El camino sencillo. Margarita Ortega
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Claro que sí, claro que eventualmente me enfermo; obvio que envejezco; no estoy aquí para retardar nada, sino para vivir, desde el beso hasta el desamor; y comprendí que mientras que cuide este cuerpo que no soy toda yo, pero que me permite el tránsito maravilloso por este mundo y esta experiencia de vida, mi existencia será más placentera y podré gozar infinitamente más, apropiándome de mis sentidos, siendo dueña de mis emociones, de mi realidad, creando en lo cotidiano semillas de alegría y paz para mí y para todos.
Mucha gente me escribe o me pregunta por la calle si llevo este estilo de vida para adelgazar o para verme mejor, para no verme mayor —pues ya soy felizmente mayor—, para sentir que pertenezco a algo o por llevar la contraria. Yo les respondo la verdad: lo hago porque me hace sentir estupendamente feliz y porque de paso recibo un poco de todo lo anterior y de otras cosas increíbles que se van apareciendo por el camino; sin dolor, sin angustia y con convicción; regalos de la vida que me resultan increíbles y maravillosos.
Otros abren los ojos como platos cuando me ven tan tranquila y segura; tan fuera del corral. Y quieren leerme “entrelíneas” o definirme; y luego, despacito, como quien no quiere la cosa, preguntan: pero, ¿cómo puedes estar bien y sentirte bien si vives así y solo consumes alimentos de origen vegetal? Generalmente en este punto hacen un pequeño chascarrillo y dicen que como pasto. O dicen: “vives una vida aburrida en la que te pierdes los grandes placeres de la vida”. Yo me quedo como con la sonrisa de la Monalisa.
Abro la boca y con amor digo, entonces, que haríamos bien en redefinir el concepto de placer y que restringir no es una palabra y menos una idea que guarde en mi enciclopedia personal. Es decir, todo lo que me gusta y que he logrado introducir en mi vida ha sido gracias a ampliar el prisma con el que veo las cosas, descubriendo así una cocina, un conocimiento y unos sabores que siempre estuvieron ahí, pero que perdimos por los avatares de la industrialización y de la tecnología.
Aclaro que no estoy en desacuerdo con el desarrollo; no, pero no creo en un desarrollo sin sostenibilidad y que de manera inconsciente nos lleva a la tierra de nadie. De hecho pienso que ha avanzado tanto nuestra industria alimentaria que se ha tenido que unir con la industria farmacéutica. ¿No suena esto bastante extraño? Ahora no nos ofrecen alimentos sino productos que necesitan avales de sociedades médicas y luego restricciones alimentarias para que podamos sobrevivir a las enfermedades crónicas y profundas crisis en las que vive, si no la mitad, por lo menos una buena parte de la población mundial.
Primero te dicen que consumas esto y lo otro, que es bueno, que es tan natural que hasta parece la comida de mamá; y luego, cuando estás tremendamente mal, te lo quitan porque te hace daño, porque podría hasta matarte. ¡Que alguien se decida, por favor! Esto solo sucede por conveniencia de las grandes industrias; parece que funciona pero para nosotros los consumidores resulta enloquecedor. Jamás, en verdad, jamás he sabido de una manzana que no haga bien a niños o adultos; y esta idea me marca un camino simple, identificable y fácil de seguir. Por otra parte, no me cabe duda de que venta tras venta de “productos alimentarios” y servicios médicos, algo va a colapsar.
Dicen por ahí que el pez muere por la boca; pues hoy más que nunca el significado de este dicho popular tiene un valor enorme para una sociedad que muere más por lo que come que por lo que deja de comer.
Y a todas estas, insisto: yo no dejo de comer nada; sustituyo el origen de los nutrientes y hago que todos los micro y macronutrientes, las enzimas y la fibra estén garantizados en mi plato. ¿Pasa lo mismo en el tuyo?
Finalmente vamos a tocar un punto álgido. Soy vegetariana-vegana desde hace 17 años, por razones muy personales. Pero por la sostenibilidad del planeta, por tener una mejor nutrición y por que haya una mejor repartición de la comida a nivel mundial, me encantaría que tú también lo fueras. No me considero una mujer de discursos, ni de sermones, creo que el ejemplo nos une y que tiene una mayor repercusión que las palabras; por tanto, aunque yo he elegido este modo de andar y de descubrir mi camino, eso no significa ni que deba ser el tuyo, ni que este sea un libro solo para vegetarianos. Espero que esto quede claro, tanto para quienes esperan de mí un activismo radical como para quienes pretenden abandonar estas páginas en este momento. Aquí no habrá ni diatribas, ni regaños, ni adoctrinamiento; el libre albedrío es para usarlo. Por el contrario, habrá cuestionamientos, planteamientos y una mirada diáfana para observar y decidir, con palabras, desde este inicio, para todos los corazones; y con recetas, más adelante, para todas las barrigas. Sí, este libro es para todos aquellos que quieren reivindicar sabores, explorar con nuevos ingredientes; para los preocupados por el planeta y para los omnívoros; para los que por cuenta de una mala alimentación tienen una enorme lista médica restrictiva de ingredientes y preparaciones, y que ahora no saben por dónde comenzar o cómo volver a la cocina, a comer verdaderamente rico y equilibrado; para todos ellos aquí hay una opción. Solo eso, una opción para ti. Lo demás nace y evoluciona por tu cuenta. Así que puedes conservar tu tranquilidad mientras yo te termino de contar esta historia, pues nada extraño va a suceder aquí. Al final, como siempre, lo que cuenta es tu decisión y aquí lo que quiero es contarte cómo tomar, cómo vivir EL CAMINO SENCILLO.
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