjunto de “factores que rodean al individuo, caracterizados por el tipo de academia, de sociedad, de cultura y de instituciones, junto a los lugares en donde se produce y se escribe historia”. Tomando en cuenta que, si bien la coetaneidad es relevante en la historia del tiempo presente, no todos somos coetáneos de la misma manera, o como lo plantea Candra, se trata de reflexionar sobre el proceso de escribir “sobre un pasado cercano de una tierra lejana”.

      El proceso en el que surge la historia del tiempo presente ha sido acompañado por otros fenómenos políticos y sociales que han tenido un efecto central en el desarrollo epistemológico de las ciencias sociales, entre los que destaca la figura de la “víctima”. Transformada de alguien que ha padecido un daño al depositario incuestionable de una verdad, la “víctima” ejerce no sólo influencia en el ámbito de las políticas de justicia y memoria, sino en la misma comprensión y explicación de los procesos históricos, en tanto que se coloca como fons unicus et supremus de los pasados recientes. En este sentido, Fernando González realiza una serie de cuestionamientos sobre el uso del testimonio y describe los procesos específicos en los cuales se testimonia, así como las experiencias de lo que se relata. A partir de analizar el uso del testimonio de situaciones “en las cuales lo violento se manifiesta de forma mortífera de diferentes maneras”, el autor propone una crítica a lo que denomina “el imperio del traumatismo” y la era de las víctimas. Al trabajar con testimonios de víctimas de violencia sexual, Fernando González explora y nos expone sus complejidades, las formas en que el testimonio se construye (no sólo por el historiador o analista, sino por quien testimonia) y los retos metodológicos y éticos que esto plantea.

      Por su parte, Juan Sebastián Granada-Cardona repasa el giro subjetivo desde el análisis del binomio víctima-victimario, mostrando las principales discusiones en el ámbito teórico y decantándolas en el análisis del proceso de justicia transicional del caso colombiano, urgiendo su análisis en tanto que víctimas y victimarios han devenido en “los testigos expertos, en las voces habilitadas para escarbar e interpretar el pasado, en los intérpretes clave para revelar los secretos de los sucesos estudiados”.

      El aporte de Alicia de los Ríos, “Entrevistar perpetradores de violencia en el siglo XXI. Problemas e intersecciones entre historia oral e historia del presente”, se sitúa en la reflexión de la relación víctima-victimario para cuestionar el peso dado a la víctima en la historiografía de los movimientos sociales y la insurgencia en los años sesenta y setenta. Así, analiza algunos de los problemas metodológicos y éticos al trabajar con el testimonio de perpetradores y señala, en primer lugar, que metodológicamente es posible generar testimonios de perpetradores no desde la empatía, sino del establecimiento de confianzas. Siendo ella misma hija de militantes guerrilleros, su padre fue asesinado y su madre detenida-desaparecida en los años setenta, narra su experiencia entrevistando a un exagente de la Dirección Federal de Seguridad, una de las dependencias que operó la contrainsurgencia en México. A partir de esto, y la reflexión metodológica, concluye que las entrevistas con perpetradores, sin convertirlas en escenario de juicio, desmitifican “el elemento de empatía invocado la mayoría de las veces, atendiendo urgencias del presente con el pragmatismo requerido por la situación de emergencia, registrando voces de quienes no pertenecen a comunidades habituales de entrevistados, que incluso son considerados antagónicos políticos e ideológicos”.

      El desarrollo reciente del campo historiográfico de la historia del tiempo presente en América Latina ha estado vinculado con las disputas por los archivos de la represión de los distintos regímenes autoritarios. Como es una constante, las cuestiones de método tienen un fuerte componente político, en este caso no sólo porque los archivos toman relevancia en los juicios a perpetradores o en los procesos de justicia transicional, sino porque el archivo se convierte en una barrea política que justifica un desplazamiento epistemológico. En su ensayo, Camilo Vicente aborda esta compleja relación, particularmente desde la experiencia mexicana, así como los desafíos metodológicos y políticos que el archivo plantea para la historia del tiempo presente, “porque en tanto concepto y dispositivo no sólo articula un sistema documental, sino las relaciones de poder que establecen el campo de lo posible para el conocimiento histórico”.

      En el desarrollo de un campo historiográfico, un papel central es la inclusión de nuevas fuentes para el análisis histórico y muchas veces la emergencia de una subdisciplina

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