Destinados a amarse. Annette Broadrick
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–¿Quieres bailar?
Ella sonrió.
–Ya estás ocupándote de las mujeres olvidadas de sus maridos, ¿verdad? –dijo ella poniéndose en pie y apoyando su mano en la de él–. Me encantaría bailar.
Él la llevó a la pista y dieron una vuelta entera bailando antes de que ella hablara de nuevo.
–¿Sabes cuánto tiempo vas a quedarte esta vez?
Él se encogió de hombros.
–Oficialmente tengo un permiso de treinta días, pero sé que si estoy aquí es por algo. Voy a reunirme con Cole esta noche y seguramente me dirán lo que se espera de mí.
–Están todos muy preocupados, Clay. Y no están muy seguros de en quién pueden confiar. Quien sea que está detrás de esos ataques tiene dinero y poder. Tu padre cree que seguramente tendrán compradas a las autoridades.
–¿Y yo cómo puedo ayudar?
–Tu padre dice que en el ejército has desarrollado unas habilidades de lo más útiles que ayudarán a descubrir quién está detrás de estos ataques. Una vez que tengamos eso, Cole se ocupará de todo a partir de entonces.
–Voy a hacer todo lo que pueda, ya lo sabes. Siento curiosidad, ¿por qué no se lo pidió a su propio hijo? Clint ha trabajado en operaciones clandestinas y tiene más experiencia que yo en este tipo de investigaciones.
Ella sonrió.
–No lo sé. Tendrás que preguntárselo a Cole.
Una mujer que bailaba cerca de ellos llamó la atención de Clay: era alta y se movía con gran elegancia. El vestido color plata de cuello alto y manga larga que llevaba era provocativo en su simplicidad porque resaltaba las curvas perfectas de la mujer. Ella tenía el pelo rubio sujeto en un moño clásico que favorecía mucho a su bello rostro.
A Clay le pareció una princesa.
De pronto ella miró hacia él. Él sólo conocía a una persona con aquellos ojos tan azules que parecían púrpura… Sus peores temores acababan de confirmarse: ella había acudido a la cena benéfica. Él debería haber supuesto que estaría allí, pero no lo había hecho y no estaba preparado para encontrársela de pronto después de tantos años.
De adolescente, era atractiva; de adulta, era una mujer despampanante.
–¿Qué está haciendo aquí Pamela McCall? Yo creía que estaba demasiado ocupada con su vida social en Washington –comentó Clay y buscó con la mirada por la sala–. ¿Ha venido también su padre?
Clay observó al hombre que bailaba con ella: era tan oscuro de piel como ella clara. Formaban una pareja muy atractiva. Aunque eso a él le daba igual, por supuesto.
–Creo que el senador no ha podido acudir. Allison comentó que mandaba disculpas.
–Y ha mandado también a su hija. ¿Ése es su marido?
Carina miró hacia la pareja.
–No lo creo. No me suena que se haya casado.
–¿Por qué no me sorprende? –murmuró él girándose para no mirar en la dirección de Pam.
–Eso sucedió hace mucho tiempo, Clay –le dijo su madre con voz suave–. ¿No crees que ya es hora de perdonarla? Ahora los dos sois personas diferentes.
Clay casi no la oyó, el corazón le latía con tanta fuerza que lo ensordecía.
–Tienes razón –respondió él intentando controlar sus emociones–. Ella no significa nada para mí.
–Kerry y ella han sido amigas desde que eran unas niñas. Sé lo duro que es para ti que…
–No te preocupes, mamá, estoy bien –dijo él–. Bueno, cuéntame qué habéis hecho papá y tú desde que os vi en noviembre.
Durante el resto del baile él se concentró en la conversación de su madre e ignoró al resto de gente de la sala. Cuando terminó, Clay acompañó a Carina a la mesa. Melanie se había sentado momentos antes. Él se sentó a su lado y apoyó el brazo en la silla de ella.
–¿Te estás divirtiendo? –le preguntó él al oído jugueteando con su oreja.
Ella soltó una risita.
–La verdad es que sí. Esta fiesta tiene todos los ingredientes de mis sueños de niña. Codearse con las familias más ricas y famosas de Texas es algo que merece la pena.
Él se irguió.
–Ahora sé por qué te interesaste tanto por mí cuando nos conocimos por primera vez.
Ella parpadeó tímidamente y sonrió.
–Por supuesto, corazón. No me interesó lo guapo que eres ni tu cuerpazo. Lo único que me llamaba la atención era que eras un Callaway, eso alimentaba mis fantasías infantiles.
Él soltó una carcajada.
–Me alegro de saberlo. No me gustaría pensar que estamos dando un paso hacia la intimidad en nuestra relación por alguna razón que no fuera cumplir tus fantasías.
Ella soltó otra carcajada de lo más contagiosa.
–¡Quién iba a decirlo! Y yo que he creído todo este tiempo que eras tú quien estaba interesado en salir conmigo para aparecer en la prensa como mi nuevo amante…
–Maldición, acabas de descubrir mi secreto.
Clay oyó que alguien llegaba a su espalda y vio a su madre sonreírle a esa persona.
–Pamela, siéntate un rato y cuéntanos cómo te va todo. Kerry estaba aquí hace unos momentos. Connor y ella volverán enseguida.
Clay intentó permanecer impasible mientras Pam pasaba por delante de él y se sentaba en la silla vacía entre Carina y él.
–Hola, mamá C. Me alegro mucho de verte de nuevo –saludó Pam con voz ronca y se giró lentamente hacia Clay–. Hola, Clay.
Por lo menos ella no era hipócrita intentando fingir que se alegraba de verlo, pensó Clay.
–Pam, quiero que conozcas a Melanie Montez –comentó él y se giró hacia Melanie–. Ella es Pamela McCall, hija del senador McCall. Es una buena amiga de la familia desde hace años.
Pam sonrió a Melanie.
–Hola. Estoy impresionada de conocerte en persona. Me gusta mucho tu trabajo.
Clay observó a Melanie estudiarla de arriba abajo.
–Gracias –respondió Melanie con una sonrisa.
Clay se dio cuenta entonces de que las dos mujeres se parecían mucho: ambas era rubias, altas y despampanantes. No le gustó la idea de que su atracción hacia