Las Iglesias ante la violencia en América Latina. Andrew Johnson

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Las Iglesias ante la violencia en América Latina - Andrew  Johnson

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      Perruzzotti, Enrique y Catalina Smulovitz (eds.) (2006). Enforcing the Rule of Law: Social Accountability in the New Latin American Democracies, Pittsburgh, PA, University of Pittsburgh Press.

      Pfeil, Margaret R. (2006). “Social Sin, Social Reconciliation”, en Iain S. MacLean (ed.), Reconciliation, Nations and Churches in Latin America, Londres, Ashgate, pp. 171-89.

      Ranly, Ernesto (2003). Los religiosos en tiempos de violencia en el Perú: Crónica y teoría de la no-violencia, Lima, Confederación de Religiosos del Perú.

      Rodríguez, Patricia M. (2009). “With or Without the People: The Catholic Church and Land-Related Conflicts in Brazil and Chile”, en Frances Hagopian (ed.), Religious Pluralism, Democracy, and the Catholic Church in Latin America, Notre Dame, IN, University of Notre Dame Press, pp. 185-224.

      Romero, Catalina (2009). “Religion and Public Spaces: Catholicism and Civil Society in Peru”, en Frances Hagopian (ed.), Religious Pluralism, Democracy, and the Catholic Church in Latin America, Notre Dame, IN, Notre Dame University Press, pp. 365-401.

      Romero, Óscar A. (1985). Voice of the Voiceless: The Four Pastoral Letters and Other Statements, trad. de Michael J. Walsh, Maryknoll, NY, Orbis Books.

      Sikkink, Kathryn A. (2011). The Justice Cascade. How Human Rights Prosecutions are Changing World Politics, Nueva York, W. W. Norton and Company.

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      Smith, Christian (1991). The Emergence of Liberation Theology: Radical Religion and Social Movement Theory, Chicago, University of Chicago Press.

      Stokes, Susan C. (1995). Cultures in Conflict: Social Movements and the State in Peru, Berkeley, University of California Press.

      Tate, Winifred (2007). Counting the Dead: The Culture and Politics of Human Rights Activism in Colombia, Berkeley, University of California Press.

      Thavis, John (2014). The Vatican Diaries, Nueva York, Penguin.

      Theidon, Kimberly (2004). Entre prójimos: El conflicto armado interno y la política de la reconciliación en el Perú, Lima, Instituto de Estudios Peruanos.

      Toft, Monica Duffy, Daniel Philpott, y Timothy Samuel Shah (2011). God’s Century: Resurgent Religion and Global Politics, Nueva York, W. W. Norton and Company.

      Tovar, Cecila (ed.) (2006). Ser iglesia en tiempos de violencia, Lima, Instituto Bartolomé de las Casas, Centro de Estudios y Publicaciones.

      Weschler, Lawrence (1990). A Miracle, a Universe: Settling Accounts with Torturers, Nueva York, Pantheon Books.

      Whitfield, Teresa (1994). Paying the Price: Ignacio Ellacuría and the Murdered Jesuits of El Salvador, Philadelphia, PA, Temple University Press.

      Wilde, Alexander (2013). “A Season of Memory: Human Rights in Chile’s Long Transition”, en Katherine Hite, y Alfredo Joignant (eds.), The Politics of Memory in Chile: From Pinochet to Bachelet, Boulder, CO, Lynne Rienner, pp. 31-60.

      Wolterstorff, Nicholas P. (2012). “Christianity and Human Rights”, en John Witte, Jr. y M. Christian Green (eds.), Religion and Human Rights: An Introduction, Nueva York, Oxford University Press, pp. 42-55.

      Youngers, Coletta (2003). Violencia política y sociedad civil en el Perú: Historia de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Lima, Instituto de Estudios Peruanos.

      2. La violencia y la experiencia cotidiana en América Latina a principios del siglo xxi

      Robert Albro

      Fue una distinción dudosa en 2012 cuando Juárez, México perdió su estatus como la ciudad más violenta del mundo ante otra competidora latinoamericana, San Pedro Sula, de Honduras, ciudad con una tasa de homicidio de 173 por cada mil personas. En las palabras de un funerario: “El mismo diablo vive en San Pedro”.[1] En realidad, de las veinte ciudades más peligrosas del mundo, todas menos una están en América Latina. A pesar del tránsito de la forma autoritaria de gobierno a la democrática en la región a principios de la década de 1980, la tasa de homicidios ha aumentado en un 50% a partir de esa fecha (Imbusch, Misse, y Carrión, 2011), y el total de homicidios en la región ha aumentado año tras año entre el 2000 y el 2012 (oea, 2012: 17). Hace una década Frühling, y Tulchin (2003) ya habían observado que las tasas de homicidio en Latinoamérica se habían incrementado de forma consistente en los veinticinco años anteriores, independientemente de si la tasa de asesinatos en un país dado era alta o baja en aquel momento. Hoy día, este violento estado de cosas en curso ha sido descrito como la peor “epidemia” (Carroll, 2008) de Latinoamérica, con más personas falleciendo de muerte violenta que de sida.

      Si el promedio de muertes por cada cien mil personas en América Latina es de 25.6 haciendo de ella la región más violenta a nivel global, en Honduras ha aumentado a un sorprendente 92 por cada cien mil (oea, 2012: 52). Tan espantoso ha sido el número de víctimas en México durante la guerra contra los carteles de la droga comenzada en 2007 que ha costado por lo menos sesenta mil vidas mexicanas, y ha tenido poco impacto en disminuir el tráfico de drogas (Tuckman, 2011). Otras tendencias cada vez peores son la violencia doméstica incontrolada. No menos del 53% de las mujeres de Bolivia declaran que han sido víctimas de violencia en algún momento de su vida (Bott et al., 2012: xvi). La región tiene el segundo mayor número de muertes femeninas producto de la violencia y la mayor tasa de niños asesinados en el mundo (oea, 2012: 52).

      Otras expresiones de violencia incluyen: un alarmante número de asaltos y delitos incontrolados sobre la propiedad, que se ha más que triplicado en muchas partes de la región en los últimos treinta años (Bergman, 2006); violencia policial regular hacia la población no solvente, generalmente con una respuesta judicial indiferente (Brinks, 2008); la tendencia ascendente en la frecuencia de los secuestros en toda la región, con casi 106 000 en México, solo en 2012 (oas, 2012: 74); y la necesidad de acuñar un término nuevo —el “feminicidio”— para categorizar la violación, la tortura y el asesinato de jóvenes mujeres como parte de la creciente tendencia de la violencia sexual (Shulman, 2010). De todas las regiones del mundo, los latinoamericanos son los que menos seguros se sienten en sus comunidades,[2] y por primera vez en varias décadas plantean que los latinoamericanos consideran al crimen como su mayor preocupación, por encima del desempleo (iachr, 2009: ix).

      Pero las estadísticas por sí solas no nos cuentan toda la historia. La mayor parte de la violencia no se informa y las cifras contemporáneas del crimen no explican la sobrecarga de las poblaciones por las numerosas formas en que la violencia impacta de manera regular la vida de las personas, incluyendo el legado de las dictaduras en la región. Este capítulo por consiguiente pretende iluminar el significado de la violencia como parte integral de la vida cotidiana en América Latina en el presente.[3]

      Este análisis no aspira a ofrecer una descripción exhaustiva del alcance de la violencia en la región, ni describir todas las formas de violencia existentes en la actualidad,

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