Tejer redes para la apropiación social de conocimiento. Alberto León Gutiérrez Tamayo

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Tejer redes para la apropiación social de conocimiento - Alberto León Gutiérrez Tamayo

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del Antiguo Testamento, el Anet, el Tao Te Ching o el Ramayana. Todo eso se ha ido acumulando y suele estar guardado en enciclopedias y memorias; corresponde a pensamientos o estados mentales transitorios, de mentes ajenas y generosas que donaron su intimidad.

      Cuando se utiliza esa memoria como fundamento del manejo de una nueva situación se está prejuzgando la misma. Es un prejuicio, pero en la mayoría de los casos es bastante confiable y da tiempo de acción. Entonces, la representación del mundo exterior, con base en el acervo de conocimiento, no es una verdad única y absoluta, sino una sobreposición de muchas miradas diferentes que permiten convivir a distintas versiones de la totalidad. Eso quiere decir que el conocimiento no tiene una forma única, sino que hay muchas maneras posibles de verlo. Hay muchos modos de ver el mundo exterior.

      Las lenguas naturales generan formas diferentes de ver el mundo exterior. Muchos fragmentos se sobreponen y se solapan, permitiendo generar imágenes individuales o versiones conformes a los prejuicios que las diversas lenguas han formado acerca del mundo. En la filosofía occidental, se le llama a ese carácter, previo a cualquier experiencia particular, un a priori, una expresión del latín que significa “antes de”. Antes de conocer algo en concreto se tiene la posibilidad (y la fortuna) de poder imaginarlo o hablarlo (fabularlo). Si alguien va a conocer un pueblo, puede imaginarse, antes de ir, que hay una plaza con iglesia y atrio, y una alcaldía. Puede que no. Puede que llegue y esa idea no sea correcta, pero, por lo general, es útil, porque el futuro guarda muchas conexiones con el pasado. Y como habitualmente sirve, se puede estar preparado para asumir dicha situación sin muchas cavilaciones. Esta es una función del conocimiento disponible al servicio de la supervivencia de sus usuarios.

      El primer nivel es un anillo junto al centro. La forma más simple de conocimiento es solucionar problemas sin recurrir a la memoria. Una expresión coloquial colombiana suele ser “a la loca”, es decir, hacer algo sin recurrir a la memoria, sin bases de datos, por ejemplo: “no sabía la respuesta y escogí una a la loca”. Por su parte, el segundo nivel está compuesto por dispositivos que remplazan la locomoción. Se pueden solucionar problemas sin tener que ir hasta un objeto. Los ojos permiten estas soluciones sin tener que llegar a un lugar determinado, dejan saber algo desde la distancia; los oídos también. Si se escuchan ruidos en una dirección y permiten presumir un peligro, se trata de escapar en la dirección contraria.

      El tercer nivel corresponde al instinto. Muchas de las reacciones que son casi automáticas, son llamadas instintos. Con ello, se sugiere que no son elaboradas en el momento mismo, sino que, como preparaciones para el futuro, estaban anticipándose a cualquier acontecimiento. Así, el cuarto nivel es el hábito. Por la repetición de acciones, los seres vivos crean pautas o patrones de comportamiento que llegan a ser tan inmediatos o automáticos como el mismo instinto. También se les llama costumbres. Una expresión popular dice que “el hombre es un animal de costumbres”.

      El quinto anillo es el uso sistemático de la visión, ya no solamente para relacionarse con los objetos a distancia, sino como base de un comportamiento más complejo. Se puede aprovechar al máximo la visión cuando se hacen mapas donde se trata de representar lo que está en el mundo. Así nació la geometría y, también, la cartografía. Incluso se espacializa lo que no está en el espacio y se hacen mapas de ideas o “mapas de pensamiento”. Todos los días, aún en las zonas cognoscitivamente menos sofisticadas, pueden usarse planos. Se manipulan ideas como si fueran cosas o partes del espacio e, incluso, se imagina cómo se pueden relacionar las ideas entre ellas, en ese espacio fingido de todas las relaciones posibles.

      El sexto anillo consiste en usar, sistemáticamente, la memoria, a través de bases de datos como los libros, la lengua natural, los números naturales –base de datos que funda la aritmética– o la naturaleza, que es una base de datos multidimensional (tabla periódica de los elementos, taxonomías vegetales y animales, etc.). Hay bases de datos muy sofisticadas en sus propósitos, como el manual de los seals o el World Almanac de la cia, que tienen instrucciones de lo que se puede hacer en cada situación posible de un combatiente de élite o a alguien que quiera dominar políticamente el mundo. La base de datos clásica es una base de bases de datos y se llamó, desde la Antigüedad griega, biblioteca.

      Así, el séptimo anillo es la exploración social, porque se aprende de los semejantes tanto activa como pasivamente. No solamente lo hacen los humanos, sino muchas especies de animales. Los pares están explorando el mundo por y para los demás. En este orden, el octavo anillo es el procesamiento de signos como procesamiento de lo representado. Se puede pensar con palabras y establecer relaciones entre palabras, como cuando se verbaliza o cuando se escribe en cualquier notación. Por su parte, el noveno nivel es la acumulación cultural, que –como ya se había dicho– se compone de saberes individuales y comunes. Es una pila dentro de la pila y está compuesta no solamente de palabras, sino de acciones y secuencias de acciones trazables y reproducibles.

      Finalmente, en el décimo lugar, está la ciencia, que, básicamente, es una manera de coordinar armoniosamente razonamientos, o pensamientos abstractos y experiencias. A eso se llama método. Esta palabra es, en su origen, de la vida diaria en la sociedad griega, que significaba “hacer cada cosa siguiendo un camino”, a partir de la palabra odos (camino, vía). Método quiere decir seguir el camino que se sabe que conduce al resultado esperado (como cátodo, en química y teoría de la electricidad, que significa camino que baja).

      Para algunos, la teoría integrada del conocimiento puede tener la forma de las muñecas rusas llamadas matrioskas, que se guardan una dentro de otra. El mapa de conocimiento integrado tiene la misma característica porque cada nivel o anillo, desde el más interno, que es el movimiento sin recurrir a la memoria, hasta el más externo, que es la ciencia, se dispone dentro del que le sigue. Ahora bien, no solamente el conocimiento es importante para la acción, pues las emociones también son fundamentales para los individuos y las sociedades.

      Aunque no hayan sido concebidas en nuestra tradición como representaciones ni como conocimientos, en la vida humana las emociones son equivalentes, puesto que son disposiciones para la acción y tienen orientación hacia un objeto. La índole cognoscitiva o no de las emociones es debatida en el presente con gran intensidad y con multiplicidad de argumentos. La razón del debate es un movimiento contemporáneo que se opone a la exclusión, desde la época griega, de las emociones

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