1968: Historia de un acontecimiento. Álvaro Acevedo

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conforman el escenario en el que se despliega la rebeldía juvenil colombiana a principios de la década del setenta.

      Este artículo no aborda nuevas fuentes sobre casos particulares que puedan ampliar lo conocido hasta el momento, por lo menos en el desarrollo de los acontecimientos específicos en las diferentes universidades del país. Menciona que en la Universidad de Nariño la relación entre estudiantes y grupos de izquierda ha sido muy cercana debido a la presencia de profesores vinculados a las luchas del magisterio. En cuanto a los encuentros nacionales, se referencian síntesis sobre temas ya tratados. Lo mismo sucede con el Programa Mínimo o con las visiones de universidad que se confrontan en el seno del estudiantado.

      Aunque el trabajo no representa un gran avance en materia factual, es interesante resaltar el análisis sobre la construcción de identidad estudiantil, rastreo temático que realiza a través de la correlación entre las autoimágenes, la condición social “objetiva” y las representaciones que la prensa y el discurso académico hacen de los estudiantes. En el mismo sentido, se destaca la reflexión que concibe del Programa Mínimo al relacionarlo con el discurso ideológico de las principales tendencias de izquierda presentes en el movimiento estudiantil. El eje que articula este apartado se refiere al debate entre reforma, revolución y las maneras como los distintos grupos interpretan los contenidos del Programa Mínimo para sustentar su posición ideológica, lo que motiva discrepancias a causa de la heterogeneidad del movimiento en este periodo.

      Sobre este trabajo es preciso decir que conjuga de manera inteligente diferentes inflexiones analíticas, máxime cuando su enfoque sugiere la necesidad de pensar el movimiento estudiantil no desde el deber ser, sino desde sus expresiones históricas concretas. La descripción sucinta de los acontecimientos, más el estudio de las identidades y un acercamiento a los discursos de los diferentes grupos políticos estudiantiles se convierte en una acertada entrada al estudio del movimiento estudiantil de 1971. El texto se sustenta en tendencias de análisis exploradas por otros autores con antelación. De manera que cierto enfoque centralista con inferencias generales predomina en el análisis. Las particularidades regionales no se tienen en cuenta para una mejor comprensión de los sucesos. El texto tampoco analiza la política educativa, aun cuando esta es el telón de fondo del conflicto universitario más allá de las posturas ideológicas y militantes de los universitarios.

      Un segundo momento importante denominado ‘resistencia democrática’ se experimenta entre 1946 y 1957. En este periodo, los estudiantes, aún inscritos en el bipartidismo, se hacen visibles como voceros de las capas medias en ascenso, apoyados por una intelectualidad que empieza a mostrarse crítica con el establecimiento y a orientar posturas en favor de mayores libertades democráticas. El último periodo de la protesta estudiantil corresponde al Frente Nacional [1958-1974], que Archila considera como el momento más importante de los estudiantes en el siglo XX. La rápida modernización socioeconómica y la consiguiente expansión del sistema educativo movilizan, secularizan y radicalizan a los líderes estudiantiles para efectuar su separación de las dos fuerzas políticas tradicionales y visibilizarse como importantes críticos del sistema político excluyente del país. La última etapa cuenta con dos momentos de importante movilización y protagonismo estudiantil: 1964-1966 y 1970-11972. El primer periodo se caracteriza por el acercamiento a las luchas obreras, y el segundo, a las cívico-campesinas.

      Las etapas propuestas por Mauricio Archila sobre la protesta estudiantil en Colombia en el siglo XX valoran a los estudiantes como sujetos sociales que adquieren cierta autonomía para no dejarse instrumentalizar por los partidos tradicionales o por las fuerzas radicales de izquierda. Su vinculación con el mundo de la política está mediada por intereses y dinámicas particulares, aunque se convierten en “correas de transmisión” del bipartidismo y la izquierda colombiana. Archila reconoce y da un importante lugar a la dimensión gremial de la lucha estudiantil afirma que, si bien las demandas de los estudiantes no se alcanzan plenamente, la movilización estudiantil propicia cierta organización gremial y la puesta sobre la mesa de debates educativos relevantes para la sociedad. La crítica más contundente de Archila a la protesta de los estudiantes –que finalmente no se constituye en movimiento estudiantil– consiste en señalar la ausencia de un proyecto político organizativo maduro y de largo plazo en el que converjan las demandas académicas y democráticas. Esta carencia es responsabilidad de los propios estudiantes, de los partidos políticos de derecha e izquierda y del mismo Estado y su aparato de fuerza.

      El análisis de Mauricio Archila sobre la protesta estudiantil no se sitúa propiamente en un terreno empírico, como se aprecia en la introducción al tratar el concepto de movimiento estudiantil. En su reflexión sobre los movimientos sociales en Colombia promete una perspectiva cuantitativa de análisis, pero no la desarrolla en específico y en profundidad para la protesta estudiantil, como sí lo hace para movimientos sociales como el campesino y el obrero. Archila tampoco diferencia las protestas estudiantiles de los años veinte de aquellas de la década del sesenta, más allá de la reiteración de las demandas académicas y las luchas por la autonomía y las libertades. La relación entre movilización estudiantil e izquierda debe acentuarse para los años sesenta. En los años veinte es imprescindible dialogar con el movimiento estudiantil de Córdoba y su influencia en el país y el continente durante la segunda mitad del siglo XX.

      Los vacíos en el análisis de la protesta estudiantil se entienden porque hasta el momento no existe en el país una obra historiográfica de largo aliento y de alcance nacional sobre esta temática. Los artículos o capítulos de libros muestran cómo la historiografía colombiana no se preocupa lo suficiente por este campo de investigación, y cuando lo hace presenta el caso bogotano como el más importante de estudio. Enfocados en coyunturas como la de 1971 no se percibe un interés por rastrear al estudiantado universitario desde su proceso de constitución como actor político y social. Pese a esta limitación, la historiografía regional viene trabajando los movimientos de las universidades departamentales con disímiles niveles de calidad y rigor. En el siguiente apartado se mostrará cómo en estos ejercicios investigativos se presenta una gran dispersión e incomunicación entre experiencias altamente similares.

      Fragmentos y dispersión en los estudios regionales

      Si bien se reconoce la importancia de los universitarios de Bogotá en

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