Gesta de lobos. Thomas Harris

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Gesta de lobos - Thomas Harris

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(Baudelaire)

       El éxtasis de un cuello

      Para que un cuello sepa que su carótida es un clítoris

       Que lleva directo a las orgías de su corazón, Lobo,

       Y palpite con la redención del orgasmo que le infligirán tus colmillos

       Por donde sus certezas caerán

       Como castillos de arena

       En la costa donde han varado todas las carabelas de antaño,

       Debes seguir los preceptos de mi libro de horas.

       Para la redención de un cuello,

       Un mantra que reitere el silencio,

       Que haga aparecer el silencio.

       Para la redención de un cuello,

       Tus garras que han destrozado piel y cartílagos,

       Tus garras que guardan la memoria de las heridas,

       Tus garras surcadas de carreteras perdidas

       Que inventan destinos, carreteras hacia Yoknapatawpa,

       Sobre sus pechos dormidos bajo el culo del súcubo,

       En la penumbra azul del amanecer

       Que siempre te desgarra el alma lupina.

       Para la redención de un cuello,

       Una cuenta regresiva eterna porque los números son infinitos

       E infinito debe ser el camino hacia el cuello.

       Para la redención de un cuello,

       La trompeta de Miles, el fantasma de Miles soplando:

      *** Baudelaire.

       Receta para devorar a una muchacha en el bosque

      Arrullarla con gemidos de agua tibia en los oídos,

       Hasta que se duerma pálida,

       Para así, indefensa, preparar tu mejor receta, Lobo,

       Que ella no debe conocer

       Hasta que su sabor y aroma la impregne.

       Ya dormida por los vapores de tus fauces,

       Quitarle el pelambre gris, para que reluzca

       Como una luciérnaga en carne viva, alba,

       Y espolvorearle los pezones con oro

       Bien cernido entre tus garras desgarradoras.

       Y untarla de aceite de oliva grueso,

       Más amarillo que la orina y la miel y la abeja,

       Y fumar junto a su cuerpo indefenso

       Una pipa de kief aromática a oriente para darle

       El fasto del romanticismo más decadente:

       Y no olvidar el clavo de olor,

       La nuez moscada,

       La canela,

       Y la negra pimienta

       Molida con esmero de orfebre.

       Píntale los labios con rouge color sangre, Para que después cuando pruebes los sabores Indicados parezca, aún dormida, ruborizada Por las especies de la receta, que quemarás Antes de acercar la llama roja a la sábana azul, Donde reposa como en una fruta marina. Después despiértala con gruñidos asesinos Y ofrécele tu sexo desnudo y erecto, Y que sea tu columna dórica que aún no prueba, De rodillas, ante la mesa, La primera visión que tenga Antes de caminar descalza por el comedor Hacia tus fauces húmedas a profundidades abisales. Y esa gotita de semen que cayó sobre su ombligo Puede que sea un descuido en la receta, Pero así también unirás tu sabor a su sabor desnudo.

       Lobo y Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia

      Yo soy el viejo Tiresias, Lobo, y no miento:

       Si quieres traer al bosque umbrío de tus dominios a la loba muerta,

       No bastan sacrificios ni letanías, menos himnos y canciones.

       Te lo digo yo, el viejo o la vieja Tiresias

       Al que un genial poeta, pero muy sobrado de sí mismo,

       Como lo son estos llamados bardos

       (El muy hijo de puta envió a su mujer al manicomio),

       Dijo que mis tetas arrugadas caían como las de una vieja bruja.

       Pero, ya se sabe, a los oráculos

       Como yo, los poetas modernos, incrédulos

       Sólo les queda calumniar o insultar.

       Cierto, ahora en estos burgos post-medievales me quemarían

       Como a vil hechicero estos burócratas del Santo Oficio,

       Del Santo Ofidio diría yo,

       O para darle más exactitud a la expresión,

       Del puto oficio del poder.

       Pero no perdamos el tiempo en disquisiciones teológicas

       Y vamos al meollo del asunto.

      

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