Destinados a amarse. Annette Broadrick
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2000 Annette Broadrick
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Destinados a amarse, n.º 308 - febrero 2021
Título original: Callaway Country
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1375-193-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Prólogo
Unas nubes negras oscurecieron el cielo, ocultando la tenue luz de la luna. Un silencio agorero cundió en la pequeña ciudad fronteriza de Texas, sólo roto de vez en cuando por el ladrido de algún perro.
Las estrechas calles estaban vacías. Todo el mundo dormía en sus diminutas casas erigidas en el acantilado próximo al Río Grande, el río que separaba Texas de México.
Una repentina explosión rasgó la somnolienta atmósfera y sacudió el ambiente pacífico de aquella pequeña comunidad. El fuego comenzó a arrasar una enorme fábrica y su almacén en las afueras de la ciudad. Las llamas coloreaban la noche de un naranja fantasmagórico.
La gente salió corriendo para intentar salvar lo que se pudiera del único negocio del pueblo, un negocio que mantenía a toda la población. Pero pronto se dieron cuenta de que no podían hacer otra cosa que observar cómo la fábrica, junto con su futuro, se esfumaba en el aire entre nubes de humo negro.
Al mismo tiempo que se quemaba la fábrica en la frontera, hubo otra explosión en un edificio de oficinas en el centro de Dallas, una tercera en una plataforma petrolífera en el Golfo de México y una cuarta en un depósito de petróleo al este de Texas.
Lo único que todos esos lugares tenían en común era que formaban parte de Callaway Enterprises, un conglomerado de empresas propiedad de la familia Callaway.
El mensaje estaba muy claro: