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Recordemos con sabiduría. Una de las claves para transformar está en saber olvidar y saber recordar. Con el recuerdo regresamos a nuestra esencia, hacemos que emerja la memoria de nuestro ser esencial. La capacidad de olvidar y recordar es una facultad extraordinaria que tenemos. Si la sabemos usar, alcanzaremos la plenitud. No olvides lo que tienes que recordar. No recuerdes lo que debes olvidar.
Para sentirte completo, debes dejar de buscar fuera lo que ya está en tu interior. Naciste con ello, pero nunca te enseñaron a mirar hacia dentro y pasaste la vida buscando en el exterior. Esto provocó desencuentros en el camino, decepción e insatisfacción constante. La insatisfacción surge de un vacío interior que quieres llenar. Pero cuando eres como un cubo agujereado, no importa cuánta agua eches, el cubo nunca se llena. Corres tras los deseos provocados por esta profunda insatisfacción y dejas de estar presente. Estás pendiente de conseguir algo; y cuando lo consigues, se disuelve en unos instantes como el azúcar en la boca. Y la insatisfacción parece invencible.
Para dejar de ser marionetas de nuestros deseos, la indagación apreciativa propone conectar con nuestro deseo esencial. Saber lo que quieres te ayuda a alinear tus energías; así manifiestas el poder de una intención clara. Todo lo que hacemos está impulsado por una intención y motivación. Puede tener como finalidad el mero hecho de satisfacer una necesidad, un deseo o una adicción, o bien querer alcanzar un propósito o un anhelo más intangible. Es un deseo esencial porque está alineado con revitalizar y vivir tu núcleo positivo.
La esencia: el núcleo positivo
Cuando acompañamos a las personas siendo apreciativos, y en el coaching apreciativo, despertamos el recuerdo, recordando momentos que nos hicieron vibrar desde lo más profundo de nuestro ser y nos conectaron con lo que en la indagación apreciativa denominamos el núcleo positivo. Se trata de recordar lo que nos mueve, descubrirlo de nuevo y sentirlo, para así despertar nuestros sueños más profundos y vivirlos. Ese despertar es un florecer, una apertura a ser la mejor versión de uno mismo y la mejor versión de las relaciones.
Lo que anhelamos, lo que más buscamos, yace en nuestro interior. En nuestro espacio interno palpita un núcleo que está lleno de vida y de virtudes. El núcleo positivo es el centro vital de nuestra persona, el que nos hace vibrar con entusiasmo y alegría de vivir y nos abre a nuestro pleno potencial; contiene nuestra esencia. El núcleo positivo incluye nuestras competencias, habilidades, talentos y nuestros mejores logros y prácticas, las fortalezas, los potenciales no explorados y nuestros valores. Es un núcleo que crece, florece, se expande y encuentra sentido en las relaciones, al darse y compartir. Si uno se lo queda para sí mismo, se marchita.
Metafóricamente podríamos decir que el núcleo positivo es la semilla que se convierte en la savia que da vida a todo sistema vivo, es la sangre que circula por el cuerpo del sistema de nuestras relaciones e interacciones. Con la indagación apreciativa detectamos lo que forma parte de la savia, de la sangre, y nutre nuestros órganos, dándonos vida y nutriéndonos.
Con las conversaciones que establecemos en el coaching fortalecemos el corazón que bombea la sangre y los órganos que la limpian. De esta manera, revitalizamos todo el sistema relacional de la persona logrando salud y enaltecer lo que le da vida. En las sesiones de coaching apreciativo, buscamos conectar con el núcleo positivo, reforzarlo, enaltecerlo y ampliarlo. Aunque no hagas coaching, te recomiendo que vivas centrado en tu esencia y en hacerla florecer, en crear conversaciones que conecten con la esencia de las otras personas y la esencia de la relación, y en mantener vivo el núcleo positivo que da sentido a tus relaciones.
El núcleo positivo se identifica de diferentes formas. Por ejemplo, con preguntas apreciativas podemos indagar para encontrarlo y conectar con él. También podemos seguir una secuencia de fases que explicaré más adelante, pero que en esencia consisten en identificar el núcleo positivo a través de Definir lo que queremos trabajar y hacia dónde queremos ir, y Descubrir nuestras fortalezas que nos apoyarán en el recorrido; lo hacemos movilizando un diálogo de la persona con su sistema relacional. El núcleo se expande en la fase de Sueños, en la que generamos una visión clara orientada a resultados en relación con el potencial descubierto que se quiere manifestar más en la vida diaria. En las fases de Diseño y Destino se construye un presente basado en unas propuestas que diseñamos. Con ellas pretendemos lograr acercar y vivir el futuro que queremos basado en las fortalezas del núcleo positivo de la persona y de su sistema relacional, es decir, su familia, amigos, socios, personas necesarias en su vida y compañeros de trabajo, de deporte y vida.
Vivir los cambios construyendo puentes
Para construir un puente entre lo que fue, lo que es y lo que deseamos que sea, debemos tener en cuenta la continuidad de lo que queremos conservar, lo que necesitamos innovar y la transición necesaria para cruzar el puente y llegar a donde queremos llegar. Y no lo podemos hacer solos; nos necesitamos unos a otros.
Para lograr cruzar ese puente y que el cambio necesario y que queremos esté conectado con el núcleo positivo, sea en la organización, el equipo, la familia o en la misma persona, debemos tener en cuenta los tres aspectos que nos dan vida y nos mantienen en plena forma: la continuidad, la innovación y la transición. Con visión aprendemos y aplicamos lecciones de lo mejor del pasado (continuidad), nos abrimos para dejar florecer y desarrollar ideas creativas (innovación), y concretamos los cambios en nuestros sistemas relacionales y en las conductas planteando las conversaciones necesarias que nos hagan avanzar hacia la situación deseada (transición). Veremos cómo incorporar estas tres dimensiones cuando trate las diferentes fases en el coaching apreciativo, en la Parte III de este libro.
Vivir cualquier cambio puede desestabilizarnos. Es posible que para impedirlo nos aferremos al discurso intelectual de un intelecto que necesita entenderlo todo, analizarlo, cuestionarlo, justificarlo, razonarlo, conceptualizarlo, verlo y tocarlo. Finalmente, su corazón deja de sentir, al quedarse bloqueado por tanto análisis y razonamiento. A estas personas les cuesta trascender la conceptualización. Buscan seguridad en los conceptos. Y cuando el cambio les produce inseguridad pueden caer en la trampa de quererse aferrar a cualquier discurso, o bien se vuelven cínicos y escépticos. Dejan de estar abiertos a otras perspectivas; y en ese estado es difícil innovar y vivir la transición necesaria.
Otras personas quizá encuentran su seguridad y sentido de identidad no en su mente ni en su intelecto, sino en sus hábitos. Reaccionan de forma automática, sin casi pensárselo ni razonar. Sus hábitos mandan en su vida. Su pasado tiene tal peso que viven las situaciones y las relaciones según los hábitos que han ido adquiriendo. Están atrapados en la prisión de su pasado. Su corazón deja de gozar, ya que viven el presente en función de su pasado. Su historia personal tiene un peso tan considerable que dejan de vivir en el presente, se sienten afligidos y se quedan hambrientos del oxígeno del amor. Se encierran en sí mismos y dejan de relacionarse con libertad.
Residir en el corazón del ser y vivir la vida desde ese espacio central es vivir despiertos y conscientes a la realidad de que somos los creadores de nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestros razonamientos y nuestros hábitos, a menudo condicionados cultural y socialmente. Podemos seguirlos y vivir según ellos, o bien podemos desafiarlos, cuestionarlos, re-inventarlos, re-construirlos de manera